Carlos Alcaraz (2º) disfruta porque gana. Aunque, pensándolo bien, quizás gana porque disfruta. El español ya está en la tercera ronda de Wimbledon y, luego de su victoria, dejó una palabras muy interesantes al referirse a la delicada situación de Alexander Zverev (3º).
Cuando Zverev fue eliminado en su debut ante un brillante Arthur Rinderknech (72º), expresó todo su malestar de los últimos meses con preocupantes declaraciones, tocando el sensible tema de la salud mental, tan vigente en la actualidad.
Una de las que primero habló y aconsejó al alemán, tres veces finalista en torneos de Grand Slam, fue la bielorrusa Aryna Sabalenka, líder del circuito femenino. Posteriormente, fue consultado el flamante bicampeón de Roland Garros, quien manifestó sentirse "muy feliz por haber encontrado el camino correcto, con mucha alegría en la pista", reconociendo haber sufridos ciertos altibajos en un pasado.
El pupilo de Juan Carlos Ferrero mostró toda su madurez, tal lo dejó de manifesto hace unos días con una fanática que se descompensaría en plena cancha central y su propia hija a través de redes sociales horas más tarde: "Para mí no se trata de ganar o perder, intento no centrarme en ello. Se trata de disfrutar jugando al tenis, de pasártelo bien cuando sales a la pista y no pensar en el resultado, de vivir el momento. Wimbledon, para mí, es un regalo. Cada partido que juego es un regalo".
"Intento aprovecharlo y disfrutarlo. A veces es difícil, lo sé y lo acepto. Juego para mí mismo, para mi equipo y para mi familia, no pienso en otra cosa que no sea ser feliz en pista. Y funciona bastante bien", extendió el número 1 del ranking mundial ATP, el cual consiguió su 16° éxito al hilo sobre el césped londinense y este viernes enfrentará al ganador del pleito entre el canadiense Felix Auger-Aliassime (28°) y el alemán Jan-Lennard Struff (125°).
Por ahora, la fórmula Carlitos da resultados. Como lo dice en su propio documental, el joven tenista lo vive a su manera, diciendo abiertamente que viaja a Ibiza con amigos luego de coronarse en París y siempre mostrando una sonrisa.
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