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Mientras figuras como Mbappé y Lewandowski dan sus opiniones, ¿el fútbol se acerca a un punto de quiebre?

En términos futbolísticos, Kylian Mbappé es un fenómeno. Lo mismo va para Robert Lewandowski. Thomas Delaney tiene la oportunidad de ayudar a Sevilla a conseguir su primer título de LaLiga desde 1946, mientras que su compañero en la selección de Dinamarca, Simon Kjaer, recibió una merecida mención especial en la ceremonia del Balón de Oro de este año.

Un joven francés ganador de la Copa Mundial, un polaco que hizo trizas las tablas de goles de la Bundesliga y dos semifinalistas de la Eurocopa 2022, con Kjaer ayudando a salvar la vida de su compañero Christian Eriksen en ese torneo. Tienen diferentes experiencias, juegan en cuatro ligas diferentes, tienen distintas edades y personalidades.

Pero todos hablaron recientemente con una sola voz al abordar la forma en que su deporte se pierde en el impulso egoísta de exprimir más y más, mientras escuchan cada vez menos a los jugadores, los protagonistas principales, sin los cuales no habría una industria multimillonaria.

Vivimos en tiempos extraordinarios, es cierto. Hacer frente a la primera pandemia que la mayor parte del mundo del deporte ha tenido que afrontar, y hacerlo de forma segura, es una tarea difícil y sigue siendo un trabajo en progreso. Además, acabamos de arrancar el primer año en el que una Copa del Mundo, que se suponía que se llevaría a cabo en junio y julio, trastocará un calendario de fútbol europeo que ya está a punto de estallar al celebrarse en noviembre y diciembre, con todo el efecto dominó que causará.

También vivimos en una época en la que la dirigencia del fútbol, hombres blancos, en gran parte miopes, sordos y codiciosos de mediana edad, parecen obsesionados en exprimirle sin piedad más producto, más tensión y más estrés al deporte, independientemente de lo que los jugadores y entrenadores piensan, e independientemente del daño que estas propuestas egoístas puedan infligir.

Está la propuesta Copa Mundial cada dos años, con la Eurocopa intercalada, lo que presagiaría un ciclo de estos dos enormes torneos de fútbol cada verano. Los organizadores de competiciones como la Copa América y la Copa Africana de Naciones estarán atentos para ver si estas ideas reciben luz verde, para poder copiarlas. La CONMEBOL, la confederación sudamericana, supuestamente ya tiene un acuerdo para que los 10 países se unan a la Liga de Naciones de la UEFA a partir de 2024, en conflicto directo con una Copa Mundial bienal.

El Mundial 2022 se celebrará en un país, Qatar, que demostró ser incapaz de realizar la competición en los meses que prometió durante el proceso de licitación; un país donde se ha infligido un daño escandaloso a la mano de obra contratada para construir los estadios. Es un Mundial sobre el que Delaney, en un reciente documental de la televisión danesa, dijo: "Cualquier futbolista al que le preguntes dirá que es un desastre. Al menos, esa es mi opinión. No creo que nadie en nuestro equipo piense que es una buena idea. Para mí es una mala idea en todos los sentidos. Ojalá fuera diferente. Todo se trata de dinero. Como está diseñado ahora, los jugadores no tienen voz".

Estuvo la Superliga Europea, mal construida, mal dirigida, anunciada de manera vergonzosa por un puñado de clubes de Inglaterra, Italia y España, y lanzada de manera asombrosamente inepta ante un público de fútbol hostil antes de reducirse, casi instantáneamente, a un flácido y vergonzoso desastre.

Cada una de estas iniciativas actuales requiere que los jugadores brillen. Compitan. Produzcan habilidades únicas y exquisitas, que generen dramatismo e inspiren a los fans para que los clubes, las asociaciones, los órganos de gobierno y los patrocinadores puedan recaudar cada vez más dinero. Y la temática común, junto con la codicia, la visión miope (y, con suerte, el fracaso) es que no se consulta a los jugadores. Ninguno de los que están obsesionados con descubrir cuánto estrés puede soportar la gallina de los huevos de oro antes de que deje de producir huevos de oro parece preocuparse un carajo por las opiniones de los futbolistas y entrenadores.

Lewandowski y Mbappé, hablando en la Conferencia Deportiva Internacional de Dubái a fines de diciembre, lo dejaron en claro. El hombre de Bayern Múnich dijo: "No soy un fanático de esta idea de una Copa Mundial cada dos años. Tenemos muchos partidos, muchas semanas difíciles cada año. No sólo los partidos, sino la preparación para cada partido, cada pretemporada, cada torneo.

"Si quieres algo especial, algo diferente, necesitamos un descanso. No es suficiente tener dos o tres semanas cada verano. Si queremos jugar un Mundial cada dos años, cabe esperar que el tiempo que los jugadores rendirán a un alto nivel se reducirá. Quizás a cinco, seis o siete años. De lo contrario, es imposible: no solo para el cuerpo sino también para la mente.

"Si quieres jugar fútbol [de alto nivel] durante más de 10 años en tu carrera, necesitas descansos. Es imposible jugar un Mundial cada dos años y tener un alto rendimiento. Los jugadores necesitan tiempo libre para relajarse".

