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El empate ante Perú en La Bombonera que dejó a Argentina afuera del Mundial de México 1970

La gran actuación de Agustín Mario Cejas no alcanzó para la clasificación de Argentina Archivo

El Mundial de 1978 fue el que le dio a la Argentina su primer título. Uno de los partidos más recordados de ese certamen fue sin dudas el 6 a 0 de los dirigidos por el Flaco Menotti ante Perú. Una goleada histórica para meterse en la final ante Holanda, que luego la albiceleste ganaría por 3 a 1 en el tiempo suplementario.

Pero como dicen el tango, primero hay que saber sufrir… Y la Argentina, antes de ese choque memorable ante los peruanos, sufrió. Y vaya si lo hizo. El 31 de agosto de 1969, en La Bombonera y por la última fecha del Grupo 1, empató 2 a 2 ante Perú y se quedó afuera del Mundial de México 70.

Un duro golpe que todavía en la actualidad duele, a pesar del paso de los años. Un golpe que, tal vez, haya sido el detonante para que años más tarde se dejara la improvisación permanente y se construyeran planes de trabajo serios y a largo plazo. No siempre se cumplieron en los últimos tiempos, es cierto, pero lejos está hoy el fútbol argentino de esos tiempos de intervenciones en la AFA e incertidumbre total.

El partido en La Bombonera era decisivo. Una final. Argentina debía vencer sí o sí a Perú para llegar a un desempate y pelear por la única plaza que el grupo otorgaba para llegar a México.

El estadio xeneize, explotaba. Es cierto, el equipo no daba mucho margen para la esperanza. Dos derrotas como visitante (3 a 1 ante Bolivia y 1 a 0 contra Perú) y un triunfo sin mucho brillo contra Bolivia, de local, por 1 a 0, había sido la magra cosecha. Apenas dos puntos en tres partidos dejaron al conjunto albiceleste al borde del abismo.

El hincha, apasionado y soñador, se ilusionaba con una victoria. Perú era un buen equipo, pero vencerlo de local no parecía imposible. Desde temprano las tribunas de La Bombonera comenzaron a llenarse. Había clima de final. Y mucha tensión.

La Argentina, dirigida por Adolfo Pedernera, formó con: Agustín Cejas; Luis Gallo, Roberto Perfumo, José Albrecht, Silvio Marzolini; Juan Carlos Rulli, Carlos Pachamé; Angel Marcos, Miguel Brindisi, Héctor Yazalde y Aníbal Tarabini.

Perú, con la conducción del brasileño Didí, lo hizo con: Luis Rubiños; Eloy Campos, Orlando de La Torres, Héctor Chumpitaz, Rafael Risco; Luis Cruzado, Roberto Chale, Julio Baylón, Pedro León, Teófilo Cubillas y Oswaldo Ramírez.

Los equipos se dirigieron al campo de juego. Una estruendosa ovación los recibió a los dos. Estaba pautado que los peruanos debían salir después que los argentinos, pero el DT brasileño no quería que se sintieran intimidados con los silbidos y los gritos de un estadio que se encontraba en estado de ebullición. Pícaro, aprovechó la distracción de los organizadores y mandó al mismo tiempo a sus jugadores. “Así no nos silbaron, y salimos como si tuviéramos el apoyo de la gente”, reconocían los futbolistas visitantes.

Como era de esperarse, Argentina salió a buscar el partido. No le quedaba otra opción. Y lo hizo. Pero los nervios estaban a flor de piel. Costaba encontrar espacios ante un rival que se defendía bien. Y que esperaba con hambre las contras.

La gente alentaba en las tribunas esa tarde de agosto, pero el que marcaba el ritmo del partido y lo dominaba psicológicamente era Perú. “Yo no estoy acostumbrado a perder finales, y esta, señores, es una final”, les había dicho el brasileño Didí a sus dirigidos antes de saltar al campo de juego.

El primer tiempo terminó sin goles. Pero ya se sentía que Cachito Ramírez, el temible delantero peruano, ganaba con facilidad la franja derecha de la defensa donde marcaba Gallo. El toque de Perú ante la desesperación argentina se empezó a sentir cada vez más con el correr de los minutos.

