<
>

La Cecilia Rognoni que llegó a ser Leona en Sídney 2000

play
1:23
El recuerdo de Cecilia Rognoni a 25 años de Sídney

La mejor jugadora del mundo en 2002, habló en exclusiva con ESPN.com acerca del aniversario del momento que cambió la historia del deporte femenino.

A 25 años del 2000 Cecilia Rognoni habla de una medalla, pero despojada de ella. La de plata que se colgó en Sídney, la de oro que logró en Perth, quedaron como anécdotas de los torneos más significativos que disputó con Argentina, pero lo aprendido al llegar a la cima -y también por transitar las profundidades- fueron parte de una serie de recuerdos traídos a la luz, sin prefacios, solamente utilizando los recados, cosechados por el alma, para narrar lo trazado.

"Hubo mucho trabajo anterior"

A principio de siglo, en Oceanía, se decretó algo que se venía gestando hace décadas y no encontraba la forma para hacerse materia. La Leona, aquella que nació en Australia, está presente en cada sueño y espacio del territorio argentino. Es una forma de sentir el deporte, una pieza fundamental en la esencia de la cultura albiceleste, que se extendió tan a lo lejos que es difícil cuantificar un final y, también así, un comienzo:

“A veces es un poco injusto decir: ‘este año se creó Las Leonas’ porque hubo mucho trabajo pasado que no se reconoce, pero las que estuvimos ahí sabemos quiénes estuvieron antes que nosotras y las cosas que se hicieron. Entonces aprovecho este momento también para agradecerles a todas ellas, porque nos empujó, desde nuestro lugar, a crear lo que creamos y lograr ese punto de inflexión”, inició dilucidando Cecilia.

"Empecé a entrenar un mes antes de viajar"

Aprender de los errores, seguir sin claudicar, con un verdadero fin: ser la mejor versión posible para los hechos que nos queden por realizar. Rognoni llegaba sin rodaje y luego de la peor suspensión de su carrera, que la había afectado en todos los órdenes de su vida, tenía en Sídney 2000 el lugar para redimirse.

Si vuelvo a ese momento, yo empecé a entrenar con el equipo un mes antes de viajar y venía de una suspensión muy dura. Ese año me hizo crecer y aprender, cuando yo aprendo esto y no es que dije: ‘ya aprendí, listo’me preparé diferente, porque necesitaba estar fuerte y convencida de lo que era, porque se me había movido todo el piso. En un segundo perdí todo lo que tenía".

La defensora estuvo una temporada fuera de las canchas por un altercado con un árbitro en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999, donde toda su trayectoria quedó en el aire y ella debió acudir a su centro, para así volver a florecer: “Busqué opciones, ¿cuáles eran? Entrenarme con varones, porque no me permitían otra cosa, y ese ritmo no te lo da cualquiera. Estaba dispuesta a enfrentarme a ese tipo de situaciones, que me enseñaron mucho a nivel personal, un montón a nivel humano, pero también me ayudaron a crecer deportivamente. Entonces yo llego a un Juego Olímpico donde estaba fuera de la vista durante todo el año y llego muy bien, a nivel físico, técnico, mental, pero, sobre todo, y más importante que esas tres cosas, llego muy bien a nivel emocional”, subrayó Rognoni.

En su reinserción a la competencia, Cecilia tuvo que empezar a utilizar las herramientas aprendidas y la templanza resultó fundamental para adaptar el fervor de su juego con las restricciones del reglamento: “Fui una duquesa. Yo sabía que en Sidney no me podía mandar ninguna porque estaba bajo la lupa de todos y el que no sabía lo que había pasado se iba a enterar. No podía, tampoco quería, porque aprendí. Creo que de los errores se aprende, pero iba entre algodones y para ir entre algodones tenés que estar como un poco más arriba porque no podés mandarte una equivocación".

La gesta de lo sagrado, con el fuego a la vista

Para forjar a la Leona, en imagen y semejanza, debieron pasar por las tempestades más grandes, las mismas que cuando todo parecía perdido, o al borde de marchitar, hicieron surgir las brasas inquebrantables que unieron a las generaciones de las últimas décadas... y las que resten por venir.

