<
>

Estados Unidos cerró el Mundial de Clubes con la vista en 2026

La pregunta fue recurrente durante todo el mes: "¿La Copa del Mundo no es el año que viene?". Cada vez que quienes viajamos a Estados Unidos para cubrir este campeonato hablábamos de "World Cup", la mente del estadounidense promedio asociaba el término al gran torneo de selecciones, que se disputará aquí el próximo año. Este simple hecho encierra una doble situación: el Mundial de Clubes no terminó de generar interés, al mismo tiempo que el de combinados nacionales sí se espera con ansiedad.

La coronación de Chelsea en el estadio MetLife le puso cierre a un mes que quedará en la historia del fútbol. Es que esta primera Copa del Mundo de 32 clubes tuvo gran atractivo dentro del campo de juego y también tuvo sus momentos de alegría popular en las calles, sobre todo gracias a los representantes sudamericanos y a los finalistas, que tomaron la ciudad de New York en las horas previas y posteriores al encuentro.

Se dijo varias veces desde estas páginas: el pueblo de Estados Unidos no siente el fútbol del mismo modo que lo sentimos en el resto del planeta. Lo viven como un espectáculo más, con sus atractivos externos y sus estímulos audiovisuales. Necesitan algo más que a los 22 hombres detrás de una pelota. Y este Mundial se lo dio. Por eso, quienes se toparon con alguna imagen del certamen que ganó Chelsea ya imaginan que lo que sucederá en 2026 será todavía más potente.

La final de la Copa del Mundo de selecciones se disputará dentro de casi un año en el mismo estadio en el que jugaron Chelsea y PSG. El MetLife ya tiene su lugar importante en el recuerdo de los futboleros y ese sitio será todavía más grande. En New Jersey saben que junio y julio de 2026 serán diferentes. Cientos de miles de visitantes llegarán y sus habitantes no podrán quedarse ajenos a la fiesta popular más grande del planeta.

¿O sí podrán? El territorio de Estados Unidos es muy vasto y su pueblo muy diverso. Por eso no es tan simple que un evento sea lo suficientemente masivo como para ocupar el interés colectivo sin fisuras. Antes de la final, el equipo digital de ESPN.com salió a preguntarles a los transeúntes de Times Square quién sería el campeón. Solo el treinta por ciento respondió sin dudar. El resto, o no sabía quiénes jugaban o directamente desconocían la existencia de dicho partido.

Los patrocinadores y los medios se han esforzado por llevarles este evento a los estadounidenses. Las típicas carteleras de la zona céntrica de Manhattan por primera vez mostraron imágenes futbolísticas y vendieron con términos hollywoodenses el campeonato de clubes. En las tiendas deportivas, las figuras del Mundial opacaron a las estrellas de los deportes más populares aquí. Es un trabajo largo, pero de cara a 2026 está dando resultado.

La Selección de Estados Unidos despierta un interés relativo aquí. Durante la Copa del Mundo de Clubes se disputó al mismo tiempo la Copa Oro, en la que el seleccionado dirigido por Mauricio Pochettino llegó a la final, que perdió ante México. La noche de ese partido, los clásicos bares deportivos pasaban en sus enormes pantallas un partido de la MLB de los Mets. Solo en alguna que otra televisión se mostraba el clásico de la Concacaf. Esa será otra tarea del próximo año: que la representación con la camiseta patria sea más grande. De esa manera, el torneo todo ganará atractivo.

Los estadios tuvieron una buena cantidad de público. No siempre estuvieron repletos, pero hay que reconocer que son escenarios gigantescos. En el choque entre Chelsea y PSG se rompió el récord de asistencia y la final tuvo un marco acorde a su trascendencia histórica. Chelsea es un equipo con una gran cantidad de hinchas foráneos y PSG es el club del momento. Los protagonistas ayudaron al éxito de concurrencia.

De todos modos, en la Copa del Mundo 2026 se espera que todos los estadios se llenen. Y hay argumentos para creer que es posible. Si al menos por momentos este Mundial de Clubes se vio en las esquinas de la Gran Manzana, podemos imaginar que el año próximo el fútbol será el deporte rey en una tierra en la que jamás pudo serlo.