<
>

David Beckham fue el David que hizo de la MLS su Goliat

LOS ÁNGELES – Cuando en marzo de 2006, en Raza Deportiva de ESPN Deportes Radio y en La Opinión de Los Ángeles se adelantaba la primicia de la inminente llegada de David Beckham a la MLS, al Galaxy concretamente, nadie quiso creerlo.

“Es una locura… ¿Beckham en la MLS? ¡Ja!”, se burló Landon Donovan. “¿Becks, aquí? ¡Jamás!”.

Cuando el 2 de diciembre de 2012 era oficial la separación de David Beckham del Los Angeles Galaxy, nuevamente, nadie quería creerlo.

Ni el mismo Landon Donovan quería creerlo, tras fuertes encuentros y desencuentros con el crack inglés, aún aspirante a ser nombrado Sir por la corona británica. Sus recientes nominaciones (diciembre de 2017, 2018 y 2019) para ser Caballero de la Corte, se han venido abajo por presuntas irregularidades fiscales.

Y ciertamente, Beckham fue el David que hizo de la MLS un Goliat. El redentor. El salvador. El mundo expectante ante el advenimiento del mesías futbolero: 700 acreditaciones a medios de más de 20 países para el día de su presentación.

¿La llegada de David Beckham garantiza el futuro de la MLS?, se le preguntaría entonces a Tim Leiweke, CEO del Grupo Anschutz, el artífice y cerebro detrás de la llegada del futbolista inglés.

“No sólo de la MLS sino del futbol en Estados Unidos”, puntualizó Leiweke.

Ocurrió. La MLS deberá consignar en sus anales, el parteaguas histórico que significó la irrupción absoluta del futbolista inglés.

Por ejemplo, la liga incrementó su asistencia a los estadios en 35 por ciento después de la llegada de Beckham, y casi 50 por ciento su audiencia televisiva en el mundo, y por supuesto en Estados Unidos, conforme a las estimaciones de la propia organización.

La liga dejó de ser la Cenicienta del vecindario. Dejó detrás los andrajos del futbol tercermundista para asomarse, del brazo del expríncipe galáctico del Real Madrid, al universo del glamour futbolístico, al menos fuera de la cancha.

Ni los talentos más cursis de Hollywood habrían confabulado la lacrimógena y rosa novela. La nobleza acepta desposarse por cinco años y $250 millones –en cálculos iniciales–, con la lugareña menos agraciada de la Concacaf.

Y sí: “Érase una vez en un lejano reino sin rey…”.

América conquista América… y al mundo

Cuando Tim Leiweke y la MLS abordaron a David Beckham con una propuesta de otra galaxia por parte del Galaxy, languidecía ya la época de los galácticos del Real Madrid.

Hábil negociante, en los primeros meses de 2006, Beckham dejó entreabierta la puerta. Sabía que detrás de la liga estadounidense modesta, ostentosa y pomadosamente había un convoy cargado de millones de dólares.

Beckham y su esposa Victoria giraron órdenes precisas a sus tres empresas que se dedicaban a diseñar un paraíso aún más paradisiaco –perfeccionar su mundo perfecto–, del que ya tenían: Footwork Productions, DB Ventures, y Beckham Brand Holdings Limited.

Eran tiempos en que David Beckham era el genuino Rey Midas del futbol mundial. Lo que David tocaba se convertía en #BeckhamDólares.

Las empresas de Beckham sacaron cuentas, proyecciones, cálculos y condicionaron a su jefe. “Necesitas estar cinco años en la MLS. Ni uno más ni uno menos. ¿Está la maquinaria lista para ello?”.

Y la maquinaria no era sólo el organismo del prodigioso futbolista. Era también el jugador y su encanto. Su sonrisa y su buen vestir. Su hablar pausado y el coqueteo en la mirada. Sí, la maquinaria estaba lista.

Voltaire decía que deja más fortuna “cuatro lisonjas a la reina que cuatro volúmenes de homenaje al rey”. Y el Galaxy entendió que parte importante del proyecto era la satisfacción absoluta de Victoria Adams y su alter ego: Posh Spice.

Y quedaba claro que el Galaxy estaba en Los Ángeles, y ahí resplandecía, revulsivo, convulsivo, ese apéndice hechizante de glamour y sofisticación que es Hollywood.

Leiweke había allanado los caminos financieros. El Grupo Anschutz había leído la cartilla a la MLS sobre temas de sueldos. El tope salarial en la liga, antes de la llegada de Beckham, era inferior a los $2 millones. Con eso no se pagaban ni el guardarropa ni el sastre de David.

Beckham recibía $29 millones anuales en el Real Madrid. Y Leiweke, tiburón en esas aguas, sabía que, en esa estratósfera salarial, no se negocia mezquinamente por centavos, se ataca con millones de dólares.

