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El Maestro vuelve a decir presente

Año difícil, casi inédito para él, pero vuelve a decir presente en la cita final y lo hace por 12º año consecutivo. Roger Federer, el récordman del tenis, con las marcas históricas de más títulos de Grand Slam (17) y tiempo como Nº 1 del mundo (302 semanas), vivió un 2013 muy duro, con más derrotas de las habituales, con sólo un torneo ganado y sin haber jugado una final de un Major tras 10 años. Así, el suizo debió esperar para conseguir su clasificación a las Finales ATP, fue el 6º en lograr el objetivo y lo hizo recién la semana previa, en París. Igual, es una amenaza para los principales animadores de esta temporada.

Ya con 32 años y con varios de recorrer el circuito, la figura de Federer no brilló como lo venía haciendo. Tuvo destellos de su magia, de su propuesta completa y versátil, disfrutó con algunos grandes partidos, pero padeció demasiado, con caídas realmente inesperadas. De hecho, no sólo no ganó ningún Grand Slam, sino que se quedó con la espina de no haber llegado a una sola definición, siendo las semis del Abierto de Australia su mejor actuación en las cuatro grandes citas. Además, por primera vez en una década, obtuvo menos triunfos sumando todos los Majors. Y tuvo complicaciones por algunas molestias en la espalda.

En total, apenas tres finales pudo jugar Federer en la actual temporada, ganando en el césped de Halle, perdiendo en la arcilla de Roma y en la cancha dura y bajo techo de Basilea, en su ciudad natal. Menos de 50 victorias en su hoja de ruta de este 2013 es muy poco para su promedio, lo que sin dudas lo afectó. Hubo momentos en los que se le dibujó una sonrisa y contagió a sus millones de fanáticos, pero en general no la pasó bien.

Antes de Roland Garros, el suizo dijo "mi ambición es volver a ser el Nº 1". Pero volvió a chocar con un nuevo cuadro de situación, con respecto a lo que estaba acostumbrado. Y ni hablar del terrible impacto de Wimbledon, con eliminación en la segunda ronda ante el ucraniano Sergiy Stakhovsky (fuera de los 100 primeros), su peor tarea en un Grand Slam en nueve años y, en la Catedral, en 11. Justo allí donde es uno de los dueños del récord de siete coronas.

Quería estar en Londres. Estoy aliviado, pero más que nada feliz y orgulloso de haberlo hecho en un año tan cuesta arriba para mí.

Esta vez, también en Londres, intenta ampliar su marca suprema de seis títulos, ya que se impuso en 2003, 2004, 2006, 2007, 2010 y 2011. Pero es consciente de que el panorama es complejo. Se ilusiona porque tuvo momentos muy buenos, como en Cincinnati, cuando le jugó un partidazo a Rafael Nadal, empezó ganando y terminó derrotado por el español, actual Nº 1, en los cuartos de final. "Me guía mi juego, no el ranking" dijo tras aquella jornada, conforme con su progreso, pese a haber caído del top 5 del ranking mundial tras 10 años y medio seguidos.

Rápidamente, sufrió otro golpe muy difícil de asimilar: perdió en los octavos del US Open con el español Tommy Robredo y fue su derrota más prematura en un Grand Slam sobre superficie rápida en 10 años. "Han sido tres meses difíciles", aseguró, con dolor. Claro, entre Londres y Nueva York había probado con una raqueta de aro mayor, pero decidió retornar a su clásica. Era evidente su falta de confianza, su incertidumbre.

Después cortó su relación de tres años con el coach estadounidense Paul Annacone, para terminar cambiando un poco la imagen, siendo finalista en su Basilea, con altibajos, hasta perder con lo justo en la final ante el argentino Juan Martín del Potro. Volvió a mostrarse bastante firme en París-Bercy y se ilusiona para Londres. Ahora Federer iguala al checo-norteamericano Ivan Lendl, con 12 participaciones seguidas en el torneo final, que reúne a los ocho mejores del año, a una del récord del estadounidense Andre Agassi. Dice que siente "alegría tras un año duro" y, por tratarse de una cancha veloz y bajo techo, el suizo es de cuidado. Buscando acelerar y acortar los puntos, es para tenerlo en cuenta.

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