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Quieren, y no quieren

ESPN

El que ya no quiere, que no se le considere nunca más, el que quiera estar, que demuestre su amor por México.

Vestir la camiseta de una selección es un orgullo, un privilegio, la máxima distinción para cualquier deportista profesional.

Representar a tu país ha sido, es y será por siempre una dicha como pocas. Escuchar el himno nacional de tu país, ya sea antes o después de competir, es de esas experiencias que no tienen igual.

La Selección Mexicana de fútbol vuelve a tener sobre la mesa la opción de contar con un jugador naturalizado como Rogelio Funes Mori, quien en los próximos días estará recibiendo sus documentación que lo acredite como mexicano, y si los trámites con FIFA son rápidos, podrá aparecer en la lista de convocados por Gerardo Martino para la próxima Copa Oro.

Mientras algunos avalan su llamado argumentando la escasez de centros delanteros nacidos en México, hay quienes reprueban la convocatoria de él o de cualquier otro jugador no nacido en territorio mexicano.

Sigo pensando que cada caso debe evaluarse de manera distinta. Analizando su intención de naturalizarse para un beneficio deportivo, familiar, laborar, social, económico o cualquiera otra razón. Pero para un servidor, lo más importante será siempre el arraigo hacia el país en cuestión y su amor por el mismo.

Los casos de Antonio Naelson “Sinha”, Christian Giménez, Gabriel Caballero y Guillermo Franco, pienso que son muy distintos, pues fueron jugadores que demostraron siempre un enorme deseo de representar a México y no sólo aspirar a poder jugar un Mundial.

Las lágrimas del “Chaco”, al menos para mí, me parecieron siempre muy sinceras y honestas, y dejaban en claro el deseo de representar a un país que le abrió las puertas deportivamente a él y a su familia.

Del otro lado de la moneda está el caso de jugadores nacidos en México que se han rehusado a jugar o seguir jugando en el Tri. Y aunque sus razones serán siempre respetables, no termino de entender cómo un jugador puede rechazar tremenda distinción por la que tantos y tantos “darían hasta la vida”.

Unos quieren y otros no quieren, ¿quién está mal o quien está peor? ¿El que quiere por conveniencia, por poder jugar un Mundial, o el que ya no quiere por haberse acostumbrado a vestir esa camiseta y quizás ha dejado de valorar dicho privilegio?

Insisto, cada caso es diferente, pero tan cuestionable es el que quiere estar, como el que ya no quiere estar.

El que ya no quiere, que no se le considere nunca más. El que quiere estar, que demuestre su amor por México por encima de su anhelo de jugar un mundial.