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Carlos Hurtado... 'la leyenda urbana'

Carlos Hurtado, fallecido esta semana, fue un promotor que siempre mantuvo perfil bajo ante la opinión pública, pero que manejó gran parte del futbol mexicano.


LOS ÁNGELES -- “Carlos (Martínez) Hurtado es una leyenda urbana”, dijo Guillermo Álvarez Cuevas, siendo aún presidente de Cruz Azul. Así quiso desmitificar a su alter ego en algunos negocios peculiares que hoy lo tienen en la cárcel.

Pero, Billy Álvarez y Carlos Hurtado abrevaron, por años, del pesebre inagotable de Cruz Azul. Otra leyenda urbana podría ser en la que ambos, modernos y futboleros Dimas y Gestas, apostaban contra su propio equipo.

Sólo una vez estuve frente a frente con Carlos Hurtado. En dos interacciones más tuve una extraña relación vía carámbola, porque su reino no se restringía a las tesorerías de los clubes ni a la cancha. Al menos una de las ocho columnas de algunos periódicos capitalinos, le pertenecía.

La única vez que lo tuve de frente fue en circunstancias por demás extrañas. Trabajando para La Opinión, cubría un amistoso de Chivas en el Memorial Coliseum. Buscando entrevistas, me topé con un hombre bajito en la zona de ascensores.

“Rafa, ¿cómo estás?, soy Carlos Hurtado”, dijo, mientras estrechaba la mano. “¡Aguas!, hoy liberan a (Rubén Omar) Romano”, por entonces técnico de Cruz Azul, y quien ese día –21 de septiembre de 2005--, cumplía 65 días bajo secuestro.

Ni siquiera me dio oportunidad de reaccionar. Caminando rápidamente hacia los elevadores, sólo volteó hizo la señal de una llamada telefónica y agregó: “Avísale a tu periódico”.

Llamé a la redacción de La Opinión. Expliqué el extraño encuentro. No había nada confirmado. Casi media hora después recibí la llamada desde las oficinas del diario. “Lo acaban de soltar (a Romano)”.

Fui a la cabina de sonido local. La voz oficial del estadio entonces era Fernando Páramo, le di los datos que tenía, y lo difundió a través de los altavoces, dándole crédito a La Opinión. Se escucharon gritos festivos desde la tribuna.

Recorrí de punta a punta el Memorial Coliseum. Pregunté por Carlos Hurtado entre los organizadores del partido, la gente de logística. La respuesta fue un reclamo casi como una acusación de insanidad mental: “¿Ese quién es?”. Camuflaje cómplice.

Entonces me percaté que me había encontrado con Carlos Hurtado en zona de palcos VIP, pero sin que tuviera una acreditación colgada del cuello. Así lo describen quienes lo trataron. Estaba sin estar. Hacía del misterio y del ocultismo su forma de autoprotegerse.

No volví a verlo, pero, lo real es que media hora antes de la oficialización de la libertad de Romano, Carlos Hurtado ya lo sabía.

Mi primer contacto con él fue vía telefónica. Yo aún radicaba en Guadalajara, y trabajaba en Notisistema. No era época de celulares y el teléfono de mi casa lo mantenía privado. Con muy poca gente lo compartía.

“¿Eres Rafa Ramos?”, dijo. Asentí y empezó a hablar de mi trabajo em radio y diario, y súbitamente empezó a tratar de evangelizarme sobre diversos entrenadores, en especial sobre Luis Fernando Tena. Ni los Testigos de Jehová eran tan persuasivos.

Le pregunté cómo había obtenido el número telefónico. Se carcajeó y dijo: “un amigo en común”. Se despidió y colgó, tras una larga perorata sobre entrenadores y sus diseños tácticos.

Volví a saber de él muchos años después. Trabajaba entonces en El Heraldo de la Ciudad de México. Después del Mundial de 1986, se presentaban elecciones para la presidencia de la Federación Mexicana de Futbol.

Marcelino García Paniagua (Chivas) y Billy Álvarez Cuevas formaban un frente común para echar del cargo a Rafael del Castillo, quien después sería el autor intelectual de los infaustos cachirules que dejarían a México fuera del Mundial de 1990.

Un reportero del diario ESTO me llamó a la redacción de El Heraldo. “¿Por qué no entrevistas a Billy? Va a ganar las elecciones”. Expliqué que Cruz Azul no era mi fuente, y que sólo ocasionalmente cubría sus entrenamientos.

