Maestro en las buenas y en las malas

El torneo dejó en claro, más que nunca, que Hewitt es el indiscutido rey del circuito. Porque gana y pone autoridad cuando está bien y también saca su garra, su estilo agresivo desde el fondo y su hambre de gloria cuando no está en su plenitud

EL DUEÑO DE TODO: El australiano levanta el trofeo de la Copa Masters y el que lo corona número uno del mundo (Reuters)
BUENOS AIRES -- Un cierre con suspenso. Así de imprevisible fue toda la semana en la Copa Masters de Shanghai, en China. El torneo de Maestros le puso fin a una temporada en la que se agudizó la tendencia de que la gran torta se la repartan, cada vez más, entre una mayor cantidad de jugadores.

Y el desenlace, que mostró al australiano Lleyton Hewitt reteniendo el título, resultó muy cerrado y cambiante, aunque el N° 1 del mundo sacó su chapa en los momentos decisivos y por eso se llevó la última sonrisa.

En un campeonato repleto de sorpresas a cada rato, con triunfadores que llegaban de punto y vencidos sin poder revalidar su condición de favoritos, igualmente a la hora clave las cosas se pusieron en su lugar. O, al menos, en el lugar que muchos se habían imaginado en la previa.

Aún con falta de ritmo de competencia en el último mes, debido a una infección viral, Hewitt pudo levantar la copa y sigue siendo el único tenista de su país que ganó el Masters. Un lujo, tratándose Australia de una de las tres potencias de la historia.

EN EL SUBE Y BAJA
Cómo habrá sido la irregularidad de Hewitt en su camino al título que, en los 33 Masters que se jugaron (comenzó a disputarse en 1970), esta fue la primera vez que el campeón no pudo ganar ni un partido sin ceder un set.

Es más: se adjudicó nueve parciales y perdió siete. Un breve repaso: le ganó a Costa en tres sets, perdió con Moyá en dos y derrotó a Safin en tres en su grupo, luego en las semifinales superó a Federer en tres parciales y en la final venció a Ferrero tras remontar una desventaja de 1-3 en el quinto set.

Todo le costó tanto al australiano, que en la mitad del Masters consiguió dos objetivos fundamentales gracias a las ayudas de terceros y no por méritos propios. Primero, Andre Agassi, con molestias en la cadera, perdió dos partidos y se retiró. Así, el estadounidense le dio la chance de terminar la temporada en la cima.

"Estoy muy contento y, si no llego a las semifinales, no me preocupa demasiado en este momento. El me venía respirando en el cuello, pero por suerte ya lo superé", había dicho Hewitt.

Eso marcó un ítem a tener muy cuenta: él era consciente de que no estaba en su plenitud tenística ni física. Por eso asombró a medias su conformismo con el hecho de volver a mantenerse como N° 1 del mundo, al margen de tener que quedarse afuera del torneo.

Pero enseguida, en una muestra de honestidad y fair play, y pese a las suspicacias de más de uno, el choque entre los españoles Carlos Moyá y Albert Costa se volcó para el primero. Así, éste obtuvo el grupo invicto, mandó de vuelta a Costa a su casa y le permitió a Hewitt meterse "por la ventana" en una semifinal.

Entonces, la segunda meta ya era una clara realidad. Tuvo poco tiempo para asimilarlo y, ya de vuelta en la cancha, sufrió muchísimo contra el suizo Roger Federer, dueño de un estilo ofensivo, que es más atractivo que el suyo.

En semi, Moyá y Federer quedaron afuera y así, como pasó hace 10 años con el norteamericano Pete Sampras y el croata Goran Ivanisevic, se convirtieron en los dos ganadores invictos de sus grupos que luego no pudieron llegar a la definición.

Contra Federer, Hewitt había dejado evidencia de que, aún estando por debajo de su acostumbrada solidez, podía ganar un partido cerradísimo. Si bien el N° 1 estuvo casi siempre arriba, en la final ante el español Juan Carlos Ferrero sacó pecho como un cabal rey en el quinto set. Ahí, precisamente, es cuando se ganan los partidos.

