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La corredora jamaicana Novlene Williams-Mills y su batalla contra el cáncer

NOTA DEL EDITOR: Esta es una historia exclusiva de la edición 2017 del Body Issue de ESPN The Magazine.

La atleta velocista olímpica Novlene Williams-Mills comprende la importancia del tiempo. Después de graduarse en la Universidad de Florida en 2004, la atleta estrella de pista nacida en Jamaica ayudó a su país natal a obtener la medalla de oro en el relevo de 4x400m en los Juegos Olímpicos de Atenas, y otra vez en Beijing en 2008. Pero en 2012, apenas semanas antes de los Juegos Olímpicos de Londres, Williams-Mills, entonces con 30 años de edad, recibió un diagnóstico de cáncer de mama. Soportó cuatro cirugías – y luego continuó y ganó dos medallas olímpicas más. Hoy en día, Williams-Mills es una atleta de élite, sobreviviente al cáncer. Posó para el "Body Issue" de este año para compartir su impactante historia. Aquí la tienen, en sus propias palabras:


Recibí mi diagnóstico en junio de 2012. Fui a la consulta con mi ginecólogo para una revisión general y le comenté "siento un pequeño bulto en mi mama". Cuando me avisó que era un cáncer, era la semana en que se desarrollaban los campeonatos nacionales en Jamaica para clasificar para los Juegos Olímpicos. Creo que recibí la llamada el lunes o el martes y viajaba a Jamaica al día siguiente. Pensé, “Está bien, me van a volver a llamar y dirán, ‘Nos equivocamos con los resultados. Son de otra persona’". Pero eso no sucedió. Era un mes antes de los Juegos Olímpicos [de Londres].

Viajé a Jamaica y, para ser sincera, participé en el campeonato nacional y me preocupé por hacerlo bien. Estaba tratando de seguir adelante. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Quedarme sentada en casa? Una de las cosas que pregunté fue, "¿Puedo seguir corriendo hasta que estemos listos para la cirugía?" [Mi médico] dijo que sí. Necesitaba algo para distraerme, porque sabía que si me quedaba sentada en casa, solo iba a preocuparme. Iba a llorar. Saben, mi marido tenía que ir a trabajar, todas mis amigas de esa época estaban compitiendo, así que no tenía a nadie con quien hablar en casa.

Cuando volví de Jamaica, fue cuando recibí el diagnóstico definitivo. Me senté en el consultorio del médico y escuché todo lo que tenía que decirme. No lloré hasta que salí de allí. Ahí fue cuando realmente me derrumbé. Me sentía como un bebé. Pensaba, "Esto no puede ser real. Es imposible".

Saben, trabajo duro, como bien. He hecho de todo para mantener mi cuerpo sano. No bebo. No fumo. No hago nada de eso. Y que esta cosa entre en mi cuerpo y tome control del mismo ... ¿Vieron cuando uno le cuenta algo a una amiga y luego es traicionado? Así es como me sentía. Sentí como si esto me hubiera apuñalado por la espalda. Como si no le importara quién era yo. Solo quería tomar el control de todo y no me pidió permiso. Esto no sabía que yo tenía cosas que hacer.


Lo mantuve en secreto. Me gusta mantener mi vida fuera de los reflectores del atletismo. Siento que cuantas menos personas lo sepan, será mejor para mí. Soy realmente una persona que ama su privacidad. Y en ese punto no sabía cómo iba a manejar las cosas. Mi familia está en Jamaica, así que solo tengo a mi marido y a mis amigas como mi sistema de apoyo aquí [en los EE.UU.]. Para mí, era como "Bien, ¿Cómo va a ser la vida ahora? ¿Voy a tener que estar acostada en cama por un par de meses? ¿Cuál es la mejor manera en que yo puedo manejar esto, para poder reunir mis fuerzas, para no tener que atender 50 llamadas telefónicas por día?" Para mí, mantenerlo fuera de la atención pública, fuera del atletismo, creía que eso era lo mejor para mí y creía que era lo mejor para poder recuperarme más rápido.