“Me acuerdo que en la Villa Olímpica teníamos nuestros departamentitos. Uno al lado del otro, la típica que te mandan a lo último de todo, y lo bueno de eso es que enfrente teníamos el estadio y veíamos la llama olímpica, ósea que vos te levantabas y te acostabas con la llama”, hilvanó Ceci.

“Estábamos en esa calle y empezó a haber un revuelo yo dije, ¿qué pasó acá? Estaba (Luis) Ciancia y Cacho (Vigil) en ese momento y bueno, empezamos a enterarnos de ¿cómo? ¿y qué? ¿pero y qué pasó? y yo, la verdad que lo único que pregunté fue ¿cómo es?¿con cuántos puntos pasamos? cero, perfecto ¿qué tenemos que hacer para llegar a la final? ganar los tres partidos, un empate te deja afuera, escuché eso y dije listo: ganamos tres partidos, ¿cuál es el problema? lo pensé para mí, no lo dije en ese momento con el cimbronazo”.

Habiendo superado como equipo el desafío que les quedaba por delante, y ya con una Leona dibujada en el corazón, el plantel llegó a una final con ánimos de victoria y Cecilia tiene dos flashbacks grabados de esa fecha: “De la final tengo dos recuerdos, tal vez mis compañeras me van a putear, pero bueno ya están acostumbradas a mí. Antes del partido había gente que ya estaba contenta porque ganamos la plata y está bien eh, pero yo creo que si hubiésemos alineado las energías para querer el oro… no sé qué hubiese pasado. Australia era imbatible, pero yo no le tenía miedo. No creo que se hayan relajado, que no se interprete mal, pero mis compañeras saben a lo que me refiero, o sea necesitábamos ir por el oro”, aseveró Rognoni.

Y, además, ratificó su posición acerca de un error que aún no se perdona: “Esa es mi sensación, es lo que recuerdo hoy, esa es una y la otra que nos hacen un gol, que me habían dicho que lo que lo defendiera de una manera y no lo hice y nos metieron gol y no me lo perdono hasta el día de hoy, pero bueno, me la jugué con lo que yo creía que iba a poder defenderlo y me equivoqué”.

Sí bien la historias y los recuerdos predominaron en la charla con la exdefensora, también se tomó el tiempo de hablar sobre Las Leonas vigentes y una curiosidad con su favorita de las actuales: “Tengo que admitir que soy fan de Juana (Castellaro). El primer torneo que apareció me sorprendió y yo decía, ¿esta chiquita quién es que no la conozco? Empecé a averiguar y al final soy amiga de la mamá. Me escribí con Andrea (Morello). ‘Escuchame, ¿esta es tu hija?’ Muy gracioso, es divina”.

Pero no solamente se quedó con adulaciones y seguimientos por las redes, la histórica número 16 se involucró con las que residen en el Viejo Continente para crear vínculos que transcendieron fronteras: “Hace dos o tres años había varias de Las Leonas jugando en Europa, en Bélgica, y les dije: ‘vengan todas a comer a casa’. Las que puedan. Y vinieron. Estoy tratando de devolverle cosas, no sé si al deporte, pero sí a las jugadoras, a los deportistas. Cada vez que puedo, me acerco. Desde cualquier lugar donde pueda aportar, yo estoy más que abierta a eso. Así como gente se identificaba con nosotras, nosotras ahora nos identificamos con ellas y querés que les vaya bien”.

Hay algo que perdura en ella y en cada una que tomó consciencia del fuego sagrado que las une a todas entre sí, el hecho de pertenecer a algo más grande, un legado invaluable que no tiene fin: “He escuchado alguna de mi camada haberlo dicho, esto de estar disfrutando mucho más ahora de lo que disfrutamos en ese momento, dándonos cuenta de lo que generamos. Saber que es nuestro lugar también. Lo fue, lo sigue siendo y estoy agradecida de haber sido parte de ese proceso, y de ese momento del hockey argentino”, finiquitó Ceci.