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Sólo vale ganar

Seguro que cuando veían jugar, a finales de los años 80, a un niño flaco pero fuerte, con un balón cosido al pie por las calles del barrio Quinta Falcao de Madeira, en Portugal, nadie podía pensar que Cristiano Ronaldo, hijo de Diniz, quien trabajaba para el club de fútbol local, podría llegar a convertirse en un ícono del fútbol mundial.

Ronaldo es hoy más que un jugador de fútbol. El extremo portugués, que acaba de cumplir 23 años, ya está al nivel de otros futbolistas a los que la historia ha reservado un lugar privilegiado. Deportistas como David Beckham, Alessandro Del Piero, Roberto Baggio, David Ginola y George Best, que, además de ser grandes dentro del terreno de juego, han sabido manejar su imagen de manera impecable hasta el punto de convertirse en fetiches de todas las quinceañeras y en ídolos de todos los niños que sueñan con triunfar en el mundo del fútbol.

Sin lugar a dudas, nada de esto sería posible si Cristiano no se hubiera mostrado superior a la gran mayoría de sus rivales dentro de la cancha y eso es algo que él ha sabido hacer desde que debutó en primera división a los 16 años con el Sporting de Lisboa. La cuna de grandes extremos, como Paulo Futre, Luis Figo, Simao Sabrosa o Ricardo Quaresma, fue también testigo de los primeros pasos en el profesionalismo del mejor jugador europeo del momento. Tras dos años en el primer equipo, y cuando parecía comenzar a asentarse en el club, un partido de pretemporada cambió su vida para siempre.

En el descanso de dicho amistoso durante el verano 2003, Ruud Van Nistelrooy y Ryan Giggs se plantaron frente a Alex Ferguson y le dijeron que el número 28 del equipo contrario era claramente el sucesor de Beckham, quien acababa de emigrar al Real Madrid.

Ferguson, con su larga red de observadores, ya tenía el ojo echado sobre el joven extremo de Madeira, pero la seguridad de las palabras de los pesos pesados de la plantilla, además del partidazo que se marcó el propio Ronaldo (jugó por ambas bandas y volvió loco tanto a Mikael Sylvestre como a Gary Neville. El encuentro acabó con victoria portuguesa 3-1), terminaron por convencer al técnico escocés de que tenía el futuro frente a él.

Veinte millones de euros más tarde, Ronaldo ya se convertía en jugador del Manchester United y sobre sus hombros recayó la responsabilidad de portar un dorsal mítico en Old Trafford; el mismo que en su día portaron George Best, Bryan Robson, Eric Cantona y David Beckham: el número 7.

Ronaldo asegura que, "Cuando llegué, pedí el número 28, porque lo había llevado en el Sporting. Sabía que el 7 estaba libre, pero pensé que era mucha responsabilidad", recuerda el jugador del United. "Pero Ferguson dijo que no, que tenía que jugar con el 7.

Al principio dudé, pero luego pensé que sería una motivación extra. Esa camiseta tenía mucha historia como para que yo no fuera capaz de llevarla con honor". Cientosesenta y dos partidos y más de 70 goles ha celebrado Ronaldo hasta el día de hoy en el Man U, y todos con el 7 a la espalda, probando así que para él es difícil, pero no imposible, conjugar el verbo fracasar.

ESPN DEPORTES LA REVISTA


Esta nota forma parte de la edición

de junio 2008 en Estados Unidos.

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Justamente renunciar al fracaso es algo que le ha distinguido desde muy joven. Cuando se apuntó en su primer equipo, su carácter ganador era tan fuerte que no sabía cómo digerir las derrotas. "Era un chico duro, no le gustaba perder ni en los entrenamientos; si perdía en un partido, ¡olvídate! Se ponía a llorar de rabia. Siempre quería ganar, y no le daba pena enfadarse y echarle la culpa a sus compañeros por cosas que hacían mal y que les costaba la victoria", comentaba Antonio Mendoça, su primer entrenador, en una entrevista para la Unidad de Reportajes de ESPNdeportes.

Y es que Ronaldo, siempre fue consciente de que su calidad le podría llevar muy lejos, pero también sabía que tenía que poner mucho de su parte. Madeira es una isla muy pequeña y lejos del foco de atención del país, el cual suele girar hacia las grandes ciudades como Porto o Lisboa. Pero Ronaldo tenía una determinación tan grande que no dejaba que nada ni nadie se interpusiera en su camino.

"Recuerdo los partidos, ¡cómo jugaba! Corría de un lado a otro y regateaba a todo el mundo y marcaba muchos goles. Solíamos ganar los partidos con 8, 9 ó 10 goles de diferencia", asegura Fabio Goveia, un ex compañero de equipo. "Regateaba muy bien, tenía una técnica perfecta ya con 11 años. Todos ponían a tres o cuatro jugadores a marcarlo y él conseguía zafarse. Era un fuera de serie y se notaba, aunque nadie pensaba que podría llegar hasta donde lo ha hecho".

