Fútbol Americano
Diego Muñoz 3y

Rentistas a la final: mal día para fundamentalistas

El mejor equipo que vi en mi vida, el que más disfruté, el que me hacía sentarme frente a la TV con devoción, fue el Barça de Busquets, Xavi, Iniesta y Messi. El mejor entrenador que vi, por su estilo de juego, por lo que logra de sus equipos, por lo que ha inspirado su obra, es Guardiola.

Dicho esto, los dogmas siempre nos ciegan. Hacer de nuestros gustos futbolísticos un culto nos limita el análisis. Explicar cualquier victoria de los equipos que tienen un estilo diferente al que preferimos apelando a la suerte que tuvo, es un intento estéril por no admitir que todas las formas son válidas. Las que nos gustan más y las que nos gustan menos.

Las dicotomías están a la orden del día por estos tiempos, también en el fútbol. Si gana un equipo o entrenador que no nos gusta, buscamos la manera de minimizarlo. En lugar de analizar el contexto, reconocer que con el plan de juego consiguió su objetivo primordial, entender por qué planteó así el partido, se busca la forma de despreciar su victoria.

Rentistas consiguió un triunfo inconmensurable ante Liverpool para meterse en las finales del Uruguayo y en la fase de grupos de la Copa Libertadores. Lo hizo en base a rebeldía, guapeza, espíritu competitivo, capacidad de sobreponerse a las adversidades.

Hagamos memoria. El equipo encaró la temporada en Primera con la base del plantel que había ascendido y jugadores libres que no tenían ofertas seductoras en otros clubes. Debió hacer malabares para poder reforzarse y no pasarse de los 50 mil dólares mensuales de presupuesto.

En el medio del Apertura perdió a Cristian Olivera, su figura más importante en el ataque. Se supo mantener arriba, terminó primero en el torneo y le ganó la final a Nacional.

Tras ganar el título se le fueron seis jugadores clave del equipo campeón: Maximiliano Falcón, Alexis Rolín, Santiago Romero, Matías Abisab, Renato César y Robert Ergas.

En el Clausura terminó último, con apenas dos triunfos en 15 partidos. Pero su entrenador, Alejandro Capuccio, siempre tuvo claro que tenía que estar a la altura en la semifinal por el Uruguayo.

Con ocho bajas, a los jugadores que se fueron se le sumó su arquero titular lesionado, Rentistas salió a jugarle a Liverpool de la manera que podía hacerlo. Discutirle la tenencia, cambiar ataque por ataque, pararse en campo rival dejando espacios atrás hubiese sido un autoboicot. Dicho de otra forma: intentó minimizar las virtudes de Liverpool y maximizar las suyas. Para eso, dicen, sirven las estrategias.

Por si todo eso fuera poco, jugó 80 minutos con uno menos por una injusta expulsión a Guillermo Fratta y recibió un gol en contra insólito cerca del cierre. Cualquier otro equipo, desestimulado y frustrado, tiraría la toalla. Rentistas fue con uno menos a empatarlo, lo consiguió y después se aferró a los penales. ¿Qué parte está mal de todo eso?

Casi nada se analiza en contexto por estos años. Pero sigue siendo imprescindible darle un marco a cada cosa para entender el todo.

Con un presupuesto de 50 mil dólares al mes y viniendo desde la B terminó primero en el Apertura, derrotó en la final de ese torneo a Nacional y ahora venció en la semifinal por el Uruguayo al equipo que arrolló en el Clausura. Se adecuó a la realidad, preparó el partido con lo que tenía y utilizó una estrategia válida. Con armas nobles salió a la cancha y ganó.

Pareciera que la victoria pasó a un plano secundario, que es más importante jugar de una determinada forma. El ideal es combinar las dos cosas. Como lo hizo el Barça de Pep con el sextete. Pero muchas veces no se puede. Y entonces hay que elegir. Porque al fútbol, al menos hasta que cambien las reglas, se compite para ganar. Y ese sigue siendo el objetivo prioritario. Mal que les pese a los fundamentalistas.

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