Mbappé también fue claro: "Estoy de acuerdo con Robert con respecto a la performance. Ya jugamos 60 partidos al año. Tienes la Euro, La Copa del Mundo, la Liga de Naciones – tantas competencias. Estamos felices de jugar, pero cuando es tanto, es demasiado. Necesitamos recuperarnos. Tenemos que relajarnos en algún momento.

"Si las personas quieren ver 'sólo algunos partidos' por televisión, por supuesto, vamos a jugar. Pero si quieren ver partidos de calidad, ver la emoción que hace que el fútbol sea tan hermoso, entonces tenemos que respetar la salud de los jugadores”.

Por el momento, estos dos enormes talentos se enfocaron en la diferencia entre los futbolistas de elite frescos, inventivos, audaces y creativos, y el entreteniendo que pueden proporcionar los jugadores agotados, disgustados y consumidos en los torneos internacionales cada verano.

Por supuesto, sus palabras han resonado al lado de imágenes, como la de 2021, de un Sergio Agüero saliendo del Camp Nou con dificultades para respirar y, pocas semanas después, viéndose forzado al retiro a causa de problemas cardíacos. Y también de la imagen más chocante de todas: la de Eriksen el 12 de junio habiendo quedado tan cerca de la muerte dentro de la cancha en Copenhague mientras que Dinamarca enfrentaba a Finlandia.

"Puedo ver las cosas en perspectiva para saber qué es lo más importante y qué no es tan relevante", dijo Kjaer hace poco. "Christian está bien, por lo que puedo aceptar la situación y disfrutar de las cosas. Y en eso encuentro paz – cuando hablo con Christian y sé que está bien.

"Con respecto al fútbol, es muy loco que haya un contraste tan marcado entre lo que podría decir fue mi año más impresionante y a la vez tener a uno de los mejores amigos tendido 'muerto' sobre una cancha de fútbol".

Y mientras que Eriksen ha dicho públicamente que quiere regresar a la acción y jugar en el Mundial, continúa mostrando una tendencia preocupante. Sólo los médicos calificados podrían vincular o descartar alguna correlación directa entre las exigencias actuales que experimentan los jugadores de elite y algunos de estos dos eventos o la secuencia de problemas de desvanecimientos o dificultades respiratorias que han sufrido los jugadores a lo largo de Europa durante la segunda parte del año.

Hubo muchas situaciones. Una fue la del defensor sueco de Manchester United, Victor Lindelof. Seguramente todos la recordarán – hace un par de semanas contra Norwich City. "Victor tuvo problemas para respirar y su frecuencia cardíaca estaba más alta de lo normal", dijo el entrenador de United, Ralf Rengnick, después del partido. "Estaba un poco impactado".

Pero independientemente de cómo se los diagnostique, todos estos incidentes nos recuerdan algo que las personas que están al mando en el fútbol parecen haber olvidado. Los futbolistas son seres humanos comunes y frágiles bajo presión. No son robots. No son commodities.

En este momento, parecería que las cosas se han salido un poco de control. Contra el trasfondo corporativo de los grandes poderosos intentando revolucionar por completo la frecuencia de los torneos internacionales, hay una creciente falta de tolerancia y falta de decencia humana con los clubes que piden que los partidos sean pospuestos porque su staff, tanto técnico como los jugadores, han sido afectados por el coronavirus. Parecería que ahora esperamos que los jugadores y el cuerpo técnico manejen la situación estresante de haber sido diagnosticados con COVID-19, psicológica y físicamente como si nada hubiese sucedido.

Ahora, la dinámica parecería ser de la siguiente manera: diagnóstico positivo, algunos días ausentes de los entrenamientos, y luego de regreso a la línea de producción para seguir con los partidos y los viajes cada tres días como si no hubiese un solo rastro del impacto que la enfermedad puede producir a corto, mediano o largo plazo. Tanto mental como físico. Y, por favor, seamos honestos, la mayoría de nosotros somos cómplices de esta situación. Si eres fanático de algún equipo, si por lo general vives y respiras fútbol... incluso si sientes que tu vida es dura, si te sientes esclavizado, y ver fútbol por televisión (o en el estadio) es tu panacea, es comprensible que la idea de un fútbol atractivo que nunca para sea atractiva. Hasta quizá se sienta como algo esencial.

Pero todos nosotros -- fanáticos, periodistas, sponsors, presentadores – necesitamos ser consumidores más vocales. Es momento de dejarles claro a los que manejan los clubes más importantes, los que dirigen la FIFA, la UEFA y las demás confederaciones, que nosotros apoyamos los derechos de los jugadores a no tener que jugar tres partidos por semana para los clubes y los seleccionados nacionales durante todo el año, temporada tras temporada, con la creciente tendencia de dos o tres semanas libres en el verano.

Hacer un plan priorizando el bienestar físico y mental de los hombres y las mujeres que nos entretienen tan magníficamente con sus hermosas actuaciones en este deporte, debería ser fundamental, y algo que los fans y los medios tienen tanto el derecho como la obligación de exigir.

Y, por encima de todo, si pretendemos ver actuaciones frescas, dinámicas, excitantes, inventivas y dramáticas cuando vamos a las canchas o cuando encendemos los televisores, entonces deberíamos prestar más atención a lo que tienen para decirnos grandes triunfadores inteligentes, cosmopolitas y multilingües como Mbappé y Lewandowski cuando nos advierten que están exhaustamente sobrecargados. Lo primero que perderemos, si no mostramos más sentido común y empatía, será la calidad que se exhibe en este deporte que todos adoramos tanto.