Había un apartado dramático: Real Madrid se quedaba con la mitad de los ingresos por venta de la camiseta del jugador, por entonces la más cotizada en el mundo. Nueve millones aproximada y anualmente para cada parte, y la comunidad logística y financiera del inglés vio la gran oportunidad.

Sangre azul sobre el terreno de juego

Tim Leiweke desnudó la estrategia: hacer crecer la imagen de Beckham para que la imagen de Beckham hiciera crecer a la MLS. Motorola, Pepsi, Gillette, Volkswagen, y otros más querían escoltar al nuevo soberano de la MLS.

Después de una presentación fastuosa, dechado de tecnología digital en ese momento, con una repercusión en miles de medios en el mundo, quedaba sólo, aparentemente, un gran desafío: la cancha, que parecía una simpleza cuando el protagonista era uno de los mejores mediocampistas en la historia de Inglaterra.

Ese día, a los 32 años, un hombre de cuidadosa forma de expresarse, debió aprender una palabra en su primer discurso. Habituado a decir futbol (“football”) debió aprender el término “soccer”. Y enarcó las cejas –de esa manera que hacen enarcar las cejas a sus millones de fanáticas— al corregirse en su discurso e incorporar el término “soccer”.

Sufrió. El estilo de juego de la liga, falta de adaptación, el impacto emocional en algunos compañeros y, claro, algunos villanos que no respetaban su linaje y le tundían, más que partido a partido, minuto a minuto de cada partido. Sangre azul derramada en las canchas rupestres de la MLS.

Pero el fenómeno Beckham se universalizaba. El impacto superaba las expectativas. Había ansiedad y revuelo. Reporteros de Asia, Europa, África, Sudamérica, del mundo entero, desfilaban por los estadios de la MLS y concertaban citas para entrevistas.

Abarrotaba las taquillas, los estadios, las transmisiones, los palcos de prensa, las conferencias, los entrenamientos, y era imposible satisfacer la demanda de camisetas, además de que aparecía en todos y cada uno de los programas disponibles, mientras seguía haciendo gala seductora de su inglés y español.

Leiweke tenía razón. La MLS gozaba de cabal salud. La transfusión de sangre azul colocaba a la liga en todos los aparadores. La nobleza colonizaba el balompié estadounidense.

Pero, el futbol seguía esperando. David Beckham no explotaba a los niveles con los que había sometido a Europa. No entraba en ritmo. Incluso, en su debut, ante el Chelsea, en amistoso, recayó de una lesión en el tobillo, sufrida en juego premundialista con Inglaterra ante Estonia, que se agravó en la campaña de coronación con el Real Madrid.

La plenitud no llegaba. Había tensión y molestia. Convulsionaba de rabia su desesperada incursión en el Milán en dos ocasiones, durante el receso de la MLS. Becks quería mantener su protagonismo ante Fabio Capello, y ser considerado para la selección de Inglaterra.

Además, una lesión en el talón de Aquiles, y una rabieta de Landon Donovan en el libro El Experimento Beckham, quien dijo que “a Beckham no le importaba nada”.

“Lo menos que esperábamos de él era que luchara con nosotros. Pero no lo demostró en todo este tiempo, ni en el terreno de juego ni fuera de él”.

No todo es Hollywood, le espetaba Donovan a Beckham, y le exigía que se responsabilizara en la cancha conforme a las expectativas y la expectación que generaba.

Beckham lo reprendió y lo llamó poco profesional. Donovan se disculpó de haberlo dicho, pero no de lo que dijo.

“He jugado 17 años profesionalmente y nadie nunca criticó mi comportamiento como profesional de futbol (hasta ahora). He jugado por Inglaterra por 13 años y he sido capitán más de 50 veces de mi selección y nadie puede cuestionar mi entrega”, respondió entonces Beckham.

Final feliz

Finalmente, la luna de miel llegó.

2011 y 2012, Beckham es determinante en la conquista del título de la MLS, en ambas ocasiones venciendo en la instancia definitiva, al Houston Dynamo.

Al día siguiente del campeonato, se hace oficial la separación de Beckham. Pero el legado ahí quedaba, intacto. Beckham, como lo había esgrimido Tim Leiweke, había catapultado a la MLS y al futbol de Estados Unidos.

En su periplo por la MLS, Beckham debió recolectar cerca de $255 millones, cantidad procedente de patrocinios, estímulos especiales y manejo de imagen. Además donaba $5 millones anualmente a fundaciones filantrópicas.

Pero la imagen de ‘Becks’ sigue siendo de alta cotización. Tiene contrato vitalicio con Adidas por $160 millones, y según diversos sitios especialidades en las fortunas de las celebridades, la Marca Beckham se cotiza en $460 millones.

El exjugador inglés tiene numerosos contratos a largo plazo con empresas como los relojes Tudor, whisky Haig Club, su propia marca de ropa interior H&M, además de convenios con Breitling, Sainsbury's, Armani, Gillette y Pepsi.