ESPNdeportes.com 15y

Simplemente, Pinino Mas

BUENOS AIRES -- La tentación resulta irresistible. Aunque se sepa que el intento de contextualizar a un futbolista del pasado en estos tiempos es imposible. Por montones de situaciones, atenuantes y condicionantes. Ese anacronismo resulta una barrera infranqueable.

Sin embargo, cuando se revisa la historia de un ex jugador y se observa todo lo que consiguió, el "lo que hubiese sido si jugaba hoy" surge de manera espontánea. Y ese sentimiento se agiganta si el personaje en cuestión es Oscar Mas, Pinino, el Mono, como quiera llamarlo, aquel temible goleador que vistió la casaca de River en pasajes de las décadas del '60 y del '70, el segundo artillero de la historia de la institución de Núñez (detrás de Angel Labruna) con 199 conquistas, ese tipo de futbolistas que en estos tiempos son tan codiciados.

Con semejantes pergaminos el impulso de comparar se vuelve irrefrenable. El mano a mano con ESPNdeportes.com se dio en la casa de Pinino (un hincha fanático de River), en el estadio Monumental, y recordamos los momentos más trascendentes de la carrera del Mono, sin soslayar la actualidad.

-Vos andás mucho por el club, y por una cuestión generacional muchos pibes que pasan a tu lado no te conocen, ¿qué les dirías si les tuvieras que explicar quién fue Pinino Mas?
-Es cierto que algunos no me reconocen, pero hay otros que saben quién soy porque el padre le contó. ¿Qué les diría? Bueno, que fui un jugador con una gran responsabilidad, sobre todo por mis compañeros, por los dirigentes y por la gente de River, un público que es muy especial, que te aplaude o te putea. Les contaría que la camiseta la defendí a muerte porque, además, soy hincha fanático de River. De chiquito me colaba para ir a ver los partidos. En mi carrera hice todo con una gran dignidad, con respeto, y la gente me recuerda de esa manera. Hay algo que me llena de orgullo y es estar en la bandera de los cinco grandes de toda la historia que cuelgan en la tribuna (junto a Passarella, Francescoli, Alonso y Labruna). Eso es un placer, una satisfacción. Muchos quisieran estar ahí.

-También tendrías que contarles a esos pibes que sos el segundo goleador histórico del club...
-Tal vez suene pedante, pero a algunos de los chicos que yo entreno les digo que fui el mejor. A lo mejor me toman como un fanfarrón, pero no, siempre digo que cuando entrás a la cancha tenés que pensar que sos el mejor, no tiene que haber otro como vos. De esa manera triunfé. Porque fui el mejor y no va a haber otro mejor. Todos los años hacía entre 25 y 30 goles, ahora están entre los 10 o 15. Si pensás que sos el mejor te van a respetar y tenés más posibilidades de llegar.

-Te tocó compartir momentos con futbolistas espectaculares.
-Jugué con alguien que para mi fue un monstruo, como Amadeo Carrizo. Cuando debuté, en 1964, estaba él, Ramos Delgado, Etchegaray, Sáinz, Cap, Ermindo Onega, Pando, Varacka, Cubilla, Sarnari, Artime, todos estupendos jugadores que, además, me apoyaron mucho, me dieron consejos buenos, hay que sentirse dichoso. Daniel Onega, muchos grandes. Compartir con ellos fue un estímulo enorme.

-Siempre se compara el fútbol de antes con el de ahora, ¿pensás que vos podrías haber encajado en estos tiempos?
-No tengan ninguna duda, seguro. Ahora no saben definir, esa es una falencia. No se piensa donde tirar la pelota.

-¿Qué hacías para mejorar en eso?
-Era el primero en llegar y el último en irme. A veces nos quedábamos con Amadeo y con Hugo Gatti para practicar definición. Ahí aprendí mucho. Por ejemplo, a pegarle a la pelota, saqué muchas cosas de Amadeo. Esas voleas las copié de él. Le pegaba un fenómeno. Ahora no los entrenan para mejorar la definición. Tendrían que quedarse media o una horita trabajando eso con el arquero, así no errarían tantos goles. Y no le pegan al arco. Llegan hasta el borde del área y no le pegan. Hacen siempre una jugadita de más y les sacan la pelota. A los chicos hay que enseñarles a definir.

-¿En tu caso fue todo aprendizaje o traías virtudes de la cuna?
-Lo que pasa es que yo me cuidé siempre. En todo momento creí en mis condiciones. El día que estaba en River tomé las cosas en serio, porque las posibilidades de seguir progresando eran muchas, ahí todo se me hizo más fácil.

-¿Cómo hiciste para separar al tipo alegre, que le gustaba hacer bromas, del profesional?
-Cuando había que trabajar, lo hacía, y sí era tiempo de embromar, también. Pero me cuidaba mucho, churrasco, ensalada, todo para poder rendir más.