Fue muy duro estar en Londres en los Juegos, cuando el resto del mundo no lo sabía. Desde el momento que tuviera que pisar la pista, sabía que todas iban a buscar esa medalla. ¿Yo? Yo estaba contando los días exactos que faltaban para mi cirugía. Era como un peso en mi espalda que no me podía quitar, sin que importara cuánto me esforzara por sacar esos pensamientos de mi cabeza para este par de carreras. Era algo que seguía pesándome cada vez que me paraba en la línea de partida.

Estar en la Villa Olímpica, rodeada de compañeras de equipo y tratar de evitar que te vieran llorar. Era la capitana del equipo de Jamaica. No quería que las personas me preguntaran qué pasaba. Así que me quedaba un poco más de tiempo debajo de la ducha llorando, sollozando, porque pensaba "Bueno, está bien, me desahogo. Me desahogo de todas las emociones".

Para mí, [competir] fue una distracción. Se trataba de estar allí. No quería tener que responder a 50 llamadas telefónicas, preguntando: ¿Por qué renuncié a los Juegos? ¿Estaba lesionada? Ya había clasificado para los Juegos, así que bien podía ir y ver qué sucedía. Todavía podía separar mis preocupaciones y pensar, "Muy bien, estoy llevando los colores de Jamaica. Mis compañeras de equipo me necesitan. Tengo que salir allí y darles una oportunidad con lealtad porque sé que han puesto sus corazones corriendo en los otros tres andariveles y no las puedo decepcionar".

Ganamos la medalla de bronce [en el relevo de 4x400 m]. Literalmente, tan pronto recibí la medalla, volví a la Villa e hice mis maletas. Creo que partí a las 4 o 5 de esa mañana, directo a Atlanta. Recuerdo estar en el avión, sin parar de llorar. Porque sabía que en el momento en que descendiera del avión – creo que faltarían unos tres días para mi cirugía – sabía que tenía una cita y pensaba, "Muy bien, tengo que hacer esto. Tengo que prepararme, tengo que hacerlo". Era la realidad que se hacía presente. Iba a someterme a una cirugía por primera vez en mi vida.


Tres días después de los Juegos Olímpicos, me sometía a la cirugía. La primera cirugía que me hicieron fue una lumpectomía. Porque antes que nada, le dije a mi médico, "¡Sea lo que sea que haga, necesito salir con mis dos mamas!" [Ríe.] Eso era todo lo que me preocupaba: “Dios, por favor, no dejes que pierda mis mamas”. Pero entonces hicimos la cirugía. Pensamos que todo había salido bien. Entonces volví para el postoperatorio y [el médico] me informó que mis márgenes no estaban limpios. Fue algo terrible de escuchar”. Dijo algo así como, “Necesitamos volver a operar porque realmente es necesario extirpar todas las células cancerosas”.

Le mostró [las tomografías] a mi marido. Y dijo, "Si fuera mi esposa, yo pediría que le hicieran una mastectomía". Ahora bien, eso era lo último que hubiera pensado, y yo me dije "No quiero hacer eso". Pero seguí sentada y escuchándolo, recibiendo más información, y luego volví a casa con mi marido y conversamos sobre eso. Yo pensaba, "No puedo seguir volviendo al quirófano. No puedo. Es emocionalmente devastador. No puedo ser egoísta. Tengo que recordar que hay personas que me aman y se preocupan por mí y no quiero volver a hacer algo parcial y luego, un par de años después, volver a tener diagnóstico de cáncer".

Así que volvimos al consultorio de mi médico y le dije, "Muy bien, vamos a hacer la mastectomía, pero una mastectomía doble. Sáqueme los dos. Si me va a sacar una, hágalo completo y sáqueme las dos mamas".

