Fútbol Americano
Rafa Ramos, Analista ESPN Deportes Digital 2y

Garrincha y Maradona, escorpiones y mellizos

LOS ÁNGELES -- Garrincha (28 de octubre de 1933). Maradona (30 de octubre de 1960). Ambos a la sombra de Pelé (23 de octubre de 1940). ¿O acaso, ambos, mejores que Pelé? Lo cierto es que ambos fueron escorpiones de su propio destino.

La ociosidad, los nigromantes y los astrólogos buscan explicaciones en las estrellas. El signo zodiacal Escorpión se asocia con la autodestrucción. Mientras más poderoso y testarudo es su espécimen, más propenso está al autoflagelo, a la inmolación de sí mismo.

Garrincha y Maradona convivieron en un paralelismo, desde su portento como futbolistas, hasta los infiernos que ellos mismos engendraron. Cada uno llevó a cuestas su Sodoma y Gomorra.

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A Garrincha lo mató la cachaza, un licor brasileño, y una vida de excesos. El organismo del Diego, un día se colapsó: de tanto querer vivir, no aprendió a sobrevivir.

A su modo, ambos querían y creían reconstruirse cada día, pero la autodestrucción incuba la necedad de sentirse inmortales. Garrincha tenía el hígado destrozado a los 49 años. Diego Armando Maradona, a los 60, había alargado una vida que se le escapó y regresó sofocada en abril de 2007. Contorsionarse, al borde del precipicio de la autodestrucción, parecía, para ambos, un requisito. El síncope antes que el aburrimiento.

GENIOS…

“El ángel de las piernas torcidas”. “La alegría del pueblo”. Así place a Brasil hablar del número 7 de Botafogo. El registro civil de Pau Grande, consigna: Manuel Francisco Dos Santos. La enorme pila bautismal del futbol lo rememora como Garrincha. Y la inmortalidad lo acoge así también. Manuel Francisco dos Santos nació preparado para cargar con ese apodo de Garrincha, un esperpento de pájaro, un adefesio, que encajaba con ese mocoso escuálido, patizambo, afectado además por poliomielitis, la columna vertebral maltrecha, y con la pierna derecha seis centímetros más corta.

Al igual que Maradona, vivió en la pobreza. La diferencia fue que el padre de Garrincha era alcohólico, y el de Diego, una bestia sobreviviente del trabajo agobiante y mal pagado, pero quien, agotado, hambriento, cansado, pero amoroso, vivía el mejor momento haciendo ese viaje de dos horas para llevar a su hijo al sembradío de los Cebollitas de Argentinos Juniors.

Viviendo épocas distintas, pervivían de una manera similar. Maradona explicaba en un documental que “jugaba el domingo, me perdía de lunes a jueves, el jueves me presentaba a entrenar y a ponerme en forma para el domingo”.

Ese cíclico, feliz y lúdico cinismo, era similar con Garrincha, quien además era asediado por las figuras femeninas de su tiempo, en especial viviendo tormentosos pasajes de amor y odio, de sadomasoquismo, con la vedette más cautivante de Brasil, Elza Soares, a quien conoció durante el Mundial de Chile en 1962.

Y aquello de ganar un mundial “solo”, encaja perfectamente en los paralelismos entre Garrincha y Maradona. Rodeados de buenos jugadores, pero cada uno, en su momento, se convirtió en el poderoso artífice de la proeza.

En 1962, los checoslovacos acribillan a Pelé. No pudo seguir jugando en el Mundial de Chile. Y entonces, Garrincha se hizo cargo. Fue la figura determinante ante Chile, y en la Final, enfrentando de nuevo a Checoslovaquia.

En México ’86, la épica de Argentina tiene un protagonista absoluto. Una belleza el primero del torneo ante Italia, los dos que marca a Bélgica, y el pase para el tanto decisivo de Burruchaga en la Final ante Alemania, pero todos se marchitan en espectacularidad ante la canallada de “La Mano de Dios”, y el segundo gol a Inglaterra, dejando en el césped, vencida, frustrada, humillada, a la guardia real: Hoddle, Reid, Sansom, Butcher, Fenwick y Shilton.

TAHÚRES...

Y hasta la trampa los hermana a Garrincha y a Maradona, en esas sublimes actuaciones en Copa del Mundo.

Ante Chile, Garrincha sale expulsado, al vengarse de la gran cantidad de patadas recibidas. Se perdería la Final ante los checos. Pero, el entonces delegado de Brasil, era también parte de la Comisión de Arbitraje de FIFA. El tipo pidió al árbitro del juego, el peruano Arturo Yamasaki, que no reportara en su cédula la expulsión de “Mané”. Y así ocurrió.

