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Cruz Azul, el caso extraño de un equipo rico

Jugadores de Cruz Azul caminando en el Azteca. Imago7

Yo no sé si Billy Álvarez es culpable de lo que la Unidad de Inteligencia Financiera lo investiga, pero sí sé que el club que ha presidido por décadas es posiblemente el más extraño y mediocre del futbol mexicano dados los recursos e historia que tiene.

Tan sólo en los últimos 3 años Cruz Azul soportó gastos del tamaño de mudarse al Estadio Azteca, más de 60 millones de dólares en refuerzos y la salida de dos técnicos europeos, pero pasó por ahí sin ingresos visibles de magnitud comparable como algún título de liga, exportación de jugadores o una taquilla generosa (promediaron 18,901 aficionados en el Clausura, apenas 200 más que Juárez según datos de la Liga MX).

Entonces, o el área deportiva algún día operará en números rojos porque cada temporada pierden dinero, o tienen una fuente de ingresos tan vasta que pueden gastar lo que gastan sin que a nadie le duela el bolsillo, lo que es por lo menos contradictorio en un negocio tan complejo como el futbol mexicano en el que ni siquiera Grupo Caliente está dispuesto a apostar más de la cuenta o en el que TV Azteca parece más interesado en “salir del aire” que en crecer.

Pero pensémoslo a detalle, cuando juntas dinero y una administración eficaz, los resultados son imposibles de ocultar. Ahí están América y Tigres con su dominio y organigramas siempre claros; Rayados y Santos con sus títulos y nuevos estadios; Pachuca y Toluca con remodelaciones millonarias; e incluso Chivas con más polémica que éxito, pero con contratos televisivos diversificados y también un nuevo estadio. Mientras del otro lado la Máquina combina gasto, fracaso e inanición.

Visto en el día a día, Cruz Azul siempre me ha parecido un club atrapado en el pasado. La Noria hace pensar en la sala de espera de una oficina de gobierno, no por las instalaciones que están muy bien mantenidas, sino por la cultura proyectada hacia los visitantes, desde tener que arreglarse con el policía para poder meter el carro al estacionamiento, su burocracia y hasta la vestimenta del personal al estilo bancario.

Alguna vez un miembro de marketing me presumió el nuevo folleto que planeaban repartir entre los aficionados, lo recuerdo perfecto porque fue la misma semana en la que Chivas lanzó su proyecto de eSports y cuando Santos ya tenía un puesto consolidado para manejo de redes y prensa en inglés. De nuevo, hablamos de uno de los equipos más ricos del país que se tardó 22 años para salir de un estadio que no tenía baños suficientes ni pasillos seguros. ¡22 años!

Y lo extraño es eso, el ritmo. Afuera de la cancha, no parecen tener prisa por estar a la vanguardia, y aunque esto sólo es mi impresión en comparación con lo que he visto en otros equipos, lo que no puedo entender es que tampoco tengan una evidente prisa para recuperar los millones invertidos porque, al margen de que quizás tengan las finanzas más sanas y legítimas de la liga, no tienen los resultados para que su afición crezca ni la mercadotecnia para que su marca se fortalezca.

23 años de malas rachas y escándalos no se construyen por casualidad, se requiere de una constancia singular que no necesariamente tiene que ver con actos ilícitos, pero sí con decisiones deportivas e institucionales cuestionables. Mala puntería, tal vez.

Por supuesto que ésta no es la primera acusación en contra de Álvarez o de algún miembro de la familia del futbol mexicano. Las balas siempre han sido esquivadas por aquellos que cumplen con la ley ordinaria o bien o con la ley callejera: no abuses y que no te cachen.