Resistieron al naufragio en 1981 ante la renuncia de la sede de parte de Mayagüez, Puerto Rico. El presidente en aquel entonces de la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe (ODECABE, hoy conocida como Centro Caribe Sports, o CCS), el boricua Germán Rieckehoff, requirió del rescate de Cuba para organizarlos. En catorce meses, La Habana emprendió los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1982. Ocho años después, Guatemala no tuvo otra opción que declinar la sede ante la falta de compromiso del Estado para garantizar la inversión para los Juegos de 1990. Entró México a rescatarlos gracias a la mediación de Mario Vázquez Raña. Pudieron caer de nuevo en el 2018 cuando Barranquilla asumió la sede que dejó en el camino la ciudad de Quetzaltenango, Guatemala. En 2017, ODECABE, en su asamblea general, acepta la candidatura de Ciudad de Panamá para ser sede de los Juegos del 2022. Con tiempo para la planificación y un presupuesto de 200 millones de dólares, Panamá se lanza a la preparación de lo que habrían sido sus terceros Juegos después de los que organizó en 1938 y en 1970. La pandemia del Covid y un evidente desinterés político por asumir el compromiso presupuestario dejaron a Panamá sin otra opción que renunciar a la sede. Esto fue en julio del 2020. Casi un año más tarde, habiendo contemplado cancelar la organización de los Juegos por completo ante la ausencia de propuestas, CCS designó a San Salvador como sede para los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe. Era la única opción. El viernes 23 de junio, en el rejuvenecido Estadio Mágico González, en medio de una fiesta de luces y la mezcla musical del DJ estadounidense Marshmello los atletas de la región, entraron para otra cita de los Juegos regionales más antiguos en el calendario deportivo. No será una convocatoria cualquiera después de lo que ha vivido su organización. El actual presidente de CCS, Luis Mejía Oviedo, mencionó el nombre de Jimena Saldaña en su discurso en la inauguración. Saldaña, la pieza más importante para el malabarismo requerido entre los intereses de las partes en cuestión: la organización local y la organización internacional. “Cumplimos con los deportistas”, me dijo Saldaña vía telefónica desde San Salvador. Jimena Saldaña llevó adelante la comisión de coordinación de CCS para estos Juegos. “Echados a andar, todos empujamos”, comenta Saldaña. “La organización de estos Juegos fue diferente. No nos dedicamos a exigir, tratamos de acompañar. Tratamos de ir de la mano del comité organizador para sacar esto juntos”. La organización ha trabajado arduamente en los últimos meses para llegar “raspando” como dijo su presidente, al día de la apertura. Se desconoce el monto invertido en los Juegos, pero se sabe que El Salvador ha contado con recursos de 115 millones de dólares provenientes del Banco Centroamericano de Integración para optimizar y modernizar escenarios deportivos en El Salvador. La ceremonia de inauguración no quedó exenta de tropiezos. La llegada tardía de atletas que obligó a modificar el desfile de naciones, entrando primero los abanderados y luego los deportistas en un único grupo, o el cambio de protocolo impuesto por la oficina del presidente de El Salvador Nayib Bukele para que su discurso fuera el primero, o la triple declaración de apertura en los discursos de los presidentes del país, de CCS y del comité organizador. El momento mágico lo aportó Jorge González, cuyo nombre lleva el estadio nacional, al entregar la antorcha al halterista adaptado Herbert Aceituno, medallista paralímpico en 2021. Todo culminó en una serie de relevos que promovieron la igualdad e inclusión en un simbolismo elegante. “Lo que vivimos (en la inauguración) fue la culminación del esfuerzo de 16 meses y que cumplimos con los deportistas”, dice Saldaña. “Ver a los atletas independientes, que están aquí y que van a lograr cumplir sus sueños y podrán buscar sus clasificaciones”, en referencia a los atletas de Guatemala, que entraron al estadio sin sus colores o su bandera al mantenerse la suspensión sobre su Comité Olímpico por intervención del Estado en los asuntos olímpicos. Para Saldaña, lo importante fue siempre poner al deportista como el centro de la organización. “Esta vez, de esto se ha tratado. Dijimos que intentaríamos llegar primero a que los escenarios deportivos se completen en sus áreas de competencia y luego vamos hacia afuera. Acá tenemos instalaciones de muy buen nivel. Serán un gran legado para la región.” Los atletas residen en edificios de la Universidad de El Salvador. “Es una villa diferente a las que han estado; hacía mucho tiempo que no teníamos una villa como esta. El comedor es excepcional”, suma Saldaña y concluye con lo que más impacto y energía le genera al estar en San Salvador para estos Juegos: “Desde que despiertas, ves a la gente que sonríe. Todo el mundo que te encuentras te saluda con una sonrisa.” Sigue siendo válido el lema que le acuñaron a El Salvador en 1975: “el país de la eterna sonrisa”. Que no se borre, por el bien de los atletas.
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