Barça sufre pero vence al Athletic Bilbao

(Jordi Blanco) - El Barcelona no afloja el ritmo y sumó su quinta victoria al hilo, muy trabajada, costosa y probablemente menos brillante de lo esperada. Fue ante el Athletic, que le derrotó en la final de la Supercopa y le discutió el 2-1 hasta el último suspiro. Marcó un golazo Messi, de falta directa, y sentenció Griezmann después del autogol de Jordi Alba en una noche en que culés y leones pelearon hasta la extenuación durante un partido con varias caras.

Primera parte de neto color azulgrana y segunda con claroscuros locales y rebelión rojiblanca. Decidió la brillantez de unos y a los otros les condenó la falta de acierto en el remate. Y el equipo de Koeman ya enlazó cinco victorias seguidas y ocho en las últimas diez jornadas en las que no ha vuelto a perder.

EFE

Revolucionado de entrada, con un Messi muy activo y participativo, el Barça se convirtió en protagonista indiscutible de un duelo que dominó con frescura y buenas llegadas al área de Unai Simón, que salvó un gol a Leo a los cuatro minutos. Luego desvió otro disparo envenenado de Griezmann a los seis para dar aire a un Athletic superado en todos los órdenes.

Rápido en la combinación y ágil en el despliegue, al equipo de Koeman le chirriaba sin embargo la sala de máquinas, donde Pjanic, sustituto obligado del sancionado Busquets, no atinaba a tomar el control y provocaba un sobre-esfuerzo a De Jong, obligado a una triple tarea de contención, creación y llegada que le penalizó lo suficiente como para que al Barça le faltase algo. Un punto, para aumentar una superioridad a la que premió Messi.

Sufrió falta y la transformó, de manera soberbia, el capitán a los veinte minutos de partido para alegrar a un equipo con ganas y al que le costaba frenar al Athletic, apenas visible en las carreras de Williams pero impotente ante el mejor juego local.

Falló el Barça la determinación poco antes de llegarse al descanso... Y de forma incomprensible se marchó dormido al vestuario. Porque todo varió y no poco.

CAMBIO

Pareció dormido o demasiado calmado el grupo de Koeman al comienzo de una segunda parte que protagonizó Messi con una excelente carrera que fue la antesala del empate, en un centro lateral al que acudieron Alba y De Marcos... Para que el lateral se marcase en propia puerta.

De Marcos, otra vez, como en la final de la Supercopa, dejó señalado a Jordi Alba y a partir del empate, a los cincuenta minutos, el partido se dibujó en rojiblanco.

Nervioso y descabezado al Barça cada vez parecía costarle más hacerse notar mientras los de Marcelino se acercaban al área de Ter Stegen con una facilidad pasmosa.

Necesitando ganar se diría que hasta sufría por no perder un Barça que apenas se mostró en un cabezazo de Pjanic que sacó Unai, minutos antes de que el bosnio, desdibujado en global, dejase su lugar a Sergi Roberto y la reorganización le fuera como anillo al dedo a los azulgrana.

No fue el habitual Alba por la izquierda sino Mingueza por la derecha quien ganó la posición por el extremo y su centro raso lo remachó a placer Griezmann, iluminado ante los leones, para anotar un 2-1 salvador y tranquilizador para el Barça. O eso se pensó.

A falta de poco más de un cuarto de hora para el final se rebeló ante el infortunio el Athletic y tuvo que apretar los dientes el Barcelona. No supo, una vez más, defender con la pelota y Koeman solventó meter a otro defensa, Lenglet, para asegurar el juego aéreo.

Lo peleó hasta el último suspiro el equipo vasco, sin dar tregua a los azulgranas pero no pudo evitar la segunda derrota desde que llegó Marcelino al banquillo. Y un nuevo empujón en la cabalgada del Barcelona, que en el tiempo añadido, tras una última cabalgada de Messi, pudo marcar un 3-1 que probablemente habría sido exagerado.

El 2-1 fue suficiente. Y bastó.