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A 31 años del milagro: el día que Argentina eliminó a Brasil

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Maradona recuerda como tenía el tobillo en Italia 90 (1:09)

El 10 se infiltró para poder jugar los cuartos de final ante Brasil. (1:09)

Suele decirse que el Mundial de 1990 fue una pesadilla para la Argentina. Que se jugó muy mal. Que el equipo estaba diezmado, con Maradona y su tobillo como una pelota de tenis. Que los planteos de Bilardo eran muy defensivos. Probablemente, muchas o todas estas afirmaciones sean ciertas.

Pero también es cierto que ese Mundial quedó en la historia de los argentinos, no sólo porque pese a todo se logró el subcampeonato, sino por algunos partidos memorables.

Uno de ellos fue el que se jugó el 24 de junio de 1990 por los octavos de final. Frente a frente, estaban Argentina y Brasil. Un clásico sudamericano y sin dudas uno de los encuentros con más rivalidad a nivel selecciones del mundo.

A pesar de la paridad que existía en el historial, de la presencia de Maradona y de que la albiceleste llegaba como la campeona defensora del título, el gran candidato a quedarse con ese duelo era Brasil. No había ninguna duda.

La Argentina llegaba en un momento pésimo. El comienzo del Mundial había servido como muestra de lo que se vendría. Una histórica caída ante Camerún por 1 a 0 en el debut fue el fiel reflejo de una Selección sin ideas de juego, con jugadores que estaban lejos de su mejor forma física y con un Maradona, el conductor y caudillo del equipo, casi en una pierna.

Luego de la derrota con los africanos, la recuperación llegó a partir del 2 a 0 ante Rusia y un empate por 1 a 1 muy sufrido frente a Rumania. Los tres puntos obtenidos sirvieron para arañar el tercer puesto, que en ese momento les permitió a los argentinos entrar en los octavos de final.

En resumen, un partido ganado, otro empatado y uno perdido; tres goles a favor, dos en contra. Y un funcionamiento colectivo que estaba muy lejos del ideal.

Del lado de enfrente, en la previa, la alegría era toda brasileña. La verdeamarelha llegaba invicta. Puntera en su grupo tras ganar los tres partidos disputados: 2 a 1 a Suecia, 1 a 0 a Costa Rica y 1 a 0 a Escocia dejaron como líderes cómodos a los dirigidos por Sebastiao Lazaroni.

Más allá del presente de cada uno, estaba claro que Brasil no quería medirse con la Argentina. Los de Lazaroni habían hecho muy bien las cosas en la fase de grupos para evitar un rival de riesgo, y debieron enfrentarse a los de Bilardo, que entraron por la ventana y como mejor tercero de su zona.

La Argentina formó con: Sergio Goycochea, Oscar Ruggeri, Juan Simón, Pedro Monzón, Julio Olarticoechea, José Basualdo, Ricardo Giusti, Pedro Troglio, Jorge Burruchaga, Claudio Caniggia y Diego Maradona.

Brasil salió a la cancha con: Claudio Taffarel, Ricardo Gomes, Ricardo Rocha, Jorginho, Branco, Dunga, Mauro Galvao, Alemao, Valdo, Müller y Careca.

UN BAILE A LA BRASILEÑA

Lo que se vio en el primer tiempo fue un monólogo absoluto de Brasil. En el barrio, en el picado, se lo llama baile. A secas. Si Brasil no se fue en ventaja en esos primeros 45 minutos fue por falta de precisión en los tramos finales, porque generó muchas situaciones de gol. Para todos los gustos.

Muller lo tuvo solo ante el arquero y definió desviado tras un pase de Valdo; Careca se lo perdió mano a mano ante Goycochea, quien tapó con sus piernas el gol; un centro de Branco desde la izquierda terminó con un cabezazo de Dunga que dio en el palo; un tiro de esquina cruzó el área chica del equipo argentino y de milagro el balón no fue conectado por un rival; un pase atrás mal dado por Giusti casi termina en gol, luego de que Careca no pudiera definir con claridad.

La pelota salía del área de la Argentina y volvía casi de inmediato. Pegaba en el palo. Por centímetros no era empujada por un brasileño para el gol. La diferencia de velocidad en los jugadores rivales era notoria. Los argentinos no llegaban a tiempo a los cruces, Maradona no podía casi tener contacto con el balón…

Los dirigidos por Lazaroni eran una máquina de presionar, ganar rebotes y generar situaciones en una línea de fondo desbordada por todos lados. Al mejor estilo de Brasil, la pelota la tocaban todos, de una punta a la otra del campo de juego.

“En el primer tiempo nos pelotearon, mal. No salía la pelota, no había un córner, no podíamos dar dos pases seguidos. Nos podrían haber hecho dos, tres goles, tranquilamente”, decía Caniggia, más tarde uno de los héroes del encuentro.

De manera increíble esa primera mitad terminó empatada 0 a 0. Tal vez fue un guiño del destino para los argentinos, que ya podrían haber estado eliminados luego de esos 45 minutos para el olvido, y sin embargo se fueron al vestuario con la valla invicta.

LA “CHARLA” DEL NARIGÓN

Tras el pitazo del árbitro los jugadores argentinos se fueron al vestuario con la cabeza gacha, sabiendo que el 0 a 0 era muy generoso por lo que habían hecho dentro del campo de juego.

Sentados, tratando de recuperar piernas y energía, pero sobre todo ánimo, todos estaban esperando las indicaciones del entrenador. Se sabía que Bilardo, técnico obsesivo y detallista como pocos, tenía muchas cosas para hablar y para corregir.

