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¿Punto de partida?

MIAMI -- Milos Raonic utilizó la potencia y colocación de su servicio para sumar, hasta el momento, tres títulos ATP. Aleksandr Dolgopolov, Kei Nishikori y Bernard Tomic experimentaron qué se siente jugar los cuartos de final de un Grand Slam. ¿Y qué pasa con Grigor Dimitrov?

Allí anda, quien alguna vez fue denominado "Baby Federer", dando pasos de bebé, justamente, más despacio que sus colegas de generación. Para el alto nivel, Dimitrov recién deja de gatear: este domingo logró su primera victoria sobre un top ten, ante Tomas Berdych en la central del Crandon Park. Había perdido nueve enfrentamientos ante colegas ubicados entre los diez mejores.

No hay persona que lo vea por primera vez que no emita comentarios del estilo "increíble lo que juega ese chico". Dimitrov tiene 20 años y hace tres o cuatro años que comenzaron las comparaciones con Federer. En un texto de octubre de 2008, al observar el tenis del búlgaro enfrentando al francés Florent Serra en la clasificación del Masters 1000 de Madrid (por ese entonces sintética indoor), me permití sugerir que la televisación de los partidos de Roger --Nº 1 indiscutido en el momento en que Dimitrov comenzaba a formarse como tenista-- evidenciaban su efecto en los más jóvenes. Los querían copiar.

Se podía observar en Dimitrov: no sólo la técnica del drive o el revés a una mano, los golpes a la carrera, la tendencia a jugar casi de sobrepique, el tenis clásico adaptado a la velocidad actual; también había comportamientos, gestos entre los entre los puntos, que parecían calcados de Federer. La televisión e Internet hacían su tarea: Grigor recién comenzaba a compartir torneos con Roger.

La comparación lo persiguió hasta cansarlo. En realidad, no pasa tanto por su hartazgo, sino por una falta de respeto hacia Federer. En enero, durante el Abierto de Australia, le comentaba al sitio británico The Tennis Space: "Yo pensaba, 'por favor, gente, el tipo es el mejor de todos los tiempos y yo era 180 del mundo cuando primero lo dijeron'.

A diferencia de Federer, Dimitrov es extravertido, bromista, sonrisa fácil. Habla bien inglés y tiene carisma para, en un futuro lejano, convertirse en el marketinero de la generación. En Miami se pasea con una remera llamativa, con el "Dynamitrov" en la espalda. "Va a ser número uno del mundo", lanzó el argentino Mariano Zabaleta, quien observó el partido del búlgaro con Juan Ignacio Chela.

Dimitrov aparece 101º del mundo en el último ranking, el cual mejorará después de Miami (primera vez en octavos de un Masters 1000, ahora jugará frente al serbio Janko Tipsarevic). En diciembre comenzó a trabajar con nuevo entrenador, el francés Patrick Mouratoglu, quien lo llevó a la pretemporada en la paradisíaca Isla Mauricio. Allí trabajó con Jeremy Chardy, Stephane Robert y Yanina Wickmayer, con la asistencia de Martina Hingis. Dimitrov tiene una amiga famosa en el circuito femenino, Serena Williams. "Me vino a felicitar en el gimnasio. Me gustó que venga a ver el partido", contó él.

¿Qué le falta a Dimitrov? "2.000 puntos", responde con una sonrisa. Luego, más seriamente, dirá "consistencia" y profesionalizarse todavía más en la preparación. Sobre la consistencia, admite un problema: "Cuando la pelota viene tengo un millón de ideas en mi cabeza. A veces me río y pienso que tengo todo, pero no lo puedo poner en orden".

Ex número uno junior, Dimitrov recuerda que "cuando llegué al circuito, pensé que iba a ser como un paseo por el parque". Tuvo un primer momento de explosión, en el que se recuerda un gran partido que le hizo a Rafael Nadal en Rotterdam 2009; luego llegó un pequeño bajón, y la recuperación mediante challengers en la segunda mitad de 2010. En 2011 no dio el salto esperado en los ATP. Lo de Miami puede ser un buen comienzo.

"Nunca sabes cuándo tendrás la suerte o cuándo tu voz interior hablará durante un torneo. De pronto, ganas uno, dos, tres, cuatro partidos, y repentinamente puedes ser campeón en un torneo. Eso cambia completamente todo alrededor tuyo de un día para el otro, y de pronto estás top 20 y piensas: 'Mi Dios, puedo hacerlo'. Al día siguiente regresas más fuerte y con mejor actitud mental. Todo se va desarrollando, y de pronto, te conviertes en quien realmente eres".

Al menos, no se le puede negar que suena convencido: hoy, Dimitrov todavía no es lo que realmente es.

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