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La final de la Copa del Mundo se definió por jugadas puntuales

MOSCÚ (Enviado especial) -- Cuando Antoine Griezmann tomó carrera antes del penal, su selección aún no había pateado al arco. Habían pasado ya 38 minutos de la final de la Copa del Mundo y el marcador ya estaba 1-1. El disparo que le dio el segundo a Francia fue el primer remate directo a la valla de Danijel Subasic. Antes del cierre del primer tiempo ya se habían marcado tres goles en el último partido de Rusia 2018, los mismos que en la final más prolífica desde 1986. La principal razón de esto es el impresionante poder ofensivo del campeón del mundo. Su principal virtud.

El conjunto de Didier Deschamps se coronó campeón del mundo en Moscú porque, tal como lo hizo durante todo el torneo, aprovechó cada una de sus situaciones. No le dio oportunidades al rival. No lo dejó ni siquiera soñar con una de esas remontadas que los croatas conocen tan bien. En una final de jugadas y no de dominio territorial el más contundente fue el triunfador. Y hoy no hay seleccionado más poderoso que Francia.

Se puede decir que Croacia manejó los tiempos del encuentro. Que puso el ritmo y, desde la posesión, hizo el gasto. Incluso, que mereció más suerte en su primera definición mundialista. Todas estas son afirmaciones más o menos evidentes. Sin embargo, nadie puede cuestionar que el campeón fue el mejor no solo de la final sino de todo el campeonato. Francia logró compatibilizar una buena defensa, un mediocampo sólido y con juego y una delantera letal. Es una tarea casi imposible para cualquier seleccionador.

Se dijo que fue un partidazo que se definió por situaciones puntuales, por momentos. El primero fue a los 18 minutos de juego. Croacia jugaba mejor de la mano de Ivan Rakitic y de Marcelo Brozovic y Francia le cedía el control de la pelota. Entonces, Griezmann fabricó una falta muy discutible en el mismo sitio del centro contra Uruguay y volvió a poner un pase perfecto, que solo necesitó de un roce para convertirse en el 1-0. Casi sin quererlo, Les bleus se encontraban en ventaja.

Como lo hizo en toda la fase de eliminación directa, el cuadro de los Balcanes reaccionó y fue a buscar el empate con coraje. Entonces, llegó el segundo momento clave. Luka Modric envío un pase largo y luego vinieron tres cabezazos en el área y un gran control de Ivan Perisic antes de marcar el 1-1. Justo cuando los galos se preparaban para liquidar el juego llegó la igualdad y justo cuando Croacia había recuperado confianza vino el penal de Griezmann.

Momentos. Como el que ocurrió en el inicio del segundo tiempo, la enorme atajada de Hugo Lloris ante un remate de Ante Rebic. El arquero de Tottenham se equivocó feo, pero fue vital para sostener a su equipo no sólo en este partido sino en todo el Mundial. Pocos minutos después llegó el pase que empezó a definir la Copa del Mundo. Paul Pogba, desde su propio campo, habilitó a Kylian Mbappé, quien desbordó por enésima vez y vio a Griezmann en el centro del área. Un par de jueguitos de Antoine y pase atrás para... Pogba. El mediocampista de Manchester United marcó el tercer tanto y le dio a Francia la segunda estrella.

Fue una final jugada, no sufrida. La tensión que se puede ver fácil en este tipo de partidos hoy no estuvo en Luzhniki. Ambos exhibieron sus mejores armas, las que lo llevaron al partido más importante de todos. No hubo nerviosismo. Hubo errores y virtudes pero no fueron producto de la presión externa, sino del juego en sí mismo. Se quedó con el trofeo más deseado el equipo que mejor entendió cómo debía jugar estos siete partidos. El que mejor supo aprovechar los momentos. Ahora, a bordar la segunda estrella arriba del gallo.