<
>

Las anécdotas de Chelís: Mi incorporación a Las Vegas Lights

A principios del 2017, participé en los 5 primeros juegos con el equipo de Mérida. Las cosas no venían bien desde la pretemporada; el problema que se dio quedó como una nube dentro del equipo y el 27 de enero de ese año, después de perder contra el líder Atlante en nuestro estadio, di un paso de costado.

Después regresé a ESPN hasta octubre, que empecé a platicar con un inversionista de Kansas City que había trabajado en las oficinas de la MLS y que había ayudado a instalar la franquicia de Orlando, pues, con recursos familiares, quería poner una franquicia en la USL en Las Vegas.

Su nombre es Brett, abogado de profesión y con 38 años. Él conocía a Pepe Galván, poblano que trabaja en la empresa SUM en USA. Pepe le comentó a Brett que para lo q tenía en mente, yo daba el perfil. Todo octubre y noviembre estuve en entrevistas vía teléfono y de alguna forma mis respuestas lo convencieron para que a principios de diciembre me citara en Las Vegas y llegáramos a un arreglo.

El 3 de enero del 2018 estaba instalado en Las Vegas con el dueño, Pepe, Isidro mi auxiliar y yo. Sólo teníamos ideas y nos faltaba todo lo demás: cancha para entrenar, gimnasio, apartamento para los jugadores, utensilios de trabajo, ropa de trabajo, doctor, utileros. En una palabra, no teníamos nada y si teníamos firmados tres partidos de preparación a partir del 24 de febrero contra equipos de la MLS.

Brett y Pepe se encargaron de todo lo administrativo e Isidro y yo de lo deportivo. Empezamos con visorias. Los jóvenes se anotaban en las oficinas del club y por tres días iban a unos campos al sur de la ciudad para verlos jugar. Llegaron cerca de 500. Hicimos las pruebas en cuatro canchas, ocho a la mitad y de alguna manera, cada quien controlaba cuatro de ellas. Hacíamos partidos de 30 minutos y anotábamos a los que nos gustaban.

Después redujimos a 40, pero a esos los vimos en cancha grande y solo un partido a la vez. Al final sacamos 12 amateurs que sumados a unas visorias que se hicieron en Puebla y que seleccioné a seis, entre ellos a Joel Huiqui, más otros cinco mexicanos, hice un plantel de 20 jugadores de campo, más 3 porteros. De los 20, solo nueve tenían experiencia profesional.

Además tenía un utilero muy bueno; no tenía papeles para trabajar y en los fines de semana trabajaba de árbitro. El trabajo era mucho, como el de todos los utileros del mundo: son los que más trabajan y los que menos ganan. Como no le encontré un compañero de trabajo, él me sugirió a su esposa, de nombre Juanita. La contrate y fue una magnífica pareja de utileros.

Dentro de mi trabajo tenía que repartir 65 mil dólares entre el plantel de sueldos; además todos tenían derecho a un departamento por jugador gratis. Yo les avisé a los jugadores de esto y los convencí que mientras menos fueran, más les tocaba, entonces su rendimiento tendría que ser muy bueno para no contratar a más.

También quedó un 'pacto de caballeros': el que no rindiera lo necesario, se le daba de baja sin finiquito. Todos estuvieron de acuerdo. Al final no con todos resultó, y fue un problema, porque la ley los protegía, pero en el trato personal quedaron mal al no cumplir lo pactado.

De todos los mexicanos que traje al principio, sólo Joel pudo destacar. Los demás, por muchas razones, no lo hicieron y en lo del finiquito sólo tuvimos problemas con un joven de apellido Díaz q destacaba mucho en Tecos y después jugó en Mineros. Le tenía mucha fe pero entre una cosa y la otra nunca pudo con el paquete. En el aspecto de los mexicanos, me fue mal al final de cuentas. No supe escoger y siempre pensé que ellos mantendrían el peso del equipo.

También Tuve en mis filas a Fredy Addu, quien en su tiempo fue considerado el mejor jugador estadounidense. Su contrato fue el único q me impuso el dueño Brett, pensando en lo atractivo q sería para el aficionado. Me dijo que tenía 29 años, pero la realidad es que jugaba como uno de 36. En verdad, y siendo de origen africano, sus papeles no daban con su edad física.

El torneo empezó bien los 5 primeros partidos, 2 ganados, 2 empatados y uno perdido. En la primer derrota discutí con el árbitro de Costa Rica y, ante la impotencia por el resultado, le puse un dedo encima del pecho; me acusaron de agresivo y ocho partidos de suspensión. El dueño Brett hizo una magnífica apelación y me lo rebajaron a cuatro. De los siguientes cinco duelos sólo empatamos uno y perdimos cuatro.

En la fecha 12, en Phoenix, después de que durante todo el juego un aficionado me mentó la madre y que avise a la autoridad para que lo sacaran del estadio, -cosa que no hicieron-, me lo encontré camino al vestidor.

Él estaba afuera del estadio, pero teníamos que pasar por un camino que sólo separaba una cuerda entre los jugadores y el público. Me volvió a insultar y ya no me aguante y lo agredí. Por eso me dieron ocho partidos, sumados a los primeros cuatro, fueron doce de los 27 que dirigí. En todos estos juegos suspendido, la liga me asignaba un palco y me cerraban por fuera. No podía salir hasta que terminara el juego.

A falta de seis juegos, hablé con el dueño y le sugerí que Isidro se quedara de técnico, como era en un plan inicial. El aceptó y a principios de septiembre me regresé.

Al final quedó muy orgulloso de poner un granito de arena en el primer equipo profesional en Las Vegas. Quedó contento de darle oportunidad a muchos jóvenes nacidos en Las Vegas y como punto negativo fue el desconocimiento de la liga en la que competía y mi mala selección de los jugadores de Mexico. En esto, ellos no tuvieron la menor culpa, fui yo quien no analizó lo que se necesitaba y en mucho por subestimar la competencia.