Cuando había pasado un mes después de mi primera cirugía, volvimos a la consulta después de la doble mastectomía y me informaron que los márgenes no estaban limpios. Estábamos devastados. Yo me decía, "Me deben estar engañando". Me sentía que estaba perdiendo la batalla en este punto. ¿Qué otra cosa se suponía que debía hacer? Quiero decir, ¡les di mis mamas! ¿Qué otra cosa necesitan? [Ríe.]

"Mis cicatrices de batalla son mis cicatrices del cáncer" Novlene Williams-Mills, corredora olímpica

Pero luego me explicó: El tumor estaba pegado a mi caja torácica. Todavía teníamos un problema. Así que volvimos al quirófano y él extrajo parte de la piel y restos. Y en enero de 2013, logramos el resultado de márgenes limpios.

Me sometí a cirugía reconstructiva después de la doble mastectomía. Mi cirujano plástico me explicó todo lo que iba a ocurrir. Iba a tener colocado un tubo de drenaje. Era terrorífico. Pero una vez que me explicó todo, creo que fue cuando me sentí más confiada. Nadie tiene por qué saber que no son mías hasta que yo decida contárselo: Las verdaderas me trataron de matar.

Pero una cosa que me dijo fue, "No busques en Internet y leas lo que dicen otras personas. Porque todos tienen una historia diferente, y las historias de algunas personas son horribles". Bueno, se imaginan que como soy una persona curiosa, entré en Internet y leí algunas historias. Y entonces pensé, "Oh, Dios y Jesús míos, esto es horrible. Si voy a someterme a esta cirugía, tengo que dejar de consultar en Internet. Tengo que pasar por mi propia experiencia”.

¿Fue horrible? Sí. Me sentía como un pavo al que estaban rociando con su jugo cada vez que me tenía que colocar un nuevo tubo de drenaje. Cada vez que ingresaba, tenía un expansor para llevarme al tamaño de mis mamas. Tenían que poner solución salina. Me sentía como si me estuvieran bombeando. Era horrible. Pero lo entiendo. Algunas experiencias, cuando uno las supera, te permiten volver a ser la persona que quieres ser.

Te miras en el espejo y ves todas esas cicatrices. Este es el cuerpo al que estás tan acostumbrada y luego, un día, tienes todas esas cicatrices en él. Y, sabes, esa es tu historia. Tenía que pensar, "Esta es quién soy ahora. Estas son las cicatrices que me transformaron".

A veces, una tiene que dar un paso más largo para llegar a dónde quiere estar. A veces una tiene que luchar con un poco más de fuerza. Viendo esas cicatrices, me dijo a mí misma "Esto es lo que me caracteriza ahora. Algunas personas tendrán cicatrices de guerra. Mis cicatrices de guerra son mis cicatrices de cáncer"

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Los dos primeros meses [después de mi cirugía], yo no planeaba retornar para la temporada de 2013. Pensaba, "No hay manera de que pueda hacer esto". Porque normalmente, comenzaríamos a entrenar alrededor de octubre o noviembre de 2012. Yo todavía estaba pasando por cirugías en esa época. Creo que no retorné a entrenarme hasta febrero de 2013. Así que no tenía entrenamiento previo. Yo me decía, "Voy a practicar solamente, ver cómo me siento y lo que tenga que suceder, que suceda. Si no puedo hacerlo, no lo haré”.

Había días en que iba a las prácticas y no sentía que estaba rindiendo como acostumbraba a rendir. Y volvería a casa y lloraría, y me decía a mí misma "No puedo hacer esto". Algunas de mis amigas y mi esposo me animaban, "Tienes que recordar que has pasado por algo que ninguna de estas atletas experimentó. Tienes que darle tiempo a tu cuerpo. Tu cuerpo sufrió traumas". Pero yo pensaba, "No tengo tiempo. Mi trabajo no tolera estos tiempos.