Si Perú no se puso en ventaja en esos primeros 45 minutos iniciales fue pura y exclusivamente por las magistrales intervenciones del arquero Cejas. El hombre de Racing tapó al menos cuatro mano a mano con destino de gol, frente a una defensa que se encontraba desbordada.

Mientras la Argentina chocaba una y otra vez en el ataque, cuando la pelota llegaba al campo albiceleste era una puñalada para la defensa y una amenaza de gol permanente.

Finalmente, a los 18 del complemento llegó el primer mazazo. Ramírez arrancó en velocidad por el sector izquierdo del ataque, superó la marca de los defensores y definió ante la salida de Cejas: 1 a 0.

Quedaba mucho todavía por delante. La Bombonera hervía y Argentina no podía, pero el árbitro chileno Rafael Hormazábal vio un penal que no existió por una supuesta falta de De la Torre a Rendo, ingresado en el segundo tiempo. Albrecht lo transformó en gol. Sangre fría para el jugador de San Lorenzo: corta carrera, un pequeño amague y la pelota en el ángulo derecho del arquero. Inatajable. 1 a 1. Parecía que la victoria era posible, pese a todo. Quedaban 10 minutos.

Pero la esperanza duró poco. A ocho del final, otra vez por el sector izquierdo del ataque peruano, llegaría el segundo gol. Casi desde una posición similar a la del primero, pero más pegado hacia el medio, Ramírez a pura velocidad dejó en el camino a Gallo y llegó mano a mano ante Cejas, para poner el 2 a 1.

El encuentro era dramático. Y con suspenso hasta el final. Sobre la hora, Rendo hizo una gran jugada, dejó a un par de rivales por el camino y tras un rebote en el palo luego de la salida del arquero, anotó el 2 a 2. Pero no alcanzaba, y casi no había tiempo.

Sin embargo, faltaba algo más: jugada a todo o nada, la Argentina fue por la hazaña. Un centro desde la izquierda cayó en el corazón del área peruana, Brindisi cabeceó ante la floja salida del arquero y convirtió el gol: el estadio se venía abajo. No eran tiempos de VAR y de tecnología. ¿Gol? No, mientras todos los argentinos festejaban, el árbitro anuló el tanto por infracción del hombre de Huracán, tras cargar de manera ilegal contra el arquero Rubiños.

No fue un buen arbitraje el del chileno Hormazábal, en un partido caliente, cortado, con muchas discusiones de los jugadores, que tampoco se la hicieron fácil. Todavía hoy se discute su accionar, desde ambos países. Debió expulsar a Chale por tratar de agredir a Rulli al final del primer tiempo, dicen los argentinos; el penal fantasma que le cobró a Rendo, dicen los peruanos, les permitió a los locales seguir en carrera cuando el partido parecía terminado.

Lo cierto es que a la distancia, en esa jugada de Brindisi del final, dio la sensación que el juez estuvo acertado. Y se animó a tomar una decisión clave en una Bombonera que temblaba y realmente daba miedo.

El partido terminó 2 a 2. Por suerte, en las tribunas no hubo incidentes. Mientras los peruanos se juntaban en la cancha para celebrar una clasificación histórica, y sus gritos retumbaban en todo el estadio, la gente se fue con tranquilidad a sus casas. Pero con mucha desilusión: por primera vez la Argentina no se clasificaba a un Mundial luego de ser eliminada.

“Después del partido la tristeza era tremenda. Yo nunca había visto algo así. Pedernera fumaba en un rincón del vestuario sin hablar con nadie. Yo me fui a duchar y cuando salí, no quedaba nadie. Me fui caminando solo desde la cancha, en La Boca, hasta mi casa de Pompeya. Llegué, dejé el bolso, me metí en la cama y me fui a dormir”, recordaba Rendo.

Como la mayoría de los argentinos, Rendo quiso olvidar rápido lo que sería una de las grandes manchas futbolísticas de la Selección argentina.