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¡Hasta pronto, 'Bombardero' de la nación!

El futbol mundial perdió a uno de sus goleadores históricos con la muerte del alemán Gerd Muller, leyenda del Bayern Munich

Me hubiera encantado narrar, aunque sea sólo uno, alguno de tus 1,251 goles con el FC Bayern München. Mi garganta seguramente hubiera prolongado con fantástica vehemencia el grito de gol después de ver cómo, con tu extraordinaria capacidad ofensiva, mandabas la pelota el fondo de la portería enemiga. Mi felicidad además se habría multiplicado a la “N” potencia porque con esos goles tuyos, le concedieron a mi amado equipo fuera de México, 13 títulos (nacionales e internacionales) y te proclamaste además como máximo goleador en 18 ocasiones en distintas competiciones.

Me imagino además cómo pude haber saltado de emoción cuando con una vaselina tuya ante el Atlético de Madrid contribuiste para que tus bávaros conquistaran su primera Copa de Europa. Fue un golazo que todavía hoy Uli Hoeness recuerda emocionado porque, aunque él también (como tú) les marcó dos goles a los colchoneros ese día, reconoce que jamás habría definido con la magnificencia que nos regalaste aquel 17 de mayo de 1974.

Cuánto me habría gustado verte jugar el Mundial aquí, en mi país, en 1970. Yo todavía no estaba ni remotamente contemplado entre los planes de mis padres. Sin embargo, el video me regala la oportunidad, una y otra vez, de deleitarme con la memorable actuación que te permitió consagrarte como máximo goleador de esa Copa con 10 goles. En el Monumental Estadio Azteca fuiste, además, uno de los grandes protagonistas del epopéyico Partido del Siglo contra la Nazionale de Italia. ¡Qué actuación tuviste, Gerd!

Tu revancha llegó 4 años más tarde, justo después de levantar la ya mencionada primera de tres orejonas consecutivas que conquistaste. En tu país, con tu gente, en tu conocidísimo estadio olímpico de München y con esa media vuelta que todavía hoy sigue provocando náuseas a los defensores y aficionados neerlandeses, conseguiste levantar el trofeo más preciado de todos, el que justo la FIFA estrenó en esa edición para sustituir al Jules Rimet. Yo contaba con casi 94 días de nacido y no tenía idea de lo que pasaba a mi alrededor, mucho menos allá en la capital de Baviera donde jugabas, con Die Mannschaft, la final del Mundial ante la Oranje de Johan Cruyff. Sin embargo, hoy a la distancia y en perspectiva, estoy seguro de que, sin saberlo ambos, me estabas dando mi primer regalo futbolero.

Tu figura no era precisamente la de un atleta. Nada que ver con lo que hoy apreciamos en cientos de futbolistas profesionales. Mucho menos con la percha que se ha labrado con los años Cristiano Ronaldo. No. Tú eras muy diferente. Estatura mediana, complexión cercana a la robusta y con un par de piernas cuyo grosor era justo la cintura de tus colegas. Recuerdo haberle escuchado decir a Franz Beckenbauer, tu grandísimo amigo, compañero y paisano, que tu figura era definitivamente “cuadrada”, la cual le hizo suponer cuando te conoció que jamás te ayudaría a trascender en este deporte. Pronto se dio cuenta que estaba completamente equivocado cuando comenzaste a meter goles como si estuvieras poseído por una fuerza sobrenatural.

Siempre metiste un montón de goles, por racimos, por costales, de todas formas, colores y sabores. Tu hambre por el gol jamás se había visto antes en Alemania. Esa ferocidad al disputar un balón ante cualquier tipo de defensa espantaba hasta al más pintado. Otro gran y querido compañero tuyo, el gran Sepp Maier, dijo que no eras rápido, pero tenías unos movimientos dinámicos impresionantes que hasta te comparó con un conejo salvaje cuando huye. Me imagino lo que te padeció Josef Dieter en los entrenamientos, y lo que sufrieron todos los arqueros y defensas a los que enfrentaste desde que jugaste en el 1861 Nördlingen, equipo de tu ciudad natal y en el que debutaste en 1962, y hasta que decidiste concluir tu exitosísima carrera en el Fort Lauderdale Strikers de la North American Soccer League. Fuiste un fuera de serie cuya mayor arte en los goles era que nunca reventabas el balón, siempre lo empujabas a la portería. Esto lo dijo otro ex-compañero tuyo mucho más joven, pero también gran referente del Rekordmeister, Karl-Heinz Rummenigge.

Te he de confesar que algún día quise ser futbolista profesional. Pero eso fue sólo un día, porque mi proyecto de vida siempre estuvo ligado fuera de las canchas. Sin embargo, cuando jugaba al fútbol siempre lo hacía como delantero, como tú lo hiciste. Y es que esa sensación, esa maravillosa y extasiante emoción que invade nuestros sentidos al marcar un gol es única. Recuerdo que cuando anotaba (hace rato no juego), mi festejo era como el tuyo, corriendo desbocado hacia cualquier lado para luego dar un salto con el puño en todo lo alto. Me identificaba contigo porque te había visto hacerlo infinidad de veces a través de videos o documentales. No me da pena decirte que me llegué a sentir como un Bombardero, como tú lo fuiste de toda una Nación. Vaya presunción la mía, pero era un joven soñador.

La mañana del domingo 15 de agosto de 2021 amanecí con la terrible noticia de que habías dejado este plano. Sabía que el Alzheimer te tenía preso física y mentalmente desde el 2015. Demasiado triste e injusto para cualquiera, pero especialmente para un tipo como tú. Pasar los últimos años de tu vida sin recordar tus hazañas en este maravilloso deporte fue un castigo inexplicable e inmerecido. No lo entiendo ni lo entenderé jamás. Pero así es la vida y tenemos que aceptarla tal cual.

A través de estas líneas te quiero agradecer por haber contribuido a que miles o quizá millones de personas nos hayamos enamorado del fútbol por el resto de nuestra existencia. Gracias por tus cientos de goles y por el amor que le tuviste a cada camiseta que sudaste. Gracias por darte cuenta de que poseías esas fabulosas virtudes físicas, emocionales y balompédicas que Dios te concedió y que te convirtieron en uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos. Para muchos, eres la máxima figura del fútbol alemán de la historia. ¡Y cómo no habrías de serlo con tus 365 goles en 427 partidos de Bundesliga! Otros, dirán que esa etiqueta la ostenta el Kaiser Beckenbauer. Hay quienes te ponen a la altura de Pelé y de Maradona. No me enojaré quienes afirmen que no fuiste el mejor jugador. Eso es intrascendente. Para mí y para muchísimos, fuiste el más importante en la cancha.

Nunca pude narrar un gol tuyo y tampoco pude conocerte en persona, pero me quedo con tu extraordinario legado, con tus goles, récords, festejos y campeonatos ganados. Pero sobre todo, con el amor que le prodigaste a la pelota y, sobre todo, con tu maravillosa costumbre y deslumbrante capacidad de envolverla en la red. Fuiste un ser humano único e irrepetible, con tus virtudes y defectos, como todos, pero lo que hiciste quedará para siempre, para la eternidad.

¡Hasta pronto Gerd Müller! Bis bald, Bomber der Nation!