Cuando el futbol recibe el apellido de "olímpico", pierde el fuero que
tiene casi en cualquier otro lugar en el que alterne.
En Sidney, como ha ocurrido en mas de cien años de Olimpismo, su rango es
secundario porque los focos apuntan hacia otros puntos: las proezas de los
gimnastas, de los atletas, de los nadadores y los clavadistas. El deporte
mas popular del planeta tiene que ceder su escenario protagónico de
costumbre para dar paso a la fiesta que hacen otros deportes.
Y ese papel, aunque no le gusta demasiado a la FIFA, tiene que seguir siendo
el mismo en el futuro. El ente rector del futbol mundial no puede ceder el
brillo de una Copa del Mundo para que lo disfrute el COI, y entonces se
resigna por conveniencia a seguir funcionando con las mismas reglas: no
acepta apertura de edades, y solamente permite tres refuerzos mayores de los
23 años. Conceder mas sería tanto como atentar contra su gran evento, el
Mundial de futbol.
Sin embargo, ello no implica que la medalla de oro carezca de importancia.
Si bien solamente cinco de los dieciséis equipos que largaron la carrera en
Sydney utilizaron el recurso de los refuerzos por la carga de calendario de
clubes y selecciones mayores, la esperanza de habitar unos segundos lo alto
del podio es indudable.
Y así, Brasil quería saciar parte de su abstinencia áurea en los Juegos
gracias a sus multimillonarios futbolistas que volvieron a respetar la
historia: el oro olímpico jamás había sido para ellos, igual que no lo fue
ahora. Y Chile, país que comparte con otros latinos el status de muchas
ilusiones y pocas emociones que les correspondan en la cita cuatrienal, vió
incrédulo cómo su selección caía en seis minutos frente a Camerún, que
repite a Africa en una final de este tipo, cuatro años después de la
sorpresa nigeriana.
Y así, en las batallas del futbol por ganar importancia en los Juegos, la
gran final por el oro ha programado un partido inédito entre España y
Camerún para pelear el oro. Un encuentro que será huésped del estadio
Australia, la casa central de Sydney 2000, a fin de recibir en parte de su
ser algunos pedacitos de esa gloria que Freeman, Johnson y Jones han dejado
flotando en la atmósfera después de sus gestas.
Dar un pronóstico es tan inútil como no hacerlo. Si conociendo la talla
internacional de dos oponentes en Mundial es difícil acertar, mucho mas lo
es cuando de jóvenes se trata. Porque aunque algunos de ellos tengan precios
pagados de 20 millones de dólares por su carta, como el nuevo Jose Mari
español, no dejan de ser jovencitos cuya historia apenas ha apuntado sus
primeros renglones.
Camerún, que saldrá a la cancha como víctima propiciatoria porque no
aprendimos la lección nigeriana de Atlanta 96, es de repente un equipo
desordenado, anárquico y descompuesto. Pero tiene en su haber dos homicidios
voluntarios: echó a Brasil y a Chile, evitando que la final por el oro
hablase castellano.
España no habrá de confiarse. Parece mejor equipo que el rival al que
enfrentará el sábado australiano, pero solo es una apariencia. La verdad se
sabrá pronto y será en todo caso una gran alegría para el país ganador
porque antes que tener tradición olímpica, tienen pasado futbolero.
Y una medalla de oro "dicen- , no se compara con nada. Mucho menos
"agregamos nosotros- cuando quienes la van a disputar no pertenecen a esos
cuatro o cinco países que vienen a repartirse el gran botín, y dejan solo
unas migajas para el resto del pueblo.