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El tesoro de La Baule

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La búsqueda del tesoro, en La Baule (0:39)

La gente se acerca con baldes y rastrillos a las playas de la sede de Los Pumas durante la Copa del Mundo para recolectar almejas. (0:39)

La Baule-Escoublac, ciudad base de Los Pumas en esta RWC 2023, es un sitio pintoresco, prolijo y, sobre todo, dueño de una paz insuperable. Situado en la región de Países del Loira, departamento de Loira Atlántico, en el distrito de Saint-Nazaire, su bahía es una de las más largas de Europa, con nueve kilómetros de longitud, y su principal vedette es su playa, que se extiende a lo largo de casi cinco kilómetros. Justamente, para cuidar a su joyita, los casi 20.000 habitantes le prestan muchísima atención a su mantenimiento. Durante la temporada, se limpia cada dos noches, los accesos se barren diariamente por la mañana y las instalaciones sanitarias se mantienen varias veces al día. Un lujo.

Precisamente ahí, sobre la fina arena que es acariciada por un manso Océanos Atlántico, se lleva a cabo un ritual. Sí, un ritual centenario. Porque las caminatas hacia la playa, con balde y rastrillos en mano, se repiten una y otra vez desde alrededor del 1900. Cuando la marea baja, cientos de personas se adentran en la arena húmeda y, como si fuera una búsqueda del tesoro, comienzan a escarbar, escarbar y escarbar. ¿Pero qué hace ese gentío tatuando sus siluetas en el paisaje? “Lo que buscamos son almejas. En algunos momentos del año, sobre todo de agosto a noviembre, el mar retrocede más de lo habitual y los lugareños aprovechamos para encontrar este molusco”, cuenta Babette, una mujer corpulenta de unos 70 años, que junto a su marido Mathis son figurita repetida cada vez que el agua dice au revoir por algunas horas.

“Mis padres, también nacidos en La Baule, ya lo hacían desde que tengo memoria. Recuerdo que de pequeña los acompañaba y me quedaba jugando con una pelota mientras ellos se dedicaban a buscar almejas”, continúa relatando la simpática Babette. Mi siguiente pregunta es inocente, hasta medio estúpida (me di cuenta apenas salió de mi boca) : -¿Pero… las comen?-. “Claro, son para comer. ¿Para qué otra cosa sino? Es muy costoso pagarlas es un restaurant, pero por suerte aquí tenemos al mar que nos las provee sin pedirnos nada a cambios más que una simple caminata”.

A escasos metros de Babette y Mathis, que continúan llenando el balde casi sin mirarme, se ubica el bunker Puma. Dentro de sus vísceras, el seleccionado busca el plan de juego perfecto para derrotar a Japón (y clasificar a los cuartos de este Mundial). Porque de eso se trata. De buscar y de encontrar. Ojalá que, como nuestros amigos franceses, los argentinos también encuentren lo que están buscando.