Mientras el refuerzo del América demostró de inmediato que llegó para marcar diferencia, el de los Pumas apenas tocó el balón y evidenció que su carrera está en declive.
La abismal diferencia que existe entre América y Pumas actualmente queda representada a la perfección con sus fichajes estelares: Allan Saint-Maximin y Aaron Ramsey.
El francés de 28 años ha tenido una carrera de altibajos, ciertamente, y dentro de su palmarés no hay títulos que presumir; sin embargo, no llega a México a retirarse ni se trata de un cartucho quemado, lo cual quedó demostrado el domingo pasado en su debut.
En tanto el galés que se vistió de azul y oro fue prácticamente sacado del retiro, pues con 34 años ya estaba contemplando la posibilidad de quedarse como entrenador del Cardiff, el equipo de su infancia, tras fungir como tal en la recta final de la temporada pasada.
Tiene una trayectoria envidiable con diez títulos repartidos entre el Arsenal, la Juventus y el Rangers, pero desde hace al menos cinco años está alejado de la élite y su carrera sufrió un significativo declive, por ello había vuelto a casa con la idea de retirarse ante su gente.
De acuerdo con algunas versiones periodísticas, el galés y el técnico de Pumas Efraín Juárez comparten representante, por lo que dicha situación facilitó las cosas para que, pese a su edad y a estar al borde del adiós, optara por una nueva aventura en México.
Pero el tiempo no perdona y Ramsey necesitó de seis jornadas para por fin debutar —tristemente— con los Pumas el domingo pasado y su desempeño en 30 minutos resultó decepcionante.
No tocó el balón en más de cinco ocasiones, erró un pase de dos metros, y desde su ingreso a la cancha corrió en cámara lenta. Es evidente que está fuera de ritmo, que la adaptación a la altura y a un nuevo país le costará, aunado a la edad que ya le pasa factura.
Todo lo contrario al francés del América, que entró con una vitalidad a tope para contagiar a sus compañeros, pidió la pelota de inmediato y no demoró en demostrar que va a marcar diferencia.
Por si fuera poco convirtió el gol que significó la remontada de las Águilas frente al Atlas en un debut soñado.
Saint-Maximin y Ramsey fueron luz y sombra, el fiel reflejo del presente de América y Pumas: mientras el primero forjó una dinastía y de acuerdo con su grandeza pelea por los títulos cada cinco meses, el segundo vive hundido por pésimas decisiones y sin un golpe de timón que pueda cambiar el rumbo.