“Billy está esperando tu llamada. Dile a su secretaria que tienes una cita concertada por Carlos Hurtado”. La entrevista se dio. Billy habló de planes, de promesas, y aseguró que tenía a la mayoría a su favor, porque el resto de los equipos estaba descontento por la forma en que Televisa y Del Castillo manejaban al futbol mexicano.

Al domingo siguiente, jugaba en el Estadio Azteca la Universidad de Guadalajara. Acostumbraba a bajar a la cancha antes de los partidos, para buscar información. Encontré a Félix Flores Gómez, presidente de Leones Negros y a quien había conocido durante los años trabajando en Guadalajara. “Van a perder por goliza. Sólo van a tener dos votos, el de Marcelino y el de Billy”, me aseguró.

Así ocurrió. Rafael del Castillo había advertido al resto de presidentes de equipos que “si quieren cobrar las ganancias del Mundial al terminar la Asamblea (y la votación), ya saben por quién votar. Si pierdo yo, quién sabe cuándo reciban ese dinero”.

Además, Del Castillo les reveló la relación de Billy con Carlos Hurtado y el riesgo de que García Paniagua abriera la puerta a una intromisión gubernamental, a través de su hermano Javier, quien mantenía su poder político, pese a haber sido segregado de la carrera presidencial años antes.

Cuando terminó el amañado proceso electoral en la FMF, Félix Flores sólo me guiñó un ojo: “Te lo dije”.

Ya abandonaba ese día las oficinas de la FMF, todavía ubicadas en el cruce de las calles Abraham González y Donato Guerra, el mismo reportero del ESTO me alcanzó y me dijo: “Te está esperando Billy, por si quieres entrevistarlo”. Y ahí estaba el entonces presidente de Cruz Azul, Una oficina a oscuras totalmente. La charla se sintetizó en un “me traicionaron, nos traicionaron”.

“La leyenda urbana”, Carlos Hurtado, identificado por varios jugadores, entrenadores y directivos como El Padrino de Miami, falleció el lunes 3 de noviembre. El recuento final ha sido el vínculo a transacciones millonarias a través de diversos clubes, y su aparición consistente en los documentos del #BillyGate que desataron un cisma y un sismo en la Cooperativa Cruz Azul y por supuesto en el mismo equipo.

Ciertamente las manifestaciones públicas dolientes tras el fallecimiento de Hurtado han sido desproporcionadas cuando se habla de un personaje al que se le atribuyen –durante más de 40 años--, cerca de 500 movimientos de jugadores, árbitros, entrenadores y hasta directivos en el futbol mexicano y en los medios, muchos de ellos estercolados por cohechos, entre esos susurros estigmatizados que son un secreto a voces.

Sí, hay un silencio cómplice, traidor, huidizo, temeroso, por todos aquellos que en su momento estuvieron bajo su tutela y fueron cómplices activos. Si se avergüenzan de ello, por algo será. Las conciencias limpias no enmudecen.

En su época prime, la disputa directa por el control del futbol mexicano y la Selección Nacional, era con Guillermo Lara, pero desde hace un decenio, había perdido el poder ante la irrupción invasiva de promotores extranjeros, especialmente por parte de la cofradía disfrazada compuesta por Christian Branarnik, Uriel Përez, Fernando Pavón y demás socios.

Su más reciente acercamiento con la Federación Mexicana de Futbol ocurrió durante la breve gestión de Juan Carlos Rodríguez, a quien asesoró en movimientos con la Selección Nacional y la incorporación de su gente a diferentes ramas del organismo, incluyendo la Comisión de Arbitraje.

Cuando Billy Álvarez Cuevas fue detenido el 16 de enero de 2025, a pesar de que su nombre aparecía en numerosos documentos que inculpaban al expresidente celeste, Carlos Hurtado nunca se vio expuesto a proceso. Los allegados de Billy mantienen sus sospechas de cómo habrían llegado algunos papeles muy confidenciales a las oficinas de la Fiscalía General de la Republica.

Un día –revela un ex entrenador de la Selección Mexicana--, le preguntaron en una reunión de amigos en Miami, que porqué no escribía un libro con sus vivencias. La respuesta debió helar hasta los huesos y las conciencias a muchos: “Ya lo tengo. Recopilo mis memorias, pero, si lo publico, desaparece el futbol mexicano, ja, ja, ja”.