Como en los buenos viejos tiempos

El título conseguido por Rusia el último fin de semana recuerda a las épocas de esplendor de los '70 y de los '80, con el bloqueo como arma, salvo que esta vez los rusos no eran favoritos

BUENOS AIRES -- Como en los buenos viejos tiempos, Rusia. Como en aquella época de esplendor que abarcó desde fines de los 70 hasta la mitad de la década del 80, con el bloqueo como arma fundamental de triunfo y coronación.

Pero a diferencia de ese pasado hegemónico, esta vez, en la World League 2002, se reencontró con la gloria sin ser el favorito de la mayoría, etiqueta que, a priori de las finales en Belo Horizonte, le quedaba mejor al propio seleccionado brasileño, a Italia o a Yugoslavia, no en vano los restantes tres semifinalistas.

No era caprichoso adjudicarles a los rusos pocas chances de consagración. Su ingreso en las semifinales había sido bastante azaroso, pues en la zona previa disputada en Recife, el conjunto ruso apenas le había ganado a Holanda (3-0), pero había caído ante España (3-2) y Brasil (3-0), logrando la clasificación por mejor average de sets y, sobre todo, porque Holanda le dio una mano enorme al derrotar a España.

Sin embargo, las dudas que había despertado el equipo que conducen Gennadi Chipouline y Valeri Alferov comenzaron a disiparse paulatinamente en la semifinal que, con autoridad, se llevó ante un descolorido equipo italiano, que sólo le ofreció resistencia en el set inicial y luego cayó sin atenuantes (por 3-1, con parciales de 23-25, 25-19, 25-20 y 25-22).

En la otra semifinal, mientras tanto, chocaban los dos seleccionados que acaparaban los títulos más recientes: Brasil, campeón de la Liga Mundial y de la Copa América en el 2001, frente a Yugoslavia, campeón olímpico en Sydney 2000 y triunfador en el Europeo del 2001. Antecedentes muy valiosos que se reflejaron en un duelo altamente emotivo, con los brasileños desatando la locura de la torcida mineira merced a su triunfo por 3 a 2 (18-16 el tie-break).

¿QUÉ TUVO RUSIA PARA SER CAMPEÓN?
Planteado este cuadro de situación se impone, entonces, analizar las bondades del Rusia campeón.

Primero y primordial, como se dijo, el bloqueo: 15 puntos a Italia por esa vía, otros 16 tantos a Brasil también con el bloqueo. Pero más allá de la muralla disciplinada que levantaron los europeos, bien vale apuntar que su estrategia integral llevó el juego a ese terreno que ellos dominan como pocos en el mundo. Pues así como Brasil lleva el ataque en la sangre, los rusos tienen incorporado el bloqueo como una cuestión genética. Y trabajaron para que sus adversarios cayesen en la telaraña.

Fundamentalmente con el saque. A veces agresivo, a veces táctico, con el propósito de incomodar a los receptores-atacantes, algo que, ante Brasil, resultó determinante, pues ni Giba ni Nalbert tuvieron altos porcentajes de eficacia en la red.

Hubo, por cierto, una gran tarea de los centrales rusos: Andrei Egortchev y Alexei Koulechov, quienes se afirmaron como titulares en este certamen y al margen de lograr puntos directos con el bloqueo, "tocaron" muchos ataques rivales, facilitando la posterior tarea de la defensa.

De todos modos, el excelente desempeño en el bloqueo no fue lo único que exhibió el campeón. Su ataque por los laterales, con los puntas Pavel Abramov (una gratísima revelación) y Serguei Tetioukhine, y con el opuesto Roman Iakovlev, siempre halló resolución positiva.

Pero el otro gran responsable de este suceso fue, sin duda, el armador Vadim Khamouttskikh, un jugador completísimo (excelente técnica de bloqueo y notables reflejos para defender) que se mostró muy mejorado en la distribución del juego, algo que no lo caracterizaba, precisamente.

En la final ante Brasil y frente a una multitud en el Mineirinho que jamás los incomodó (los rusos usaron tapones en los oídos para que no les afectase el ruidoso entorno) todas estas virtudes individuales confluyeron en una fuerza colectiva indomable. Y el trinfo y el título llegaron añadidura de ese superior andar, que se transformó en paliza en el cuarto set (25 a 17).

Sin embargo, más allá del impacto en este torneo, para Rusia será un trampolín anímico formidable para afrontar la competencia más importante del año: el Mundial que arrancá el 28 de setiembre en la Argentina. Después de verlos en acción en la World League, los rusos sacaron carnet de grandes candidatos para el Mundial, un favoritismo que estaba stand by, pero que ahora se reflotó de manera espectacular.

Como para que equipos como Brasil, Italia o Yugoslavia (los otros máximos aspirantes) sepan que hay un cuarto en discordia que les puede amargar el panorama si mantiene el fantástico nivel exhibido en tierra brasileña.

ALEJANDRO COCCIA tiene 19 años de experiencia como comentarista de rugby y voleibol; actualmente es columnista del diario La Nación de Buenos Aires, se desempeña como conductor en el noticiero SportsCenter para Latinoamérica de ESPN y es columnista de ESPNdeportes.com.

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