-En el comienzo de tu carrera se dio algo curioso, casi terminás jugando en Boca, ¿qué fue lo que pasó?
-Juan Evaristo me llevó para fichar en Boca, pero yo no quería porque era fanático de River. Entonces, en la prueba, hubo un penal. Cuando me tocó patearlo, muy pícaro, lo tiré afuera. Porque no quería quedarme en Boca. Evaristo se volvió loco, me retó, me dijo de todo, pero no quería seguir ahí.

-Esa no fue la única chance que tuviste de firmar con Boca...
-No, cuando volví de Colombia me llamó un dirigente que estaba con Alberto J. Armando y me ofreció pasar. Me daban mucha plata, pero ni siquiera evalué esa posibilidad. Si yo jugaba en Boca iba a herir a la gente de River. Después de tantos años ponerme la otra camiseta hubiese sido una traición.

-¿De dónde nació tanto amor por River?
-Fue de chiquito. Me acuerdo que jugaba los partidos y los relataba diciendo que era Artime. Yo era Artime. Y da la casualidad que la primera concentración la compartí con Amadeo, Ramos Delgado y Artime. Esa noche no pude dormir. Tenía miedo hasta de hablar, no lo podía creer. Después jugamos cuatro o cinco años juntos. Luis fue el máximo, hizo goles en todos lados, un fenómeno. Artime sabe lo que sentía por él.

-Cumpliste el primer objetivo que fue jugar en River, de yapa se dio que jugaste al lado de tu ídolo, ¿qué otro sueño se te hizo realidad?
-La meta era hacer goles, tocar el cielo con las manos, y por suerte todo se me fue dando. Hice muchos, pasé al Real Madrid, salí campeón con River, formé parte de la selección, no puedo pedir más nada.

LA EXPERIENCIA MERENGUE
-¿Qué recuerdo tenés del Real Madrid?
- El mejor, porque me trataron de maravillas, estuve allí tres años. En la cuarta temporada me querían mandar a Francia, al Lyon, a cambio de un jugador que buscaba el Real. Yo les dije 'bueno, no hay problemas, me pagan el doble de sueldo y listo'. Hubo discusiones y al final volví a River. Allá el primer año me fue muy bien, hice 14 goles. Jugué junto a Amancio, que era un fenómeno, Velázquez, Pirri, Del Bosque, el alemán Gunter Netzer, Junquera, Grosso, jugadores recontra importantes.

-En aquella época pasar a Europa no era sencillo, menos a un club de tanta jerarquía. ¿Cómo fue que te transfirieron?
-Es una historia increíble, porque me enteré cuando estaba casi todo cerrado. Un domingo voy al vestuario, pido la ropa y el utilero Antúnez me dijo que no jugaba. Yo en esa época era Gardel y no podía entender que me quedara afuera. Entonces me contesta que le parecía que estaba vendido. A mi nadie me había dicho nada. Entonces llega Angel (Labruna) al vestuario con Aragón (Cabrera, presidente de River) y cuatro o cinco personas de traje. Me llaman aparte, nos presentan, eran dirigentes del Real Madrid. Aragón me dice: "Te vendimos al Real". Yo sentí que me tiraban con un balde de agua fría por la cabeza. Me quedé duro. A la noche fuimos a comer al Sheraton, se hicieron los papeles y en 15 días estaba viajando a España. Allá se hizo la presentación con unas 40.000 personas. Pero hasta ese domingo no tenía ni idea que estaban negociando.

-Es decir que te enteraste por el utilero...
-Sí, él me lo dijo.

-Además se trataba de un pase importante, hoy es impensado que ocurra una cosa así, que el jugador no se entere hasta último momento.
-Es cierto. Y sí que fue importante, me acuerdo que en el '73 me vendieron por 400 mil dólares, no sé cuánto sería ahora pero seguro que mucho dinero. El Real era, y es, uno de los mejores clubes del mundo.

UN REGRESO TRIUNFAL
-Después volviste a River para ser campeón.
-Sí, en el '75. Como yo tenía problemas con el Real por eso de ir a Francia, me llama Labruna y me dice "Mono, venite para acá, dejá que yo te arreglo todo, hablo con Rafael (Aragón Cabrera) y él soluciona las cosas". Así fue como a los 10 días ya estaba en Argentina otra vez. Por suerte vine porque logramos cortar la racha de tantos años (casi 18) sin salir campeones. Le dimos lo que la gente quería.

-¿Nombraste a Labruna, qué recuerdos tenés de él?
-Un personaje, para mi fue un padre. Fue lo máximo, un gran consejero, una persona con una capacidad técnica enorme.

-¿Te tenía cortito?
-No, a mí me liberaba. A todos les decía que tenían que marcar a tal o a cual, pero a mí me decía "vos Mono hacé goles". Nada más. Me tenía una fe enorme. Como goleador que fue se admiraba de cómo le pagaba yo a la pelota.

- ¿Te enseñó cosas?
-Sí, a pegarle con la derecha, a pararme por el sector derecho para sacar el remate con la izquierda, muchas cosas, tengo muy buenos recuerdos de él.

