Olímpicos
Jorge Viale 12y

La hazaña del tenis

BUENOS AIRES -- "Parecíamos O'Higgins". Fernando González no tiene como intención faltarle el respeto a la historia, pero la suya es una comparación ocurrente. Con su amigo Nicolás Massú y el presidente por ese entonces, Ricardo Lagos, saludaban desde el balcón de la Moneda a cerca de 10.000 compatriotas, como si fueran héroes nacionales. Lo eran, en el aspecto deportivo: acababan de lograr, entre los dos, tres medallas olímpicas en los Juegos de Atenas. De paso, las dos primeras de oro de la historia del país. Muchas personas más los habían acompañado desde la salida del aeropuerto.

Feña y el Nico, amigos desde las épocas juniors, compartieron habitación en Grecia. Lógicamente, se alentaban en los partidos del otro. El comienzo del camino fue excelente para el viñamarino: victoria sobre el brasileño Gustavo Kuerten. González, preclasificado en el 16º lugar, tuvo un camino más tranquilo, hasta vencer a Andy Roddick (2º) en octavos de final. Después de otro gran triunfo de Massú, esta vez ante el español Carlos Moyá, las semifinales se plantearon como si fuera una serie de Copa Davis: Chile contra Estados Unidos.

Massú controló los servicios de Taylor Dent: 7-6 (7-5) y 6-1, y, como mínimo, se aseguraba la medalla de plata. González no podía unirse, ya que pese al set de ventaja, caía frente a Mardy Fish por 3-6, 6-3 y 6-4. "Cuando perdí esa semi, era la pieza de los contrastes", recuerda Feña. "Era el día más triste de mi carrera y al lado mío estaba durmiendo el Nico, en el día más feliz de su carrera hasta ese momento".

En la etapa final de los Juegos, no hay tiempo para bajar la guardia. Al otro día, González debía jugar por el bronce y, ya de tarde, la final del doble en compañía de Massú. Feña pudo subirse al podio en individuales con un extenuante 6-4, 2-6 y 16-14 sobre Dent, y no hubo demasiado descanso. "El partido de mujeres que siguió no duró mucho. Fue muy importante el apoyo de Nico, porque también resultó superlargo. Por suerte, pude aguantar tanto tiempo", recuerda.

El doble fue otro caso para el elogio. Es sabido que una pareja de buenos singlistas, por lo general, suele superar a dos buenos doblistas. Aun así, el recorrido de los chilenos fue notable, comenzando con victoria sobre los bahameños Knowles y Merklein, otra sobre los hermanos estadounidenses Bob y Mike Bryan, los croatas Ancic y Ljubicic, y en la final por el oro, un partidazo con los alemanes Kiefer y Schuettler, que se definió con resultado de 6-2, 4-6, 3-6, 7-6 (9-7) y 6-4.

Aun cuando no contaban con los saques más poderosos o una virtuosa mano para la volea, los sudamericanos compensaban con estrategia y actitud ganadora: no tener miedo de tirar al cuerpo, acertar con los passing shots, tomar las oportunidades y gritar bien fuerte los puntos. En la lucha por el lugar más alto del podio, González podía olvidarse de los fuertes dolores que sufría en un tobillo.

El 22 de agosto, en la final individual, Massú remontó el partido con Fish y sumó el oro. Otra vez hubo que ponerle corazón al asunto: 6-3, 3-6, 2-6, 6-3 y 6-4. "Fue muy difícil recuperarme, pero estas oportunidades son únicas", dijo el viñamarino aquel día. "Me fui a dormir a las seis y media, porque llegué a la villa a las cuatro y media, me masajearon, comí y me desperté a las 12. No dormí en forma normal y estaba muy cansado".

Massú se convertía en héroe deportivo del país. Viajó a Estados Unidos feliz de la vida, pero olvidó un "detalle": las medallas quedaron debajo de su almohada. "Me llamó desesperado, las tenía guardadas ahí para que no se les quedaran", recuerda Feña, risueño.

Al regreso de la experiencia griega, la recepción en la Moneda. "Llegamos como un mes después, pero aun así había mucha gente", rememora hoy el Bombardero. Massú, con dos oros. González, con oro y bronce. Cuatro años después, en Beijing, habría un nuevo intento por parte de ambos.

Invitado especial, Massú no pudo con David Nalbandian en segunda ronda del torneo que también se jugó sobre cemento. En dobles, Nico y Feña cayeron en primera ante los rusos Tursunov y Youzhny. Parecía que no habría forma de refrendar lo hecho en Atenas, pero González volvió a llegar al podio, hasta completar, en su cuadro de honor olímpico, una medalla de cada color: tenía oro y bronce, y le agregó la plata, tras perder la final ante Rafael Nadal. En semifinales, el condimento épico llegó de la mano de su victoria sobre el estadounidense James Blake, con marcador de 4-6, 7-5 y 11-9.

La gesta de Atenas, el agregado de Beijing, permanecen en el recuerdo del deporte chileno, no se olvidaron debajo de la almohada.

Esta nota fue publicada originalmente el 20 de julio de 2012.

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