Si bien su regularidad, apoyada en una devolución de saque muy firme y un contraataque perfecto para pasar de ser atacado a atacar con uno o dos golpes, no fue la de otros tiempos, Hewitt sacó a relucir su garra y su mentalidad ultraganadora en los momentos cruciales.

Es cierto que por momentos metió varios tiros y esperó los errores de sus rivales, pero también fue el mérito de no apurarse y saber "trabajar" los puntos. Por eso mismo, aún cuando se trata de encuentros largos, la historia se resuelve siempre en dos o tres pelotas.

EL REY ABSOLUTO
Este torneo dejó en claro, más que nunca, que Hewitt es el indiscutido rey del circuito masculino. Porque gana y pone autoridad cuando está bien, como pasó el año pasado, cuando obtuvo el US Open (su primer Grand Slam) con una paliza sobre Sampras y el Masters (ganó los cinco partidos y apenas cedió un set). Y también saca su temperamento, su estilo agresivo desde el fondo y su incansable hambre de gloria aún cuando ve que no está en su plenitud.

Por eso este triunfo valió doble. "Haber podido ganar luchando contra los otros siete mejores del mundo me hace sentir orgulloso y lo llevaré en mi corazón el día que me retire", dijo Hewitt, de 21 años. Y sí, pensar que sabe manejar y resolver diferentes situaciones aún sin la experiencia de otros colegas que tienen más finales importantes sobre sus espaldas.

Hewitt comentó que la garra que exhibe es innata en él y fruto de su constante voluntad de superación. "Cuando era pequeño siempre me tocaba jugar contra los que eran mayores y probablemente por eso desarrollé esta mentalidad ganadora.

Veo cada punto como un match-point, incluso cuando estoy perdiendo un game por 40-0 siempre intento revertirlo", dijo, en una síntesis perfectamente ilustrativa de su versión que tantas veces parece imbatible.

"Ahora me siento liberado. Por fin me puedo ir tranquilo de vacaciones", agregó. En realidad exageró, ya que hace un año estuvo más sólido al no haber sufrido tantos inconvenientes físicos. Un ejemplo: en el 2002 logró 51 victorias y sufrió 15 derrotas y fue la mejor marca del circuito, aún cuando en el 2001 su récord fue de 80-18.

Con este título, sumó cinco en el 2002 (todos en canchas rápidas, incluido Wimbledon) y evitó ser, junto con Sampras en 1998, el jugador que terminó un año como N° 1 con menos torneos ganados.

Igualmente, aquella ocasión fue muy especial para Pistol Pete porque, al margen de las escasas cuatro copas, consiguió ser el único jugador que terminó seis temporadas consecutivas al tope del ranking de la ATP.

Luego de que su novia, la belga Kim Clijsters, lograra el Masters, ahora Hewitt podrá disfrutar sin problemas de un merecido descanso. Hizo los deberes muy bien y aprobó el examen final a pesar de haber sufrido bastante en los parciales.

Mientras Agassi y Safin, los otros candidatos, se fueron rapidito y cabizbajos, los españoles se hicieron respetar más en una superficie rápida y en un estadio cubierto y Federer demostró que está por el buen camino, el campeón volvió a ser el mejor de todos.

Por eso, entre los coletazos de la generación mayor y las embestidas de los más jóvenes, el que impone mejor su libreto es Hewitt. Un pibe que, por cómo cierra los partidos más complicados, parece más grande de lo que realmente es. Cuanto más dura es la situación, él mejor responde. Si no sufre problemas físicos, hay N° 1 para rato.

GUSTAVO GOITÍA es periodista especializado en tenis desde 1989. Se desempeñó como redactor en el diario La Nación, la revista VIVA de Clarín y el diario deportivo Olé, todos de Buenos Aires, y además fue comentarista en el canal TyC Sports. Actualmente es redactor del diario Clarín y columnista de ESPNdeportes.com.

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