-Hay dos recuerdos no tan gratos en tu carrera como aquellas finales de la Libertadores del '66 y '76.
-Me quedaron grabadas porque con los jugadores que teníamos no las podíamos perder. Pero bueno, después Don Renato (Cesarini) reconoció que se equivocó en los cambios. A todos nos puede pasar. Siempre digo que uno no puede pifiarle en un partido tan importante, pero que va a hacer, ya está.

-¿En aquella época se subestimaba el rival?
-No, si se trataba de Peñarol, un equipo respetable, con jugadores importantes. Lo mismo que Cruzeiro. Nosotros le dábamos una gran importancia. Pero no salían las cosas, lo mismo que le pasa ahora.

-¿Por qué le pasa eso a River?
-Puede ser el peso de cada jugador de querer ganar la Copa, la responsabilidad, el deseo, quizás eso haga que no se alcance el objetivo.

-¿No tiene que ver el estilo de juego, con algo vinculado a la elección?
-No creo, porque teniendo buenos jugadores hay que poner todo. Cuando hay plantel de calidad como tiene y tuvo River, se deben jugar los dos torneos con todo. Lo que a veces no entiendo es que el club contrata a un futbolista y tiene que esperar tres meses para que juegue. Por qué hay que esperarlo tanto. No entiendo eso.

-¿Cuándo le pesa la camiseta quiere decir que no está preparado para ponérsela?
-Totalmente. Llevan la camiseta de River puesta no cualquier otra. Y la de River pesa, de eso que no quepan dudas.

-¿Cómo se sobrelleva ese peso?
-Conociendo el club. Obviamente que viniendo de inferiores ayuda más a no sentir tanto la presión. Tal vez uno nuevo la sufra más.

DE AYER A HOY
-¿El fútbol histórico de River se contrapone con el que despliega ahora este equipo…?
-...(interrumpe) Bueno, a lo mejor se puede confundir el Cholo con tantos cambios. No entiendo cuando Ponzio juega atrás, porque él es 5, no 2. Yo era 11, no podía jugar de 5 o de 2...

-¿Creés en los puestos más fijos?
-Totalmente. Que haga un doble cinco con Ahumada, que pruebe si pueden jugar juntos. Porque Oscar es un gran jugador. Siempre puso lo que hay que poner. En Racing lo recontra silbaron, lo insultaron y ahí demostró que quiere la camiseta. Por eso después de las puteadas vinieron los aplausos. Que se los gana él, porque se mata en la cancha. En ese partido lo trataron como un perro y se la aguantó, demostró que puede. Yo lo felicité personalmente, esos jugadores quieren a la camiseta.

-¿Qué análisis podés hacer de este River?
-Lo fundamental es lo que decía recién, que a determinados jugadores debe ponerlos en sus puestos. Todavía no está el equipo estable, ese que sale de memoria. Hay veces que eso pasa por las lesiones, como lo de Falcao, pero no existe una formación fija, siempre se hacen cambios. Creo que el técnico debe ubicar a cada uno donde está acostumbrado a jugar. A mí, Villagra me enloquece, es muy bueno, pone todo, es sobrio. Otro es Ferrari, un gran jugador, pero a veces se pierde un poco marcando. Va bien adelante. A los futbolistas hay que respetarlos, brindarles oportunidades, acompañarlos, darles tiempo. Plantel hay, ahora se debe encontrar el equipo. Yo creo que el Cholo lo va a conseguir porque tiene capacidad. A veces se equivoca, pero sabe. Salió campeón con Estudiantes, con River, eso le da jerarquía.

-¿Y cuál es el punto destacado?
-Veo que está bien físicamente, corren todos, pero la contra es que a veces se duermen y el rival te come el mediocampo. Eso complica porque ahora no hay un Ortega que se ponga el equipo al hombro, no veo alguien así.

-¿Se siente la ausencia de Ariel?
-Seguro, alguien que haga la pausa, que pare el vértigo. A Buonanotte todavía le falta un poco de tiempo. Se fue Ortega y no quedó nadie que se cargue el equipo.

-Volvamos a vos. ¿Cuáles fueron los goles más lindos que convertiste en tu carrera?
-Uno de los que más me gusta se lo hice a Banfield, de palomita, que terminé chocando la cabeza contra el palo. Después me tuvieron que sacar porque me mareé y perdí el conocimiento. Hay que tener en cuenta que en esa época los arcos estaban hechos de madera y no eran redondos como ahora, sino cuadrados. Me di un golpe bárbaro. Después otro a Racing, en el Monumental, agarré un voleo que pegó en el palo, en el travesaño, después en el otro palo y se metió, creo que esos dos fueron de los mejores.

-Por la potencia de tu pegada eras de hacer goles espectaculares.
-Sí, raros, esos zapatazos que decís que se pueden ir a la tribuna y se terminan clavando en el ángulo. Pero bueno, gracias a Dios entraban. Me gustaba pegarle desde afuera del área, algo que ahora no se ve tanto. Parece que quieren entrar con pelota y todo adentro del arco.

Simplemente, Pinino Mas.

^ Al Inicio ^