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Tristes adioses

Chris Farina/Top Rank

BUENOS AIRES -- La historia se repite. A la mañana que siguió a la derrota de Sergio Maravilla Martínez frente a Miguel Cotto, comenzaron a aparecer imágenes y recuerdos de situaciones similares. El argentino pareció superado no solamente por su rival, sino por el almanaque. Cuando su técnico Pablo Sarmiento decretó el abandono al comienzo del décimo round, dio también la sensación de que se terminaba un ciclo. Pero también surgió el interrogante: ¿Será capaz Martínez de sellar su carrera, o buscará una pelea más, aunque sea para retirarse ganador?

Es que, y esto no es solamente válido para el boxeo, sino también para la vida, es muy difícil darle el punto final a una carrera. El "No va más" es fácil de sellar cuando se lo ve desde afuera, pero cuando es uno quien tiene que decidirlo, no siempre se es tan objetivo. Hace muchos años, dialogando con Eusebio Pedroza, aquel gran campeón mundial que dio Panamá, le preguntamos que le preguntaría a un gran campeón. Pedroza lo pensó unos minutos y luego nos dejó una frase que no pudimos olvidar: "Le preguntaría a Carlos Monzón cómo hace uno para retirarse a tiempo". De hecho, Pedroza no supo retirarse a tiempo.

Se supone que, dentro de un razonamiento lógico, Sergio Martínez no debería combatir más. Después de aquella victoria ante Julio César Chávez Junior –para nosotros, el canto del cisne de su campaña-, vino la muy floja actuación ante Martin Murray, la larga inactividad en donde las noticias fueron sus lesiones y, para cerrar esa historia, su amarga noche en el Madison.

¿Historia cerrada? Es lo que impone la lógica, que en el boxeo no existe.

Hace unos años, cuando estuvo de visita en Buenos Aires, le preguntamos a Ray Sugar Leonard por qué había tenido tantos regresos. "Porque los boxeadores somos guerreros –dijo- y siempre buscamos más". De hecho, Leonard tuvo lo suyo. En febrero de 1991, y luego de caer dos veces, fue vencido por puntos por Terry Norris, justamente en el Garden de Nueva York. Su rival, por respeto, no quiso noquearlo. Aunque anunció, entre lágrimas, que no pelearía nunca más, volvió al ring en marzo de 1997, a los 40 años. Su verdugo en este caso, fue Héctor Macho Camacho en Atlantic City. Luego trascendió que, Leonard, unas semanas antes de la pelea, tuvo un problema con sus piernas, pero peleó igual. Resultado: cayó dos o tres veces, algunas sin recibir ningún golpe, y finalmente Joe Cortez, hoy hombre de ESPN, detuvo la desigual pelea en el quinto asalto. "No le echen la culpa a mis piernas, no quiero excusas", dijo Ray, quien, ahora sí, no volvió a trepar a un ring.

Ni hablar de Muhammad Ali. El Más Grande lo fue en todo, o en casi todo, menos en saber retirarse en el momento justo. Cuando le ganó a Leon Spkins en 1978, en Nueva Orleans, ya no era el mismo. Tanto que su médico, el doctor Ferdie Pacheco, ya se lo había dicho: "No te acompaño más, porque creo que tu ciclo ha terminado", Sin embargo, no solamente aceptó la pelea con Larry Holmes (denominada "El último Hurra" por Don King) en octubre de 1980, sino que, encima, hizo otra, un año después, perdiendo por puntos con Trevor Berbick.

Fue ante Holmes cuando Ángelo Dundee, indignado ante el castigo que estaba recibiendo su pupilo, dijo aquello de "Yo soy el jefe de esta esquina y esta pelea no va más" y obligó a detenerla, a pesar del pedido de Ali de seguir.

El boxeador cree que puede e insiste. O sabe que no puede, pero finge e insiste. En ambos casos –mintiéndose a sí mismo o mintiendo a los demás- suelen existir dos motores: uno, el gran ego que les impide aceptar la realidad; otro, generalmente el más poderoso, la tentación económica y, en muchos casos, la mera necesidad...

¿Podría haber vuelto Joe Louis para medirse con un juvenil Rocky Marciano si no hubiera existido una necesidad económica? Seguramente no, pero lo hizo.

¿Qué lo motivó a Mike Tyson a embarcase en peleas de segunda para terminar vencido por Kevin Mc Bride? Esa noche de junio de 2005, Iron Mike abandonó al comienzo del sexto (el referí también fue Joe Cortez). Se llevó 250 mil dólares, pero su bolsa había sido 5 millones 500 mil: tuvo que pelear para pagar lo que debía de impuestos.

Horacio Accavallo, que fue campeón mundial de peso mosca, tenía programada una próxima defensa en el Luna Park, pero padecía el problema de la balanza. Para él, el kilaje era una tortura diaria. Un día fue a verlo a Juan Carlos Lectoure y le anunció que abandonaba el boxeo. "Pero… ya está todo armado para tu próximo defensa, es un último esfuerzo y después te vas", le dijo Lectoure. "Tienen razón, Tito, pero ¿Y si pierdo? Si me voy campeón, voy a ser campeón para siempre". Y dejó el boxeo y hasta el día de hoy sigue siendo el campeón.

Oscar De La Hoya sumó puras derrotas en sus últimas peleas, combatiendo sin necesidad alguna desde un punto de vista lógico, pero ya expresamos que la lógica no existe en el boxeo, al menos, a la hora de despedirse. Desde regresos absurdos a carreras que no parecen detenerse, hay muchas historias. Fotos que quedan en la imaginación popular, tristes momentos.

Maravilla Martínez no ha sido la excepción. Ya sea porque su motivación fue solamente el dinero o porque creyó que todavía estaba en condiciones, lo cierto es que, como muchísimos otros en el tiempo y la distancia, corrió el mismo Destino de derrota.