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Bruno Altieri 7y

LeBron James, el comodín de la historia

Hemos crecido, nombre más, nombre menos, con un pentágono de estrellas que iluminaron el universo de la historia. Existen y existieron preferencias, pero siempre pensamos esta lógica de genios del deporte separados por posición. Así, yo elegí, por años, a Magic Johnson en la base, Michael Jordan en el puesto de escolta, Larry Bird en el de alero, Tim Duncan en el de ala-pivote y Bill Russell en el de centro.

Por supuesto, existen preferencias, discusiones y alegatos, pero todos tuvimos –y tendremos- un porqué para seleccionar.

Entonces, un día, llegó LeBron James.

Ese joven nacido en Akron, Ohio, inmaduro durante años pero propietario de un talento inigualable, fue creciendo y demostrando, año tras año, que tenía razones para meterse en la galería de los grandes de este deporte. Ahora bien, en cada discusión sobre leyendas del juego, existió la misma imposibilidad para cualquier interlocutor ¿en qué posición debemos incluir a James? Veamos: empezó como alero pequeño, luego jugó como escolta, tuvo apariciones como ala-pivote y ahora es portabalón y genio creador de los Cavaliers. Y si mal no recuerdo, también jugó como centro en distintos pasajes del juego junto al Team USA en los Juegos Olímpicos de Beijing.

La realidad es que James no puede entrar en un quinteto ideal porque es imposible encasillarlo en un único rol. LeBron no entra en el paisaje: es el paisaje mismo. El Aleph de Jorge Luis Borges encerrado en el cuerpo de una sola persona. A decir verdad, nunca antes existió una pieza que por sí misma se reconstruya y se replique para armar el puzzle completo. El sentido de ubicuidad es su hábitat y naturaleza: posee la fuerza de un peso pesado, la destreza de un gimnasta, la resistencia de un maratonista, la minuciosidad de un relojero, la inteligencia de un matemático y la visión de un estadista. Pongamos a Magic, Jordan, Bird, Duncan y Usain Bolt en una licuadora y obtendremos a James.

Si existe un quinteto de celebridades sin igual, también existe un comodín para tirar como carta ganadora en la mesa que sea, a la hora que sea, en la discusión que sea ¿Acaso importan los triunfos, los títulos, los méritos disfrazados de resultados? Seguro, pero hay más que eso. Mucho más. Quien tenga a LeBron en el básquetbol actual tendrá medio boleto garantizado a las Finales de NBA, no importa la ciudad, el entorno ni los rivales. No lo digo yo, lo dicen las estadísticas y la historia de la última década en el mejor básquetbol del mundo.

Con la barrida ante los Raptors, James se convirtió en el cuarto jugador en la historia de la postemporada –Kobe Bryant en Semifinales de Conferencia de 2010, Shaquille O’Neal en Finales de NBA 2002 y Hakeem Olajuwon en las Finales de NBA 1995- con al menos 30 puntos en cada partido de una barrida y el único de los cuatro en convertir al menos 35 en cada encuentro. Finalizó las Semifinales de Conferencia con 36 puntos de promedio y completó su decimoprimera barrida de su historia personal.

Como si fuera poco, nos informa el departamento de estadísticas de ESPN que James está lanzando 72% desde el área restringida –lo mismo que DeAndre Jordan, quien lidera la NBA en volcadas en esta postemporada- y 47% en triples, porcentaje mejor que Stephen Curry (41%), Klay Thompson (36%) y Kevin Durant (41%).

Existen detractores y seguidores por igual de James. Cada paso es una polvareda y cada discusión una polémica enquistada que se reproduce, segundo a segundo, en todas las redes, en todos los formatos, en todos los rostros. ¿Quién es mejor? ¿Cuántos títulos ganó? ¿Contra quién jugó? Podrán escribirlo, exhibirlo con gráficos o gritarlo, pero LeBron se ha ocupado, caso por caso, de silenciar las voces apocalípticas y de cumplir prueba a prueba los desafíos que se le han puesto encima, como si de Ulises se tratase. Es inútil intentar lo contrario: no existe ni existirá jugador más importante, desequilibrante y completo que James, y esto será hasta que él mismo decida ponerle punto final a su carrera. En definitiva, tener a LeBron en tu equipo es jugar al básquetbol seis contra cinco.

Pasarán años, luego décadas, y junto a James se extinguirán equipos, jugadores y también muchos de nosotros. En alguna ciudad perdida del globo terráqueo, algún niño preguntará, con un hilo de voz, quién fue LeBron James. Sólo deseo que en ese instante, quien sea que quede en pie en esa misma habitación para tomar la palabra, tenga el valor suficiente para inflar el pecho y contar la historia. La verdadera historia: “Yo ví jugar al creador del básquetbol 360 grados”.

Tarde o temprano, para este genio, será justicia. Y todos seremos, de una u otra manera, hombres del Rey.

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