“No hablaba nadie, era como un funeral. Todo estábamos callados, porque sabíamos que habíamos jugado muy mal”, recordaba Ruggeri.

El silencio era cada vez más largo. Pero nadie hablaba. Se acercaba el momento de salir a la cancha y Bilardo no había formulado ni una palabra. Los jugadores empezaron a mirarse extrañados…

Hasta que llegó el aviso de que debían volver al campo de juego para disputar el segundo tiempo. En ese momento, cuando los futbolistas estaban saliendo rumbo al túnel, por fin el Narigón habló: “Ah, muchachos, una cosa nada más: si les seguimos dando la pelota a los de amarillo, vamos a perder”.

Muchas veces se habla de cómo trabajan los técnicos en los entretiempos, de cómo motivan, de las indicaciones tácticas que dan para revertir un resultado o un escenario adverso. Las palabras de Bilardo y lo que ocurrió en ese vestuario muestran que no existe la fórmula perfecta, el gran secreto para torcer el rumbo del partido.

UNA LEVE RECUPERACIÓN

El segundo tiempo siguió teniendo dominio brasileño. Pero la Argentina, al menos, mostró signos de estar vivo. De todos modos, hubo nuevamente clarísimas situaciones para los de Lazaroni.

Un centro de Careca que no pudo desviar bien Goycochea pegó en el travesaño; enseguida, tras esa jugada, Alemao tomó el rebote y sacó un remate tremendo que rebotó en el palo; un centro de Muller terminó con un cabezazo de Careca que se fue muy cerca del travesaño.

Pero de alguna manera, empezó a mermar el asedio de Brasil. Sin dudas el desgaste físico, el fastidio por la falta de gol y el paso del tiempo pudo comenzar a influir en el ánimo de los jugadores. Luego de tantas situaciones claras el partido seguía empatado y de seguir así, llegaría el tiempo suplementario.

Y enfrente estaba la Argentina, con Maradona y su tobillo totalmente inflamado, pero siendo Maradona al fin, y un Caniggia rápido y atento por contar con alguna contra y aprovechar los espacios.

A diferencia de la primera mitad, la albiceleste comenzó a llegar con peligro al arco rival. Burruchaga había probado los reflejos de Taffarel con un muy buen remate que el arquero mandó al tiro de esquina. Y un buen pase de Maradona a Calderón terminó con un cruce providencial de un defensor brasileño cuando el argentino quedaba mano a mano con el arquero.

EL MOMENTO GLORIOSO

Hasta que llegaron los 35 minutos del complemento. Maradona agarró la pelota en el centro del campo de juego, del lado argentino, y en un movimiento eliminó a dos rivales. En una carrera fantástica, con la pelota dominada, dejó en el camino a Alemao y a Dunga y encaró decidido hacia el arco de Brasil.

Por la izquierda, lo acompañaba Caniggia. En el momento preciso, con la sapiencia de los grandes, el 10 metió el pase justo para habilitar al Pájaro. Caniggia, quien venía haciendo la diagonal, no perdonó: dominó el balón, amagó, dejó en el camino a Taffarel y con el arco vacío clavó un golazo para el 1 a 0.

Increíble, por todo lo que había pasado en el partido. Por la enorme superioridad de Brasil, pocas veces vista en un certamen de estas características.

El gol, por supuesto, se celebró muchísimo. En las tribunas, en el banco de suplentes, en la cancha. Pero llamó la atención que el goleador, Caniggia, lo gritó como si hubiera sido un tanto más. Como si no estuviera en un Mundial, en un mano a mano ante Brasil, y marcando después de todo lo que se había sufrido.

“Nunca fui de celebrar los goles corriendo por toda la cancha. Pero en ese caso, festejé sabiendo que faltaban 10 minutos y Brasil se nos iba a venir otra vez con todo”, reconocía el Pájaro. Hace poco, el propio Maradona cargó a su amigo por cómo celebró ese tanto: “No podés festejarlo así hdp… yo todavía lo estaría gritando”.

UN FINAL DRAMÁTICO

Pero Cani tenía razón: Brasil iba por todo. Se estaba quedando afuera del Mundial de manera increíble, cuando era claro favorito, con jugadores de la talla de Branco, Valdo, Alemao, Careca, Dunga… Y los minutos finales volvieron a ser un monólogo furioso de los pentacampeones.

Fueron momentos dramáticos, porque Brasil iba con lo poco que le quedaba y la Argentina seguía siendo un rival flojo en defensa. Pero al mismo tiempo, ahora buscaba aprovechar la desesperación del rival para ir por el segundo tanto.

Un centro al área argentina y un mal rechazo de Monzón dejaron solo a Muller, quien remató desviado desde una posición inmejorable.

En una de las contras argentinas, Ricardo Gomes vio la roja por una falta contra el Pepe Basualdo, quien se iba derecho hacia Taffarel. Pero el resultado no cambió. Argentina ganó 1 a 0 en un partido que por cómo se vivió fue festejado como un título.

“Pocas veces celebré tanto, me acuerdo que di la vuelta olímpica besándome la camiseta… Los brasileños lloraban… Tenían un equipazo, esa es la verdad, pero nosotros teníamos a Maradona y a Caniggia”, recuerda Ruggeri.

Los de Maradona habían logrado el milagro: los daban por muertos, con un pie afuera del Mundial, pero demostraron estar más vivos que nunca. Tras vencer a Yugoslavia por penales, en las semifinales dejarían en el camino también desde los 12 pasos nada menos que a Italia, el local y el otro gran favorito.

Pero esa ya es otra historia.