Y ahora, también, un México Tri-morato

Por Rafa Ramos

SAN FRANCISCO -- México es un acertijo magnífico. Hasta para su propio entrenador. 0-0 con Perú. Un trámite y un desenlace que deben solapar y resistir todos los adjetivos despreciativos que le caigan en alud.

El Tri fue un esperpento tan oscuro que hasta su propia sombra se escurrió. Lo más grave fue el atraco a 46,288 personas que pagaron un boleto entre 38 y 188 dólares por un momento mágico y no por una cartelera de parodias e instantes chuscos.

Cierto: México tenía un equipo, un proyecto y una causa experimental, pero al menos entre la ambigua encrucijada de perder o aburrir, el Chepo de la Torre se refugió en precauciones casi clandestinas. Nunca arriesgó más que Perú. Intentar no basta.

Vaya pues: este México visto ante Perú, no hace futbol, lo perpetra.

Y sí: el Tri sigue con la portería rival invicta y su boca silenciosa de gol. México y el Chepo mueren de impotencia.

ARRULLOS...


El primer tiempo se fue como un suspiro… tras otro. De resignación. Imprecisiones. Inexactitudes. Desconcentración. Descoordinación. El balón era una ascua indeseable, intimidante, intimidado, intimidatorio.

México trataba, cierto; quería, cierto; intentaba, cierto, pero al final, aparecían los efectos y los defectos de la falta de trabajo, de la confusión de ideas, del desarraigo de los seleccionados primerizos, ante un adversario como Perú que simplificaba en sus vehementes actitudes el divorcio táctico de sus aptitudes.

Y el partido se fue en un suspiro y otro, hasta el hartazgo en la multiplicación exponencial de la resignación.

¿Rescatable? Pablo Barrera, quien se posesionaba de artificios de su talento, para culminar, en la jugada comprometida con la grandeza, con un centro pueril, un disparo descastado, o incluso, ahogado en la indecisión ante la orfandad de su ofensiva. Barrera era un Robinson Crusoe sin un Viernes.

Y el 0-0, enseñorea la miseria del primer tiempo, con un Perú que bisoño en sus exponentes, era atinado en el despojo, pero empantanado en cualquier arremetida ofensiva, porque, producto de jugar a ciegas, los balones mejor intencionados iban a callejones abandonados.

TRIMORATOS...


La segunda mitad empieza con cambios incoherentes para tratar de encontrar coherencia. Chepo de la Torre manda a Molina y Herrera por Torrado y Peña. La injusticia es con el Gullit; prisionero de la fragilidad de Torrado ante la juventud peruana. Su radio de operación tenía a su compañero como eje de sus angustias.

Lo agradable después de la salida de Rafael Márquez Lugo fue la notificación de que había estado en la cancha.

Perú empieza a hacer cosas agradables. Christian Benavente y Raúl Ruizdiaz le ponen seriedad y guante blanco a un futbol que empieza a lastimar al Tri, pero sin escoltas letales.

En el arrullo del 0-0, el árbitro Ricardo Salazar, hada madrina reiterada del Tri, decide ponerle una sonrisa desdentada al marcador y se inventa un penalti, que dramatiza de manera obscena Omar Bravo. Pero farsa genera farsa. Ángel Reyna cobra. Y mal. A la derecha, corta y amedia altura. José Carvallo se da el lujo de ponerle mejor vestimenta de actuación que el desmayo de Omar Bravo.

Y el 0-0 sigue como burla de los 46, 288 ingenuos que lastimaron su presupuesto, para comprarse 90 minutos de ilusión.

Y ahora se viene Nigeria en Houston, antes d elos tres juegos eliminatorios con Jamaica, Panamá y Costa Rica, cuyos visores seguramente se permiten ilusionados, contar hasta tres.