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Puyol, historia viva, dice adiós

BARCELONA -- Pep Guardiola entró en el vestuario con la hoja de ruta bien marcada. El Barcelona de Rijkaard se había desplomado y el cambio que se avecinaba en el vestuario del Camp Nou aquel verano de 2008 amenazaba con llevarse a no pocos privilegiados por delante. "Tú de aquí no te marchas", le soltó, simplemente, a Carles Puyol, el capitán que, dudoso ante los planes del nuevo entrenador, puso sobre la mesa su salida sin molestar. Y Puyol se quedó. Y encabezó desde el campo la mejor etapa de la historia del FC Barcelona.

Este jueves escenificó su marcha. En una rueda de prensa multitudinaria, Puyol, historia viva del club azulgrana, desgranó sus vivencias, recordó su llegada desde La Pobla, puso al frente a Abidal recogiendo la Champions como ese "momento especial" y que descubrió Xavi en nombre de toda la plantilla... y mostró solamente por la asistencia masiva de gente del futbol cuál es el legado que dejará tras de su persona.

"Nunca entendió el futbol como un simple partido de solteros contra casados porque él siempre fue a tope", explicó Xavi, su relevo en la capitanía. "Un guerrero", simplificó Dani Alves. "Me enseñó que un partido empieza y acaba con la misma intensidad, que no hay momento para la relajación", descubrió Piqué. Echarán de menos en el vestuario tanto su larga cabellera como su ánimo indisimulado, su rabia por ganar, por luchar y pelear hasta el último aliento.

"Tú de aquí no te marchas", le dijo Guardiola aquella mañana de verano, antes de que acudiera con la selección en busca del primer campeonato de Europa que conquistó España. Y Puyol se fue con Luis Aragonés a tierras austriacas sabiendo lo que de él quería su nuevo entrenador en el Camp Nou.

No era un novato. Llevaba por aquel entonces ocho años largos en el primer equipo, desde que Louis van Gaal le diera la alternativa en Valladolid, en octubre de 1999. El holandés, tan denostado por el entorno azulgrana, fue considerado hoy por Puyol como un tipo "muy especial en mi carrera". Y es que fue él quien evitó meses antes su partida al Málaga. "Un chaval que muere por cada balón no puede irse", afirmó el técnico.

Y en el momento que su cabellera apareció por el vestuario ya se hizo eterna. A 'Puyi' le tocó vivir una etapa muy oscura en el club. Sus primeras cinco temporadas se saldaron sin un triste título para el Barça y aunque a nivel personal su figura emergió como lo más destacado, a nivel colectivo y social no fueron momentos de buen recuerdo en el universo azulgrana.

Por aquellos días meditó, como había hecho Xavi, iniciar una aventura lejos de casa, apartándose todas las tormentas que se sucedían y, a poder ser, jugar en ese Milan que siempre le había llamado la atención. Pero la llegada a la presidencia de Laporta le frenó en seco. El nuevo presidente le dejó clara su trascendencia en el Barça que quería. Y la tristeza mutó en alegría.

Llegó Ronaldinho, como Deco, Eto'o o Márquez y el central de La Pobla entendió que estaba en puertas de algo especial. Y con el flemático Rijkaard en el banquillo el cambio que se aventuraba explotó. En 2005 levantó su primera Liga con los ojos brillantes y el orgullo recuperado. Representaba el músculo y la entrega en un equipo liderado por la magia de aquel brasileño inigualable y a su lado, junto a Xavi y Valdés como representante máximo de la cantera, enlazó otro año para la leyenda, el que se cerró con la conquista de la Champions en París.

"Yo era un niño cuando el Barça ganó la Champions en 1992 y como cualquier crío soñaba con vivir algo así. Cuando lo conseguimos... No se puede explicar qué sentí en mi interior", aseveró tiempo después, cuando ganar se había convertido en una palabra ligada a su carrera.

Pero entre los éxitos de Rijkaard y la gloria de Guardiola, Puyol vivió también en primera persona el derrumbe de un proyecto que se aventuró tan corto como terrible en su caída. Y que degeneró en sus dudas. Entre 2006 y 2008 el Barça deambuló en un camino a ninguna parte y la revolución que lideró el entrenador de Santpedor le recolocó como no esperaba.

Porque Guardiola empezó forzando la marcha de Ronaldinho y Deco. Y quiso, pero no pudo de entrada, que se marchase Eto'o. Con ese panorama dudó Puyol un año antes de levantar al viento seis copas con la camiseta del Barça. Porque el "tú de aquí no te marchas" que le soltó Pep no había sido un brindis al sol, no era una frase gratuita.

Si Messi fue, es y se supone seguirá siendo el líder futbolístico del vestuario, Puyol fue, ya no lo será, el alma de esa plantilla. Nadie sufrió tantas lesiones como él, nadie se rompió literalmente la cara por el Barça como él y nadie, nunca, gritó en un vestuario que daba lo mismo jugar ante el Real Madrid que frente al Cartagena.

Carles Puyol entendió el futbol como algo más que una forma de vida. Ha sido desde que comenzó a jugar en 1997 con el Barça B, lo único importante. "Si te tienes que ir, que nunca te quede la duda de que no lo diste todo por quedarte", solía decír y volvió a repetir en este momento del adiós.

Porque los 21 títulos que conquistó vistiendo 676 partidos la zamarra azulgrana no han sido gratuitos, no han sido cualquier cosa. Desde Van Gaal y hasta Martino, desde Rivaldo y hasta Neymar, desde Hesp y hasta Valdés, de Kluivert a Messi... Puyol ha sido el ejemplo a seguir por cualquiera.

Empezó con el número 32 a su espalda y convirtió en eterno el 5. Quien lo tome a partir de la próxima temporada tendrá el peso de la historia vigilándole y por mucho que no pueda despedirse como querría, rompiéndose el cuerpo por su equipo, el universo azulgrana le recordará como uno de los suyos.

Ni mejor ni peor, pero sí especial en esa leyenda que se guarda para deportistas únicos en la historia del Barça. Porque Puyol es eso: HISTORIA. En mayúsculas.