MÉXICO -- La pregunta de mi compañero Jorge Eduardo Sánchez me dejo mucho más reflexivo que todo lo que había escuchado durante la larga jornada: "Pero, finalmente David... ¿Es un día bueno o malo para el béisbol?"
El Reporte del ex senador Mitchell tan sólo había confirmado lo que todo el mundo sospechaba desde hace ya algunos años. El béisbol esta manchado, tiene una era llena de sospechas e irrealidades y tiene que realinear sus raíces y pretensiones para volver a soñar con el futuro. Lo primero que requiere un enfermo para salir de su enfermedad es admitir que está enfermo. El béisbol estaba admitiendo su diagnóstico desde un frío hotel en la Quinta Avenida de Nueva York.
Lo espectacular del tema -- lo subrayó una y otra vez el ex senador Mitchell -- era la lista con los nombres de los imputados. El periodismo y la opinión pública querían reconfirmar qué tan lejos había llegado la "droga". ¿Había realmente penetrado en el círculo de los mejores peloteros de la época? ¿Sería capaz de ponerle un asterisco a esos inverosímiles récords con los que la gente había vibrado en un estadio o a través de una televisión? La respuesta es sí. Cuando a Barry Bonds se unieron jugadores del tamaño de Roger Clemens o Gary Sheffield, quedaba claro que el tumor había avanzando más de lo que todos suponían.
Quienes sí parecían envueltos en una cortina de humo eran los dueños de los clubes y el propio comisionado. ¿Acaso ellos no tienen una responsabilidad mayor en todo este tema?
El béisbol vivió días de amargura y hasta de soledad después de la huelga de 1994. Se pensaba que era el triste final para el "pasatiempo nacional" norteamericano. La gente no iba a los parques. Los peloteros no figuraban en los récords de las grandes leyendas y los niveles de teleaudiencia bajaban de forma dramática.
Tendré que ser muy cuidadoso con lo que voy a decir, pero tengo que decirlo: Los esteroides, la hormona para el crecimiento humano, colaboró en el regreso del béisbol a los primeros renglones. El comisionado lo sabía y los dueños de equipos también. La batalla McGwire-Sosa fue la cumbre de los anabólicos, pero al mismo tiempo fue un tobogán de salvación a las grandes carencias que envolvían al deporte.
Grandes Ligas fue capaz de inventar una pelota más dura para tratar de justificar o de esconder lo que pasaba sobre el diamante.
El 95 por ciento de los peloteros utilizaban sustancias prohibidas, no había leyes antidopaje para controlarlo y todos parecían contentos con la vuelta a los primeros lugares del béisbol, un verdadero orgullo nacional vinculado hasta en temas patrióticos.
"La era de los esteroides" ha terminado por enterrar algunos de los mitos y las leyendas mismas del béisbol. Me imagino que en las placas del Salón de la Fama para Bonds (el máximo jonronero de la historia) y para Clemens (en mi opinión el mejor pitcher de la historia) deberá incluir una pequeña leyenda que indique que sus números fueron logrados en una época incierta para el béisbol.
Peor más allá de eso, pienso que el béisbol debe concentrase en la actualidad. Sería inútil recurrir al pasado, retroceder y enjuiciar a los culpables o hacer de esto una auténtica "cacería de brujas", donde brote la sangre y la venganza sobre aquellos que pecaron en un mundo para pecadores. El béisbol tiene que estar más preocupado por el futuro, por las escalofriantes averiguaciones del Reporte Mitchell, en el que se asegura que jóvenes de secundaria o de universidad ya han penetrado a ese mundo de las sustancias prohibidas, alentados porque sus modelos ejemplares, los grandes peloteros del momento, también los utilizan.
El béisbol no puede arriesgar su futuro. Lo que pasó, pasó ya. Que quede en la consciencia de aquellos que lo hicieron y de aquellos que lo permitieron. Ahora, sólo hay que mirar hacia delante.
Y queda claro que el jueves del "Reporte Mitchell" fue, después y a pesar de todo, un buen día para el béisbol.