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La solidaridad ausente

BUENOS AIRES -- Pasaron algunas horas desde la agresión sufrida por los jugadores de River y todavía me siguen dando vuelta por la cabeza algunas imágenes sueltas de lo sucedido este jueves en La Bombonera. Sin dudas que deseo una investigación profunda de los hechos, aunque las esperanzas de que se encuentre a los verdaderos culpables sean pocas.

Hace tiempo que al fútbol en general (el argentino es sólo un emergente triste y menos prolijo de lo que pasa a nivel mundial) se ha convertido en un botín de poderosos con pocos escrúpulos que sólo piensan en el lucro. Lo lúdico ha muerto,que viva el show...

Y para que esto pase mucho tiene que ver las apetencias de cada uno de nosotros. El individualismo va ganando la batalla. Nos reimos de la desgracia del otro, lo discriminamos, no aceptamos otra opinión que la nuestra, los segregamos por sexo, raza o religión.. Y si todo esto no alcanza, lo eliminamos de nuestras vidas (a veces tan literalmente que asusta).

#El término solidaridad se utiliza en forma habitual para denominar una acción de perfil dadivoso o bienintencionado. De todas maneras, su raíz etimológica hace referencia a un comportamiento in-solidum, es decir, que se enlazan los destinos de dos o más personas. Por lo tanto, ser una persona solidaria no se limita al ofrecimiento de ayuda, sino que implica un compromiso con aquel al que se intenta ayudar.

#La verdadera solidaridad es ayudar a alguien sin recibir nada a cambio y sin que nadie se entere.

#Ser solidario es, en su esencia, ser desinteresado.

#La solidaridad se mueve sólo por la convicción de justicia e igualdad.

Todo esto y mucho más brilló por su ausencia en La Bombonera. Empezó en las tribunas, donde por negocios (si fue una demostración de fuerzas entre facciones de la barra brava de Boca) o por la cada vez más masiva enfermedad de ser más protagonista que los protagonistas (si fueron individuos sin pertenencia a la barra), a unos pocos les importó nada el deseo de los muchos que quería disfrutar de un espectáculo deportivo.

Siguió en la manga donde la brutalidad policíaca (el operativo policial evidentemente fracasó, digan lo que digan las autoridades) empezó a los empujones antes de saber que es lo que pasaba. Y ni hablar de la ausencia de solidaridad de clase entre pares, entre los propios jugadores, que perdió la batalla antes de empezar a darse, con futbolistas y un entrenador que daban muestras de querer seguir con el "show", eso sí tapándose la boca para que no leamos de sus labios la indignidad.

Tampoco hubo solidaridad del árbitro para con los agredidos, ¿¡Qué otra cosa necesitaba el árbitro Darío Herrera para suspender el encuentro que la cara totalmente desfigurada de Ponzio?! Una hora demoró en tomar la decisión. A lo mejor esperaba una orden de la Conmebol, la verdad es que a veces las decisones importantes se toman sin esperar órdenes, porque lo humano debería estar por encima de cualquier obediencia debida.

Y el final. Acaso más bochornoso aún que el episodio del gas pimienta. Los jugadores en la mitad de la cancha, casi como en un circo romano, esperando que "el pueblo" deje de tirarle con cuanto objeto tuviera a mano. Los futbolistas de Boca en lugar de rodear a sus compañeros de trabajo (¿acaso es otra cosa un futbolista con otro futbolista, sea que como sea que decida vestirlo el club para el que trabaja?) y asegurar su salida de la mejor forma posible, dejaron que estos se retiraran y decidieron saludar con las manos en alto en el círculo central. ¿A quién? a los mismos que agredieron a sus compañeros, enterrando definitivamente el concepto de solidaridad bajo una montaña de mugre.