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Nuevo mensaje para Don Valentín

Jesús Humberto López ESPN

Más allá de hablar sobre si Ignacio Ambriz podría devolverle el brillo a los Diablos Rojos, para mí es preciso saber qué proyecto quiere el Toluca a corto, mediano y largo plazo.

He escrito ya en otras oportunidades de mi amado equipo de fútbol (propiedad emocional, claro está) y hoy lo vuelvo a hacer porque la palabra fracaso se ha vuelto habitual en el cuadro rojo (¿O naranja? Hasta en esto se han equivocado los “genios” de la mercadotecnia). El Deportivo Toluca está en una severa crisis de resultados desde hace más de una década y a muy pocos parece importarle. A mi sí. Más allá de que sea un profesional de la comunicación deportiva, no puedo dejar de indignarme por el saqueo que hacen del prestigio de un club que, pésele a quien le pese, es un grande del fútbol mexicano. Por donde le quieran ver, así de claro.

Hernán Cristante ha dejado la Dirección Técnica de los choriceros para beneplácito de, no sé si muchos, pero sí algunos personajes que influyeron para que el proyecto del cinco veces campeón de México volviera a truncarse sin haber logrado un título. Tienen razón aquellos que arguyen que el equipo se le desplomó luego de derrotar al América en la jornada 9 y nunca más volvió a ganar. No faltan a la verdad quienes señalan que el plantel mostró muy poco carácter y escasa adaptabilidad a las adversidades para mantener el liderato general que había conquistado hasta casi la mitad el campeonato. Tampoco mienten los que señalan que hubo jugadores que sudaron muy poco la camiseta y no fueron capaces de defenderla con dignidad. Ni cómo contradecir a otros tantos que señalaron conductas poco profesionales de algunos futbolistas fuera de la cancha. Y no hay manera de no enterarnos, a través de las noticias y otros medios, de que algunas personas, directa o indirectamente, se han beneficiado con la compra-venta de jugadores en perjuicio directo de los intereses económicos, pero particularmente deportivos, de la institución.

A Hernán se le volvió a ir la oportunidad de darle como entrenador, lo muchísimo que le dio al Toluca en el campo de juego. Nadie deja de señalar que su encomienda y responsabilidad fueron claramente regresar al equipo de la capital mexiquense a los primeros planos del fútbol mexicano. Su carisma y carácter no bastaron para cuajar un proyecto que lograra levantar trofeos. Su táctica y estrategia, absolutamente criticables, alcanzaron para medianamente enderezar el factor porcentual. Lo que nunca podrá ser colocado en el tamiz de la crítica será su lealtad, honestidad y amor por los auténticos colores y valores escarlatas. Si se mantiene firme en su propósito de trascender desde el banquillo, no dudo que el éxito le acompañe tarde o temprano. Por ahora, volverá a suspirar por el equipo de sus amores desde la tribuna o donde lo lleve la vida.

Más allá de hablar sobre si Ignacio Ambriz podría devolverle el brillo a los Diablos Rojos (lo haré en otro momento), para mí es preciso saber con total claridad, qué proyecto quiere el Toluca a corto, mediano y largo plazo. Para empezar, si hay efectivamente un proyecto o no. Porque me da la impresión (quizá esté equivocado) de que el manejo institucional es día a día, sin ninguna visión para el presente y el futuro. Hace rato que no escucho a un distanciado Francisco Suinaga, el Presidente Deportivo, hablar ante los medios de comunicación (todos) para expresarnos lo bueno que haya que decirse pero, sobre todo, de lo mal que se ha actuado para tener sumido al equipo en un serio problema de cocientes; del vaivén de jugadores que parece se les beca para venirse a pasear y disfrutar del hermoso paisaje que tiene el Valle de Toluca con el imponente Xinantécatl de fondo; de la pérdida de identidad en el uso de colores como el naranja y el negro que nada tienen que ver con los tradicionales rojo y blanco; y con los señalamientos que se hacen en otras latitudes respecto al negocio de compra-venta de jugadores y la afectación, o no, que ha tenido la institución con esos movimientos.

Mientras esto ocurre, porque estoy seguro que algo se dirá en la inminente presentación de Nacho, quiero preguntarle, como ya lo hice en otro espacio y momento, a Don Valentín Diez Morodo, propietario de los Diablos Rojos, lo siguiente: “¿Qué quiere hacer exactamente con su equipo? ¿Dónde lo quiere ver? ¿Le agrada saber que tiene más de una década sin ser campeón? ¿No le parece que han habido personajes que han abusado de su confianza y no le han entregado buenas cuentas, al menos deportivamente hablando? La grandeza del escudo que presume en el pecho su y nuestro Toluca orgullosamente desde 1917, no es compatible con la pobreza de resultados que vergonzosamente se han venido arrastrando.

Sé perfectamente que por el simple hecho de ser el único sostén de esta gran institución, es una muestra más que evidente del profundo amor que siente por ella. Sin embargo, desde la óptica de quien esto escribe, es menester ajustar debidamente las riendas para que usted, o a quien le delegue esa responsabilidad, ponga la estrategia y el orden necesarios a fin de revertir la actual época de vacas flacas y se regrese al lugar que por historia y tradición le corresponden. Entiendo que sus múltiples ocupaciones relacionadas a su destacada figura de hombre de negocios no le permiten estar de tiempo completo con el equipo. Por eso, es fundamental que se comience a proyectar al Toluca del hoy y del mañana. No sólo en el aspecto financiero sino también, y sobre todo, en el plano deportivo. Si ya tiene algo al respecto, por favor, háganoslo saber. Estoy convencido de que no se merece tan poco quien le ha dado tanto al equipo, a la ciudad y al Estado de México. ¿O me equivoco Don Valentín?

En fin, habrá quienes se sientan aludidos y se ofendan, pero no deberían estarlo. Más ofensivo es pasar por encima de la historia y la grandeza del Toluca como ha venido ocurriendo desde hace ya varios años, y actuar asimismo como un equipo chico, sin aspiraciones y con una galopante pérdida de identidad. La afición es la principal perjudicada y no parece importarle demasiado a quienes debería. Por el contrario, a ella se le sigue pidiendo apoyo incondicional, y a cambio, ésta sólo recibe migajas. Tampoco se lo merece.