La Comisión Disciplinaria revisó la cédula arbitral, que entonces era el acta constitutiva del juego, inviolable e inalterable. En el legajo, no aparecía la expulsión de Garrincha, por lo tanto podría jugar la Final ante Checoslovaquia, que se enteró de la jugarreta, el misma día del partido, cuando vio a aquel patizambo listo para desatar jaquecas.

Y “el ángel de las piernas torcidas” entregó las ofrendas del gol a Zito, Amarildo y Vavá, para vencer 3-1 a los checos, dar a Brasil la segunda copa del mundo Jules Rimet, luego de conquistarla en Suecia 1958.

En México ’86, Maradona hizo de las suyas. Ante Inglaterra, “el juego más importante de todos”, como diría el mismo Diego, supera con un puñetazo al portero Peter Shilton, y el balón termina en la red. 20 centímetros más pequeño que el arquero inglés, encontró la única manera de vencerlo. “La mano de Dios”, explicaría después.

El arbitro tunecino Alí Bin Nasser, confesaba hace tiempo que aún despertaba con pesadillas y sudoraciones, a raíz de ese gol, que se convirtió en una calamidad que le acompañó el resto de su menguante carrera. En 2015, Maradona lo visitó para entregarle una camiseta de Argentina, autografiada, con el 10 en la espalda, como un detalle para “mi amigo de toda la vida”.

Y una más. Coronada campeona del mundo, tras vencer a Alemania en la Final, y después de la ceremonia de premiación, Argentina debía ir al control antidopaje. Ahí, esperaba el doctor Jorge Pérez Teuffer, responsable del área. Diego había salido sorteado, pero, Julio Grondona había organizado la hégira maradoniana.

Ya la FIFA tenía sospechas. El mismo Diego declararía después que había comenzado el consumo de cocaína “desde 1983, jugando para el Barcelona”. “Nunca llegó nadie, ni siquiera a avisarnos que no irían”, revelaría Pérez Teuffer a este reportero, meses más tarde.

UN PAR MÁS...

¿Alguna otra similitud sobre estos dos genios del balompié, para unos debajo de Pelé, para otros por encima de Pelé? Dentro del matrimonio, no pudieron tener un hijo varón. Fuera de él, Maradona tiene dos reconocidos legalmente: Diego Fernando Maradona (9 años) y Diego Maradona Júnior (35 años).

Durante el Mundial de 1958, la villa donde concentró Brasil en Suecia, era visitada por los lugareños. Pronto, los jugadores encontraron formas de convivencia con las mujeres vecinas, especialmente con un lago inmediato a las instalaciones.

Una de las visitantes suecas terminó por dar a luz a un poderoso mocetón, de piel negra y cabello rubio platinado. John, es su nombre, y siempre supo quién era su padre, aunque nunca lo conoció en persona.

Además de su esposa, Mané cohabitó con otras nueve parejas y tuvo un total de 12 hijos, pero el sueco es el único varón con vida.

Hubo además quienes intentaron cambiarles la forma de juego. Carlos Salvador Bilardo quiso hacer menos individualista, y más gremial y gregario a Maradona. Pero, pronto entendió que su selección debía estar al servicio de Diego, y no al revés.

En una concentración de Brasil, Vicente Feola quiso que Garrincha dejara de driblar y de armar esos zafarranchos preciosistas por las bandas. Le puso unas sillas en la cancha y le exigió que las enfrentara, pero entregara el balón al compañero. Acto seguido, Mané le hizo un túnel a la silla, le tiró el balón entre las patas y fue a recogerlo a las espaldas. Feola entendió que no tenía remedio.

DESCALIFICADOS...

Donde se rompe ese paralelismo entre estos mellizos de al autodestrucción, es en su aparición en Copas del Mundo. César Luis Menotti dejó fuera a Maradona de Argentina ’78. “Era muy joven”, explicó entonces el técnico.

Para el Mundial de Suecia, en una revolución total en la forma de trabajar, organizada por Joao Havelange, se agregaron un psicólogo, un nutriólogo y un dentista al clan brasileño. El psicólogo Joao Carvalhais declaró a Garrincha como un tipo “incapacitado mentalmente”, con “bajísimo coeficiente intelectual”, y que tenía “una botella con alcohol en lugar de sesos”.

El entonces técnico, el referido Vicente Feola, siguió la recomendación del especialista y decidió dejar fuera a Mané, pero el plantel se le plantó enfrente y le exigió llevarlo a Suecia. Garrincha fue la figura al lado del debutante Pelé.

Maradona y Garrincha. Tal vez ni más ni menos que Pelé, --otro regido por escorpión--, sino simplemente distintos. De ellos, se dice, que son la versión de Dante en la astrología, capaces de penetrar a sus propios infiernos y regresar indemnes, incólumes, inmunes, de semejante travesía.

Pero sin duda, ambos, El Pelusa y Mané, dueños de su vida y escorpiones de su destino.

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