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Ya no quiere más

Arnold se destacó mucho en la Copa Davis, jugando más de una vez las semifinales Getty Images

NUEVA YORK -- Los 20 metros y dos escaleras que separan el vestuario y el restaurante de jugadores del US Open se recorren a puro saludo. Leander Paes le pregunta cómo está, Mahesh Bhupathi estrecha la mano con una sonrisa, Pablo Andújar lo recibe muy contento... Hace rato que no lo ven en el circuito; desde mayo, en Roland Garros.

Lucas Arnold Ker llegó el martes a Nueva York y el miércoles puede jugar su último partido como profesional: lo programaron en la alejada cancha N° 15, para el doble en compañía de Juan Mónaco, frente a los israelíes Jonathan Erlich y Andy Ram. El argentino eligió el US Open para despedirse del tenis a los 36 años, tras 17 de carrera, en los que logró 15 títulos en dobles.

"Lo vengo pensando hace un tiempito y tomé la decisión en la gira previa a París. Este año jugué poco y me costaron los viajes sin la familia. También me cuesta entrenarme; antes era una pasión, podía estar horas en la cancha", le cuenta Arnold a ESPNdeportes.com, mientras observa desde el primer piso las canchas de entrenamiento vacías. Cae la noche en Flushing Meadows.

La rodilla derecha también es un factor, le molesta demasiado una lesión. También el hecho de buscar compañero nuevo en cada torneo que juegue, porque su ranking protegido es bajo, 90°, y el real, más allá del puesto 800°.

"Es eso, pero fundamentalmente que no tengo las ganas y disciplina de antes. Los viajes me cuestan, pero pienso que si llego a ser entrenador y el jugador que tengo me motiva, puedo acostumbrarme. Quizá no viajaría tanto; el doble te requiere salir de tu casa ocho o nueve meses al año, y no quiero", determina.

El retiro esta vez es definitivo, aunque, poco convencido, desliza que le gustaría tener un adiós en el torneo de Buenos Aires, en febrero. "Aunque no sé, estaría sin entrenarme", duda unos segundos. Arnold ya debió ausentarse del circuito por un tiempo largo en 2006, cuando le detectaron un cáncer de testículos que debió batallar para volver al ruedo un año después.

"Esa situación me ayudó a crecer mucho. Me cambió la visión de la vida y ver qué es lo realmente importante y qué no. Me hizo valorar lo que uno tiene y darme cuenta de que todo puede terminar en un segundo", dice el doblista, quien piensa colaborar, en un futuro, con instituciones de lucha contra el cáncer.

A partir de recuperarse de la enfermedad, su personalidad cambió: se vio a un Arnold extravertido, sin filtro. Admitió que "estuvo al borde de la muerte" y en los últimos años no tuvo problemas en criticar a colegas en programas de radio o contar que, una vez, tomó unas zapatillas que Tomas Berdych había tirado a un cesto donde los jugadores depositaban la ropa que ya no usaban.

El cambio de actitud, de un Arnold tímido a una postura distinta, provocó que, en tono de cariño, los jugadores lo apodaran Murdock (aquel personaje de la serie Brigada A) o Chapita. "Me lo dicen de buena onda. Sé que alguna vez salgo de los parámetros del tenista y hago locuras, pero me parece todo tenista tiene su grado importante de locura. Algunos lo muestran y otros no tanto".

Esta semana, Arnold Ker es muy consciente de lo que hace y se retira sin rencores. "Siempre uno piensa que te podría haber ido mejor en algunas cosas, pero estoy contento con mi carrera. Hay muchísima gente jugando al tenis y son pocos los que llegan", admite.

A ese asunto se dedicará, a intentar que los juveniles lleguen, no queden en el camino. Ya tuvo una experiencia de pocos meses con su compatriota Kevin Konfederak, aunque sabía que la relación no seguiría porque Arnold regresaría al circuito tras recuperarse de una intervención de rodilla.

"Me gustó volcar mi experiencia en otro. Me di cuenta de que me gustaba más estar ayudando a alguien que en la cancha. El doblista tiene bastante de eso; jugué con Mariano Hood y otros compañeros, y siempre ayudás a tu compañero, a diferencia de los singlistas, que capaz que hasta que no se retiran, no tienen esa actitud. El doblista tiene más cabeza de equipo".

"Me gustaría tomar mi experiencia para trabajar con chicos de 13 o 14 años. Es una etapa crítica, y yo cuando tenía esa edad no me daba cuenta. A esa edad, los europeos les sacan muchas ventajas a los argentinos, porque maduran más temprano y trabajan distinto. A esa edad, es muy fácil perder el tiempo. Si estás haciendo las cosas más o menos, no te importa. Pensás que vas bien, pero eso después se nota", analiza.

Por eso, coincide en que un buen método de enseñanza sería una mezcla entre el convencimiento de que el tenis no es lo más importante ni todo en la vida, que no hay que obsesionarse, pero sí notar que es necesario trabajar a conciencia, en forma madura y con la mayor entrega posible.

Arnold vivió la que fue la mejor época histórica del tenis argentino en cuanto a las actuaciones en grupo, entre 2002 y 2008. "En un momento había cuatro top-ten, increíble. Es algo irrepetible y un poco tiene que ver que los entrenadores argentinos trabajan mucho con los extranjeros ahora. Pienso que volverá a haber otra camada buena, pero no se va a repetir lo de la anterior. La de (Facundo) Argüello y (Agustín) Velotti, si bien no son cracks, puede dar mucho", estima.

Los mejores recuerdos de Arnold se relacionan con la Copa Davis como jugador -aquel triunfazo de dobles en Moscú, con Nalbandian, ante Kafelnikov y Safin- y entrenador, ayudando al capitán Alberto Mancini a llegar a la final de 2008. También aquella curiosa anécdota de haber vencido a Federer en el primer partido profesional del suizo, en Gstaad en 1998.

"Me acuerdo que había entrado como lucky loser (perdedor afortunado) y jugaba contra un local. Nunca habría dicho que Roger sería lo que fue después. Es increíble cómo puede evolucionar un jugador, la prueba de que uno nunca conoce su techo y los 'clicks' que puede hacer. Nadie imaginaba que Federer sería lo que fue y es todavía".

"Recuerdo que lo atacaba con mi saque, que nunca fue buenísimo, con efecto 'kick' al revés, y me la dejaba cómoda o la tiraba afuera. Su progreso es una enseñanza que voy a intentarles trasmitir a los jugadores que entrene", dice Arnold. Qué mejor que aprender de los mejores ejemplos.