El salto de Madeira a Manchester, previa parada en Lisboa, es muy grande para cualquiera que se ponga a pensarlo, pero el carácter ayudó mucho a Ronaldo. "Estaba acostumbrado a andar en la calle, con gente mayor, lidiando con los problemas de cualquier niño de su edad en el barrio. Estas experiencias le hicieron crecer muy rápidamente, avivarse, y en cuanto al fútbol, le hicieron ser inteligente para librarse de la marca de jugadores más altos y fuertes que él", apunta Mendoça.

Pero no todo ha sido un lecho de rosas para Cristiano Ronaldo. Johan Cruyff comentó hace unos meses que Ronaldo era mejor que George Best y que Dennis Law, leyendas del Manchester United. Paul Scholes, su compañero en el equipo lo resumió para un medio español antes de disputar la semifinal de la UEFA Champions League ante el F.C. Barcelona: "Ronaldo es el mejor, es imparable"; y Alex Ferguson no para de repetir que el portugués no está en venta, ante la insistente presión de los medios refiriéndose a los rumores de que saldrá de Old Trafford. Sin embargo, ni siquiera el consenso general sobre su calidad le sacó del aprieto cuando, tras los cuartos de final del Mundial 2006, se convirtió en el enemigo público número uno de Inglaterra.

Durante el partido entre los británicos y Portugal, Wayne Rooney, su compañero en el Manchester United, fue expulsado por un pisotón a Ricardo Carvalho. El árbitro del encuentro pareció no darse cuenta de la acción de Rooney hasta que Ronaldo pidió insistentemente la tarjeta para el delantero inglés.

Lo que por un lado era una gran seña de compañerismo (hacia Carvalho), se tomó en Inglaterra como una afrenta personal de un jugador "malagradecido", pues así era como le pagaba al país que lo había acogido desde hacía tres años.

La reacción de la prensa y de la afición inglesas no sorprendió a nadie, pues con anterioridad fueron capaces de crucificar a David Beckham --uno de los suyos-- tras un altercado con Diego Pablo Simeone en el Mundial 1998 en Francia, en el cual el jugador del Los Angeles Galaxy fue expulsado y, a la vez, responsabilizado por la eliminación del equipo contra Argentina.

Quizás por eso, por las coincidencias de la situación, Alex Ferguson hizo las mismas declaraciones en ambos casos: "Va a tener que jugar muy bien para que el público se olvide de esto".

En el primer caso, el "Spice Boy" respondió ganando el trébol al año siguiente (1999); en el caso de Ronaldo, el logro ha sido quizás mayor, pues con "sólo" coronarse campeón de Liga el año pasado y esta temporada recién terminada, y haber llevado a su equipo a la final de la Champions League, el portugués ha conseguido reanimar su idilio con la grada y pocos parecen recordar lo que en su día fue considerado un verdadero atentado contra la corona.

Dos campeonatos de liga, un subcampeonato, una Copa FA, dos subcampeonatos de la misma, una Copa de la Liga y una Community Shield, además de un subcampeonato de Europa con Portugal en 2004 adornan el palmarés de Cristiano Ronaldo. Eso, sin contar los numerosos trofeos personales con los que cuenta, entre ellos un Balón de Plata 2007 y un tercer puesto en el FIFA World Player of the Year 2007. Curiosamente, en la gala de la FIFA donde recibió el premio al tercer mejor jugador del planeta, detrás de Kaká y Messi, se pudo observar --una vez más-- una clara muestra del carácter competitivo del volante portugués.

Aunque estaba claro que Kaká se llevaría el primer puesto tras ganar la UEFA Champions League y ser el máximo goleador del campeonato, Ronaldo estaba seguro de haber quedado segundo en las votaciones, por lo que su sorpresa fue mayúscula cuando en la ceremonia Lionel Messi fue galardonado con la estatuilla de plata, dejando la de bronce para el portugués del United. Su cara de decepción fue todo un poema y lo que muchos confundieron con arrogancia no era sino una muestra más de la ambición insaciable de Cristiano Ronaldo.

Quizás por eso, ahora, está más que concentrado en brillar con su selección durante la EURO 2008 de Austria y Suiza, pues sabe que tras su gran campaña en la UEFA Champions League y sus más de 30 goles en la Premier League --por los cuales se llevará la Bota de Oro--, sólo una debacle en el campeonato europeo de naciones le privará del Balón de Oro que tanto anhela.

Cuando lo consiga, podrá finalmente sonreír y sentirse todo un ganador.