"¨Y ahora qué?", se pregunta la patria futbolera, golpeada por la realidad de un país sumido en el fondo del mar y todavía sin poder comprender cómo Argentina terminó décimo octava un Mundial en el que, se dijo hasta el hartazgo en los meses previos, tenía muchas chances de ser primera.

Para colmo, el campeón fue Brasil, como para que de una vez por todas dejemos de compararnos con los ahora pentacampeones mundiales. Después de todo, a la hora de la verdad Brasil dice presente siempre -o casi- (ganó dos de los últimos tres mundiales y fue finalista del restante) y Argentina hace tres que ni siquiera accede a las semifinales. Pero el tema a abordar aquí es otro. Se trata de mirar hacia adelante, al cabo la única que queda. ¨Grondona debería ofrecerle otros cuatro años de trabajo a Bielsa? Al margen de que todo parece indicar que no lo hará, la respuesta es complicada.

Por un lado, Bielsa es un ejemplo de trabajo y honestidad y, formas al margen, dotó al equipo de una impronta ofensiva digna de ser imitada por sus sucesores. Pero, por el otro lado, en el Mundial demostró ser un obtuso, un técnico con un pensamiento demasiado lineal para un deporte que si algo tiene, es más lugar para los imponderables que para las sentencias irrefutables propias de los obcecados.

Bielsa cometió muchos errores en el Mundial, pero hubo dos poco menos que imperdonables. Uno: que la única fórmula de ataque fueran los centros y pelotazos. Es inconcebible que un equipo aspirante a campeón mundial no haya tenido un mano a mano con el arquero rival en 270 minutos de juego. El equipo debió tener mayores variantes ofensivas y haber apostado a un fútbol más propenso al toque que a ese vértigo de centrifugador que lo caracterizó.

Dos: haberle dado la espalda a la necesidad de poner juntos a Batistuta y Crespo tanto ante los ingleses cuanto frente a los suecos. Bielsa está en todo su derecho a preferir un esquema de juego determinado, pero no debió soslayar que contaba en su plantel con dos de los centrodelanteros más temibles del mundo. En ambos casos, el técnico pareció confundir capricho con convicción. Según parece, Grondona le ofrecerá el cargo a Pekerman entre el miércoles y viernes próximos. Sería irreprochable: Pekerman consiguió tres títulos mundiales en seis años con los seleccionados juveniles y es un abonado al toque y la vista puesta siempre en el arco de enfrente. Su inexperiencia al frente de jugadores de Primera despierta un interrogante: ¨tendrá la muñeca necesaria para manejar a un plantel de estrellas? La única manera de saberlo es con horas de rodaje.

La opción Carlos Bianchi, el candidato preferido por los hinchas en casi todas las encuestas, chocaría de frente con el gusto de Grondona. Pero, claro, sería otra posibilidad con más aristas interesantes que negativas.