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Algo personal

¿Quién es mejor? Son dos cracks, pero Tévez... Getty Images

BUENOS AIRES -- ¿Sería otra payasada de mi parte decir que Tévez, es por lejos, el mejor jugador del mundo?

¡Del Manchester United, sin duda!

Aunque Ferguson -dicen que te dicen, el técnico más culto del mundo- se niegue rotundamente a ponerlo. Cada vez que el Apache entra, hace unas corridas espectaculares y sus goles siempre terremóticos, apocalípticos, definitivos, irremediables, dejan a más de uno con la jeta abierta.

Explosivo como una mina de Corrientes, carismático, ganador, todo lo contrario a un pecho frío, corre pelotas imposibles, va detrás de defensores que le sacan cinco cabezas, los corre, los pechea, los molesta, con la roña barrial de Fuerte Apache, un lugar de Baires que ni se imaginan los turistas europeos... ¡Vaya paradoja!

No vamos a comparar al muerto de Cristino Ronaldo, un jugador sin personalidad, sin pathos, ni tragedia, un tipo que se parece a un robot o a un conchetito de Barrio Norte, ni punto de comparación tiene con Tévez, señores, por favor, periodistas del planeta, especialistas de la materia, les habla un burro, Tévez es el futbolista más importante del mundo porque acerca al fútbol al hombre común, al trabajador.

Carlitos Tévez dignifica al fútbol, un deporte tan vapuleado por estas épocas por el mismo comercio. Tévez, lo dignifica, lo lleva a su lugar común de toda la vida. Y esto, honestamente no lo hizo ni Maradona.

No hubo, ni habrá nunca un jugador como Carlitos y es un orgullo que represente no ya al fútbol argentino, sino al fútbol de todo el universo, al fútbol de toda la humanidad.

Si yo tuviera que elegir a un representate de la humanidad, no sería ni Fidel Castro, ni Chávez, ni menos Dios, o el Padre Mujica, ¡pa mí es Carlitos Tévez!

Diego Maradona ha sido un monstruo, pero no un luchador; ha sido un virtuoso, pero jamás trabajó; Diego ha tenido fortuna, pero jamás fue bondadoso; Diego conoció el cielo y el infierno, pero volvió al peor lugar: la tierra. Diego es Dios, pero Dios siempre está lejos de los trabajadores, de los desastres del mundo y de la realidad.

Maradona es tan invisible como Dios, en cambio Carlitos es carnal, ahí está, para ser sacrificado por todos. Por sus dueños iraníes, por el dueño del Manchester inglés; o por su técnico escocés. Tévez, está ahí, para ser crucificado ante todos los hinchas del mundo que cada día lo aman más y más.

Carlitos, está ahí, para salvar a la familia en los momentos más difíciles, porque cuando las papas queman, Ferguson lo pone a Carlitos y saca urgentemente a Cristiano Ronaldo.

Y lo mismo pasó en todos los equipos donde jugó es la carne de cañón, el muchachito al que llaman cuando las cosas no tienen más solución y él con su carisma de hombre de barrio, con toda su plebe proletaria en la piel, lucha contra el mundo, contra todas las adversidades, contra la envidia de los poderosos y contra la xenofobia de los inglés, lucha, lucha, como jamás luchará Riquelme, lucha, hermnoso representante de la humanidad; lucha como hacen miles de jóvenes en las calles, en los trabajos miserables o viviendo el infierno de la droga.

Decir que Carlitos Tévez juega al fútbol es una pelotudez total. Maradona jugaba al fútbol y bellamente.

Carlitos hace algo muchísimo más importante. Pone en escena el drama del hombre moderno, cada vez que sale a una cancha; personifica la lucha del hombre común, del hombre al que le cuesta todo un huevo.

Los ingleses que al principio lo puteaban por su pésimo inglés, inglés de perro, por su facha de sudaca pobre, pero que se los metió a todos en el bolsillo con su manera de amar la pelota, ¡puro amor!, su lenguaje futbolístico sin parangones en la historia de este deporte rico en tragedias y hechos heroicos.

Admirado y querido por distintos públicos en todo el mundo. Cuando anduve por Río de Janeiro, pudo comprobarlo con mis propios ojos, me invitaron a una radio comunitaria en el centro de la favela más grande de Brasil, La Roshina y todo era Tévez. Grupos de "fulk" con su nombre, banderas, equipos de niños, pandillas también de niños con su nombre. No se veían banderas con nombres ni de Pelé, ni de Maradona, ni de Ronaldo o el Chapulin Romario, nada de nada, todo era Carlitos Tévez.

En Boca ya sabemos, en el West Ham o algo así, el equipo inglés pobre, es ídolo total. Se metió al club más careta, cereza y tradicional del mundo en el bolsillo, lo tiene a sus pies y ahora le piden por favor que no se vaya. ¡Y lo hizo un muchacho de Fuerte Apache!

¿Qué más puedo decir de mi payasada?

Ya se darán cuenta de quien quiero que gane la final entre Tévez y Messi, o Messi y Tévez. Porque, entre ustedes y yo, ni el Barcelona ni el Manchester juegan tan bien al fútbol, ni valen mucho la pena. Lo que sí, es un capítulo aparte, lo mejor del mundo, son estos dos jugadores. Pero el más grande es Tévez.