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Derecho de piso

BUENOS AIRES -- Hay un torneo que precede al torneo en sí. Son 121 jugadores -casi la cantidad de un Grand Slam-, amateurs o profesionales en formación, una babel de situaciones personales y objetivos en una misma actividad. En el Clu, centro de tenis ubicado en Buenos Aires, se está jugando la clasificación de un torneo future, la menor escala de los torneos que dan puntos para el ranking, con 10.000 dólares en premios. Sólo ocho de aquellos 121 llegarán al objetivo: clasificarse al cuadro principal.

Hay que ganar cuatro partidos en tres días para ingresar al torneo que determinará el campeón del llamado "Fila for future". Sin embargo, las cuatro victorias no serán suficientes para lograr puntos de ranking, que sólo se obtendrán si se gana un partido en el cuadro más importante. Los octavos de final equivalen a un punto, a una posición cercana a la posición 1.500 entre los profesionales de todo el mundo. Los cuartos de final aportan dos unidades; el título, 18.

El camino se inicia sin final asegurado. "De los que están jugando la clasificación, te diría que los que terminan viviendo del tenis son cuatro o cinco. Y del cuadro principal, con suerte unos diez, quizá menos", afirma Juan Pablo Guzmán, quien jugó estos torneos hace años, llegó a ser top 100 en 2007 y jugó el cuadro principal de Wimbledon.

"Son pocos los que pasan esta picadora de carne: tenés el caso de Facundo Argüello, que ya llegó a finales de challengers y está 200 del mundo. Pero muchos suben a los challengers y vuelven a bajar a los futures, no es fácil salir de este nivel", indica Franco Squillari, quien entrena al boliviano Ryusei Makiguchi, quinto preclasificado en el cuadro principal.

Para llegar, es necesario pagar este inevitable derecho de piso, partidos a las 8.30 de la mañana, con viento, frío invernal y doble turno si es que te fue bien en el primero. Así se forman los campeones del futuro. También es necesario pagar una inscripción de 40 dólares -lo mismo que cuesta cualquier future en el mundo- más 55 dólares del IPIN, el "número de socio" que otorga la Federación Internacional de Tenis. El IPIN es abierto a todo el público, cualquiera puede participar.

Nunca hubo en la Argentina una clasificación de future con tantos participantes: ocurre que es el único que se jugará en Buenos Aires hasta fin de año. Mientras esperan sus partidos, los chicos observan los partidos del Masters 1000 de Montreal, se sorprenden por los tiros de las estrellas, sueñan con estar ahí algún día. "Qué bueno sería ser top 100", comenta un jugador a otro. "Sí, ¿te imaginás? Ya con jugar Canadá alguna vez, me doy por hecho", le responde su compañero.

La clasificación del future se juega en canchas contiguas. Puede haber un saque cruzado que interrumpa un punto del partido de al lado. Los jugadores son sus propios alcanza-pelotas. Según el reglamento, se las deben pasar al rival de una forma cortés, amable, sin brusquedad. Los jueces no están en cancha, pero sí recorren el club y son llamados ante la duda por un pique (el torneo se realiza en polvo de ladrillo).

"¡Jueeeeez!", pide a gritos un jugador, harto de que el rival le marque sus pelotas fuera de los límites. "Flaco, vamos a jugar al tenis", le pide ante una nueva polémica, y esta vez el juez se quedará en esa cancha para evitar discusiones. Ante dudas por el pique de una bola, el jugador puede pasar del otro lado de la red para chequearlo, algo que no está permitido en los torneos ATP, que cuentan con juez de silla.

"Si llegás a robar pelotas como la última vez, la vas a pasar mal", amenaza el padre al rival de su hijo. Enseguida llega el entrenador del chico amenazado y exige explicaciones. El diálogo soluciona el conflicto, aunque el entrenador sabe que su jugador tiene una tendencia a la parcialidad antes que a la duda.

El juez también actúa en caso de vocabulario inapropiado. "¡¡Viento y la p… m…!!", lanza un jugador… al viento, justamente. La jueza entra a la cancha y le informa: "Tenés warning (advertencia)". Al salir, la madre del jugador advertido bromea, cómplice: "Es mejor que se lo diga el juez antes que la madre". El juez retruca: "A la madre la ve después, el trabajo sigue en casa, eh".

