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El fin de las palabras

Maxi Moralez jugaría ante Colón el próximo domingo DyN

BUENOS AIRES -- Dice el sentido común que el mejor equipo es el que sale campeón. Pero nosotros haríamos una corrección en el concepto: el que saca más puntos es el campeón, pero no necesariamente es el mejor. Sí se le pueden reconocer a un equipo que da la vuelta olímpica otros atributos, como la regularidad, la consistencia y hasta la templanza, como en el caso de Vélez, para imponerse en una final mano a mano contra Huracán.

Hace ya 35 años, se disputó el Mundial de Alemania, el de 1974. Y en aquel torneo el campeón fue Alemania, por encima de Holanda, es decir el mejor equipo. ¿Cuál fue la virtud de Alemania en aquel momento? Exactamente lo mismo que hoy se le reconoce a Vélez: jugó mejor la final, superó a su rival y, básicamente, tuvo en el arco a un maravilloso Sepp Maier que evitó el gol en cada uno de los intentos holandeses (no fue el caso de Vélez con Montoya).

Aquella fue una gran final (recordamos no porque nos lo hayan contado sino porque la vimos en vivo y en directo) y dejó el título en manos de un legítimo campeón más allá de los méritos de Holanda y de la fría letra de la justicia. Como se sabe, en el fútbol pasan estas cosas que muchas veces nos dejan perplejos.

Para dejar claro algunas cosas: Vélez no es Alemania, Huracán tampoco es Holanda y ni siquiera la final del Clausura 2009 tuvo mínimamente el nivel de aquel partido del 74.

Sin embargo, hay algunas cuestiones comparables.

Vélez fue más regular que su Huracán, al igual que Alemania sobre Holanda. Lo que habla de un equipo compacto, sólido, convencido de sus virtudes aunque no demasiado vistoso.

Holanda fue mucho más lujoso que el resto de los 15 equipos que jugaban aquel torneo, pero defeccionó en la final. Huracán fue el más lujoso de todos los clubes y también fracasó en la final, no tanto por el resultado sino porque no jugó de acuerdo a la altura que se esperaba.

Vélez y Alemania fueron los campeones, pero los equipos que quedarán en la retina de los simpatizantes imparciales serán, por siempre, Holanda y Huracán.

Aquella generación holandesa de jugadores maravillosos marcaron una época para el fútbol, pero nunca pudieron darse el gusto de dar la vuelta olímpica en un Mundial.

Estos jugadores de Huracán le dieron al fútbol argentino un soplo de aire fresco (tampoco se puede decir que son futbolistas maravillosos) y también se quedaron al borde de la gloria deportiva. Porque la coronación como campeón no es más que eso: la frutilla del postre.

Las finales hay que ganarlas, decimos siempre. Y es real. Por eso saludamos a Vélez, un legítimo campeón.

OTROS TEMITAS
Se están discutiendo ciertos fallos de Gabriel Brazenas, el juez de la final entre Vélez y Huracán.

Diremos nuestra opinión al respecto: Brazenas, a nuestro entender, cometió dos errores decisivos, uno para cada bando.

Por un lado no cobró el penal de Arano a Cubero, a los 36 del segundo tiempo (también era expulsión del defensor de Huracán) y tampoco cobró la infracción de Larrivey sobre Monzón, en el gol de Maxi Moralez.

Dos errores graves, pero pese a ello no hay demasiado que reclamarle. Es humano. Como los jugadores y los entrenadores, que también se equivocan.

Muchos le podrán atribuir también el gol mal anulado a Eduardo Domínguez, pero ahí la responsabilidad es del juez de línea Casas, quien levanta la bandera marcando una supuesta posición adelantada que en realidad no existió. ¿Qué podía hacer Brazenas si el asistente le decía que el gol de Huracán era en off side? Es imposible que él, de frente, lo pudiera ver.

Otros temas quedaron pendientes. Es una injusticia, como tantas otras que se cometen en el fútbol argentino, que San Martín de Tucumán se fuera al descenso directo junto a Gimnasia de Jujuy. La Promoción, se sabe, la jugarán Gimnasia La Plata y Rosario Central.

Esta es la información fría, irremediable para los perjudicados. Y ocurre porque sigue vigente al aberración del promedio de los descensos, que obliga a los conjuntos recién ascendidos a realizar campañas muy por encima de las exigencias que deberían tener en una primera temporada en la máxima división.

Lo concreto es que si se tomaran sólo los puntos de la temporada 2008/09, Rosario Central (40 puntos) e Independiente (39) deberían jugar la Promoción; y Gimnasia de Jujuy (38) y Argentinos Junios (38 puntos) deberían haber perdido la categoría.

No nos consuela de dos de los involucrados (Gimnasia de Jujuy y Rosario Central) hayan ocupado el lugar que les correspondía.

Nos entristece que Gimnasia La Plata (55 puntos en la temporada, sí ¡55 puntos y quedó 10° en la general!) y San Martín (40, pero con mejor diferencia de gol que Central) deban estar en una situación que por méritos deportivos debían haber esquivado, porque marca que en el fútbol de Argentina interesa poco la justicia y mucho los intereses de los más poderosos.

No nos olvidemos que este engendro del descenso fue inventado por Grondona para proteger a los grandes de una circunstancial mala campaña. Otra billete marcado más que le quita credibilidad a un fútbol cada vez más impregnado de teorías conspirativas.