- David Alaba - 7' EC
- Luis Suárez - 57'
- Thomas Müller - 4', 31'
- Ivan Perisic - 21'
- Serge Gnabry - 27'
- Joshua Kimmich - 63'
- Robert Lewandowski - 82'
- Philippe Coutinho - 85', 89'
Bayern Munich aplasta a un Barcelona de juguete
(Jordi Blanco, corresponsal) -- El Barcelona se despidió de la Champions, y dijo adiós a la temporada, sufriendo una terrible humillación en Lisboa, atropellado por un imperial Bayern Múnich que le arrasó de mala manera y le infringió una goleada histórica (2-8) que deberá, se supone, tener consecuencias terribles en el Camp Nou. El Bayern no tuvo piedad. El Barça no tuvo... nada.
El temor de la víspera se convirtió en una certeza lastimosa, tan dura de aceptar como lógica contemplando la diferencia existente entre los dos equipos. El Barça que perdió lastimosamente la Liga, dejándose nueve puntos tras el parón por el coronavirus, dio un paso definitivo en su hundimiento en Portugal. Un ejercicio de impotencia mayúsculo. Una humillación para los libros, la más dura de la historia azulgrana en la Champions.
Derrumbado apenas empezar, cuando a una buena internada de Sergi Roberto por banda a la que no llegó Suárez por poco respondió Müller con el primer gol aprovechando un error inicial de Busquets y una lentitud impropia de toda la defensa ante el triple toque del Bayern, el equipo de Setién soñó durante diez minutos, catapultado por el autogol de Alaba que, ofreciéndole el empate, le dio un empuje que apenas si fue un espejismo.
Apenas... Un remate salvado por Neuer a Suárez, una rosca al palo de Messi y un cabezazo ajustado de Lenglet dieron a pensar que ni el Bayern era tan fiero ni el Barça tan inferior. Había partido, había mucho a decir y la sensación de que, como anticipó Setién en la víspera, el partido lo definiría el acierto ante portería. Fue una masacre.
Una masacre alimentada por la inferioridad física del Barça, incapaz de mantener el ritmo alemán, que tras esos diez minutos de incomprensión apretó el acelerador con rabia y desnudó todas las carencias de un rival que no podía mantener la presión y era desarbolado una y otra vez.
De un error de Sergi Roberto nació el 1-2 de Perisic, a cuyo remate raso y cruzado no respondió un disminuido Ter Stegen, quien por fin tuvo una actuación feliz poco después para a continuación, en apenas tres minutos, encajar dos goles más que primero sentenciaban el partido y después lo convertían en una pesadilla. Gnabry y Müller, ágiles ante el derrumbe azulgrana, colocaron un 1-4 tan increíble como histórico.
Nunca, jamás en su historia europea, el Barcelona había encajado cuatro goles en una primera parte, de hecho en apenas media hora. La tristeza se dibujaba en el rostro de unos jugadores incapaces y cuyo ánimo, por los suelos, parecía suplicar en silencio el final de esa pesadilla.
PESADILLA
Pensar en una remontada tras el descanso no era una opción. No era ni tan solo un mínimo sueño. Setién metió en el campo a Griezmann en lugar de Sergi Roberto sin acertar a entenderse qué pretendía con ese cambio. Cambio en el juego, desde luego, no hubo. Siguió de hecho la pesadilla...
Dio la sensación que el Bayern no jugaba contra el Barça, sino que, lo más humillante que puede decirse, jugaba con el Barça. A placer, con alegría, con rapidez e intensidad, el campeón alemán sometió a los azulgranas a un auténtico suplicio del que no supieron nunca escapar.
Ni el gol, golazo, de Suárez sirvió para limpiar la imagen de un equipo destrozado que no mucho después encajó el quinto de Kimmich, en pleno hundimiento generalizado.
La fiesta bávara, la pesadilla catalana, fue de tal consideración que hasta se sumó a la crónica Coutinho, asistiendo el 2-6 a Lewandowski y marcando personalmente el 2-7 primero y el 2-8 después. El desemboque del partido fue totalmente intolerable en un Barça sin alma, entregado no a la fatalidad, sino, más aún, a la nada.
No pudo acabar peor la historia legendaria del Barça de Messi. En Lisboa dijo adiós a todo.