Los entrenadores llegan con sus grupos de chicos. "Jugaron siete, me quedan tres", dice uno de los preparadores. Al final, ninguno de sus pupilos pasará la clasificación. El fogueo de los juveniles se extiende hasta los cadetes, los chicos de 15 ó 16 años que debutan en torneos profesionales. El objetivo es que sientan y superen esa presión de competir con los "grandes". Mariano Kestelboim, de 15 años, ofreció sus credenciales de proyecto a seguir, con un tenis suelto y potente. Fue el más joven del cuadro, no pasó inadvertido, ganó experiencia que marcará su futuro inmediato.

Dante Gennaro, de 18, es entrenado por Guillermo Coria, quien asegura que su pupilo tiene un buen revés a una mano, lo cual comprobamos. Gennaro se diferencia por su juego potente, una vestimenta colorida -mezcla naranja con celeste- y por la toalla que trajo de su gira junior por Europa: original de Wimbledon 2011, verde, violeta y crema; contrasta con las blancas de sus colegas. Con suficiencia, Dante pudo ganar los partidos necesarios para ser uno de los ocho elegidos que disputarán el cuadro principal.

Facundo Lugones golpea con violencia la raqueta contra su bolso. A su lado está Juan Ignacio Galarza, su rival. En los descansos, los oponentes se sientan al lado, en el mismo banco. Tienen tiempo para conversar si lo desean. Galarza ya pudo estrenar nueva ropa del sponsor; no todos en la clasificación corren con esa suerte.

"¡¡Yo sabía que no tenía que ponerme esta remera!!", grita un tenista en problemas, y acto seguido se la cambia. El jugador suele tener los llamados "atrapes" (manías, fijaciones con un objeto o acción) y en esta clasificación de futures no hay excepciones. Las canchas están impecables, entonces se puede culpar al viento. Para otros es la remera, las pelotitas, lo que sea. Hay que descargar la tensión en algún lugar.

"Hay un caso que supera todo, un ex pupilo mío", comenta un veterano entrenador. "No podía jugar con remeras nuevas, sentía que perdía siempre con ellas. Llegó al punto de quitarlas de su bolsita, meterlas en agua, dejarlas secar y luego usarlas. Una locura total". Es verdad, un atrape particular el suyo.

Los chicos que juegan la qualy de un future buscan esos puntos de ranking que, justamente, los exima de volver a pasar por la experiencia clasificatoria. "Por eso es común que los que ya logran puntos se paseen como si fueran Nadal en el US Open", apunta un jugador que ya logró esas unidades pero no hace ostentación. "Piensan que tienen dos o tres puntos, algo de ranking, y ya lograron todo. Tendrían que fijarse en el verdadero Nadal, que siempre está hablando del deseo de mejorar todavía más. Qué nos queda a nosotros".

Hay nervios por la oportunidad, por jugar un torneo profesional ante la familia, la novia ("Me van a sacar en cualquier momento", dice la noviecita de uno, que se pasea nerviosa y grita los puntos de su chico), los amigos, y el sponsor...

El sponsor es un inversionista privado que aporta dinero para los gastos del jugador, a recuperar en el futuro. Los chicos también piensan en ello, en no defraudar al mecenas. Entre los que pasean por el club también aparecen los empresarios de las marcas de ropa, de raquetas: hay que trabajar sábado y domingo para detectar talentos y madrugar a la competencia.

Llegar al cuadro principal asegura ganar dinero: la primera ronda perdida equivale a 117,50 dólares. Deben presentar una factura -generalmente es del padre o hermanos- para no perder un 21% de ese premio. En un torneo anterior, Galarza se iba del club sin cobrar su premio: le tuvieron que avisar que debía cobrar. Su cabeza no estaba puesta en el dinero. Con lo ganado, invitó a sus padres a comer a una parrilla.

Lautaro Pane, de 15 años, cobró la semana última su primer premio en dólares. "Después de entrar me di cuenta. Creo que si pensaba que estaba jugando un partido por 600 pesos, no la metía adentro de una cancha de fútbol".

"¿Tenés zapatillas? Me traje unas medio rotas y se me hizo pelota la izquierda, ya no sirve más", pide un jugador que ganó el primer partido del día en la clasificación, y tiene una hora antes del próximo para conseguir calzado. La diferencia entre la imprevisión amateur y el cuidado profesional se nota especialmente en este nivel de torneos, sobre todo en la qualy.

Ya es martes, comienza el torneo principal. Llegan al club aquellos que superaron la selva de la clasificación y tienen puntos ATP. Su pelea es otra: la de subir al escalón superior, el de los challengers.

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