Aquella tarde reinó la prepotencia y todo terminó en un desastre. Era 10 de marzo de 2017 y un grupo de árbitros estaba reunido en la oficina de Decio de María, entonces presidente de la Federación Mexicana de Futbol. Querían información acerca de la sanción que le darían a Pablo Aguilar y Enrique Triverio, jugadores que habían agredido a sus colegas en el campo, pero la respuesta de De María fue seca y contundente: “¿Quieren saber de cuánto tiempo será la sanción? Váyanse a un café internet y ahí la ven”. Los de negro salieron de ahí indignados y con la amenaza de detener la Liga. Todavía estaban en el edificio de la Federación, en Toluca, cuando se encontraron a su superior directo, Héctor Gónzález Iñárritu, quien les dijo: “Si quieren parar el partido, no se preocupen, nosotros tenemos un plan B para reemplazarlos”. Pocos sabían entonces de la verdadera fuerza que había logrado acumular la Asociación Mexicana de Árbitros, una organización con cerca de 600 afiliados. Entonces sucedió la llamada determinante: José Luis Camargo y Enrique Santander –parte de la cúpula de la organización- estaban en Veracruz y recibieron la instrucción de no juzgar el partido entre los Tiburones y el Puebla. Así sucedió. El paro se hizo viral ese fin de semana en todos los campos de Primera División. Hubo pérdidas millonarias y enfados de los dueños del balón. Parte de las consecuencias se vieron pocos meses después, cuando De María e Iñárritu perdieron sus cargos. Pero ese no era el fin. Los responsables estaban visibles y la Liga MX no perdonó el insulto. En el video que acompaña esta nota se cuenta la historia de lo que sucedió después.
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