Para las otras personas, era como que Novlene estaba con un rendimiento por debajo de lo normal No sabían lo que estaba ocurriéndome. Y me dolía. Dolía cuando escuchaba comentarios como "¿Qué le está pasando?" Tenía ganas de decirles, "Si supieran por lo que he pasado, no dirían nada". Pero todavía no estaba lista. No estaba lista para que el mundo supiera por lo que había pasado.

Creo que tal vez fue en la temporada 2014 cuando comencé [a sentirme yo misma otra vez]. Fue durante esa temporada en que realmente pude hacer entrenamiento previo, volviendo a poner todas las cosas que yo quería – bueno, tan normal como yo solía estar. Y fue entonces cuando comencé a sentir algo así como, “Bien, esta es la vieja Novlene que está de vuelta”.

Antes del cáncer, yo acostumbraba a entrenar cinco días a la semana. Cuando volví, le dije a mi entrenador, "Escucha, vamos a hacerlo cuatro días por semana. Entrenaré el lunes y el martes. Necesito el miércoles libre. Vuelvo el jueves, y viernes. Necesito descansar [Ríe]. No necesito presionar mi cuerpo por todo esto. Tengo que escuchar lo que mi cuerpo está diciendo”.

Antes del cáncer, yo pensaba, "Muy bien, para ser una dama, una tiene que tener sus mamas. Tienes que tener esto, tienes que tener aquello. Ahora me doy cuenta que lo que me hace una dama es esta fuerte persona que veo cada día que pasa en el espejo. Es el coraje; es la fuerza; es la luchadora que tengo adentro mío que cuando me despierto cada mañana, me hace luchar otro día más.

Después del cáncer, todo lo que miro, me hace pensar "Es una segunda oportunidad para mí". Así que cada vez que voy a hacer algo relacionado con el atletismo, trato de hacerlo al 110 por ciento. Porque siento que muchas personas no tienen una segunda oportunidad como yo la tuve. Y estoy disfrutando cada instante de esto. Porque después de 2012, para ser sincera, cuando corrí esa carrera en Londres pensé "No sé si he corrido mi última carrera". Y aquí estoy, cinco años más tarde, todavía activa y haciendo lo que me encanta hacer.

Le digo a la gente, "Esta es mi temporada 'hot'". Cuando abandone las pistas, no quiero ser recordada como Novlene, la chica que tuvo cáncer. Quiero seguir siendo recordada como una de las mejores velocistas de 400 metros que hubo. Cuando los resultados se exhiban, necesito ver mi nombre en lo alto, iluminado. "Muy bien, esta es la muchacha que peleó para superar todas las cosas y volvió al tope de su deporte".


Para mí, lo más difícil que he enfrentado fue "¿Alguna vez vas a contar tu historia?" Y durante mucho tiempo, les respondería que no, porque yo pensaba "¿Qué les podría contar que ya no hayan escuchado de otras pacientes?" Es otra persona con cáncer, ¿a quién le importa?"

Pero es distinto porque una tiene esta plataforma. Una es una deportista. Cuando finalmente me decidí a hacerlo, la respuesta que tuve de las personas es lo mucho que las he inspirado, cómo las motivé. No me había dado cuenta que había tantas personas que habían pasado por tantas cosas. Ahora no me arrepiento de nada. ¿Fue terrorífico? Sí. Porque yo no sabía cómo iba a reaccionar la gente. No quería que las atletas me miraran como diciendo "Ah, ella es la que tuvo cáncer". No quería que me miraran de reojo. No quería que me trataran de manera diferente. Pero hasta ahora, nunca recibí ese tratamiento y yo lo respeto.

Nadie puede decirle a una cómo luchar su propia batalla. Todo lo que puedo decir es que, cuando uno está por rendirse, hay que esforzarse un poco más. No va a ser sencillo. Vendrán días muy duros. Pero rendirse es fácil. Pelear cada día es más difícil. Tengo que ser la sobreviviente de mi propia batalla. Tengo que ser una sobreviviente del cáncer.