<
>

Como a Rosita Alvirez

ESPN

Esta leyenda no la ha inmortalizado Eulalio González “Piporro”, esta leyenda, o más bien, esta historia, es de Cristian Calderón “Chicote”

Echó mano a la cintura y una pistola sacó

Y a la pobre de Rosita nomás tres tiros le dio.

(Corrido inmortalizado por Eulalio González, “Piporro”)

Cuenta la leyenda que allá por 1900, en Saltillo, una mujer fue asesinada a balazos por su pretendiente, todo porque se negó a bailar con él.

Era una mujer bella, a Rosita Alvirez le encantaba el baile y era común que, sabedora de sus encantos, desairara a los hombres.

Aquella noche, Hipólito quedó impactado por esa mujer, la invitó a compartir pasos en la pista, pero ella, sin pensarlo, se negó. El despreciado sacó su pistola y...

Nomás tres... tres días han pasado desde el último baile, ese que el América desairó al ver a un Hipólito deseoso de conquista, pero esas Águilas, sabedoras de su belleza y su dominio, se negaron a ir a la pista; entonces él, al recibir la negativa, caminó solo al centro del escenario y, antes de tomar una decisión, comenzó a moverse al ritmo de la música.

Hipólito no recordaba, ese primer tiro lo había soltado en su casa, como una bala perdida antes de llegar a territorio de Rosita, pero ya en los dominios de la Alvirez, comenzó el espectáculo hasta entrada la madrugada, como en los antros, hasta bailar “la calmadas”, hasta ver las luces encendidas.

En ese momento, cuando los rostros pueden verse de frente y las penumbras de la noche y del lugar se han disipado, cuando el Hipólito de esta historia ya era el rey de la noche... decidió.

Echó mano a la cintura y una pistola sacó, y nomás tres tiros le dio. Uno anticipado, allá en su casa, pero fueron tres en total. Con la mira bien puesta, con coraje, colocados, pa ´no fallarle. Como tres “chicotazos” bien dados.

No, esta leyenda no la ha inmortalizado Eulalio González “Piporro”, esta leyenda, o más bien, esta historia, es de Cristian Calderón “Chicote”.

Nomás tres tiros le dio para matar a la bella, a la que desaira, a la soberbia, a quien, según ella, todos odian y odian más por sentirse la más grande.

Esta chiva llegó a punta de “topetazos” a la pista grande, no pudo vestirse acorde a la ocasión; traía arrastrando un sinfín de problemas, pero cuando el DJ puso un “clásico” de la música nacional sacó sus mejores pasos, porque tiene un gran maestro de baile que enseñó el uno, dos, tres, y la chiva ejecutó ese uno, dos, tres a la perfección.

No hubo concurso, de hecho no ha ganado nada; pero la noche, el baile, los tres tiros, los tres “chicotazos”, han quedado grabados.

Estos cuartos de final serán recordados como las noches de “Los tres chicotazos”.

Y nomás tres tiros le dio.

Hipólito llegó al baile y a Rosa se dirigió

Como era la más bonita, Rosita lo desairó.

¡Ay, ja ja, pobre de Rosita!

Mira, Rosa, por desairista te van a matar, ay.

Rosita, no me desaires, la gente lo va a notar

Pos que digan lo que quieran, contigo no he de bailar. (Corrido)

Y bailó.

Adióóós.