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Lonzo Ball, al borde del precipicio

Lonzo Ball conquistó, con sólo 20 años y 15 días de vida, el premio al jugador más joven de la historia en conseguir un triple-doble en la NBA. Lo hizo durante la derrota ante Milwaukee Bucks por 98-90, al cerrar su planilla con 19 puntos, 11 rebotes y 13 asistencias, superando a LeBron James por sólo cinco días.

Sin embargo, y pese a este logro repentino, Ball está, por ahora, lejos de ser el jugador que prometía en la víspera de temporada. Su porcentaje en tiros de campo no sólo ha encendido las alarmas de alerta sobre su dorsal sino que también ha significado un problema mayúsculo para el conjunto de Luke Walton, porque no se trata sólo de lo que erra sino de lo que percibe la defensa cuando alguien deja de ser amenaza.

Pensemos de manera global hacia dónde ha ido el básquetbol y veremos la gravedad del caso Ball. El básquetbol ha erradicado, poco a poco, las posiciones naturales (base, escolta, alero, ala-pivote y centro) y ha mutado a dividir las piezas en dos grandes grupos: perimetrales e internos. Los bases de hoy ya no son los de hace una década atrás: no alcanza sólo con pasar bien el balón sino que a esa conducción hay que sumarle ritmo, velocidad y tiro de tres puntos. Hay dos posiciones en la cancha donde conviene ejecutar lanzamientos: dentro de la llave, posición por cercanía al aro de mayor efectividad, y detrás del arco, sector en el que se obtiene un punto más (triple) por cada intento.

A partir de esta concepción moderna del juego, aparecieron los jugadores híbridos por naturaleza. Grandes que se hacen chicos, chicos que se hacen grandes. Y los jugadores que sólo tenían un rol debieron cambiar su estilo para convertirse en solución de muchos apartados del juego. No es casualidad que los bases del estilo de Rajon Rondo hayan desaparecido o involucionado: si no tiras, el problema no es sólo tuyo, es del equipo. La defensa cede ese hueco al portabalón y se recuesta sobre el resto de los perimetrales, la recepción se dificulta, la pelota no puede llegar adentro, el ataque no es fluido y la enfermedad se extiende hasta hacer que ese cuerpo ofensivo colapse.

Pensemos otros ejemplos: Tony Parker, especialista en tiros de media distancia, se vio obligado a lanzar de tres puntos perfeccionando sus artes. Lo mismo ocurrió con Pau Gasol, porque ese interno alguna vez "natural" ya no existe para el juego de hoy. Al Horford en los Boston Celtics, Marc Gasol en los Memphis Grizzlies. Veamos ahora a los Golden State Warriors, salvo Zaza Pachulia, un jugador de rol para momentos específicos, todas las piezas del campeón tiran de afuera con ritmo alcanzando lo más cercano a la perfección. Ha sido tan grande el cambio, y tan repentino, que aquellos que no se han aggiornado han pagado las consecuencias.

Dicho esto, aún no se dimensiona el problema que tiene Ball por delante con esa mecánica de tiro extraída de las pesadillas más escalofriantes de Freddy Krueger.

Antes del partido frente a los Bucks, que levantó apenas su porcentaje de lanzamiento, Ball era propietario del segundo porcentaje de tiros más bajo (29.2 con 100 tiros intentados) desde el comienzo de la era del reloj de posesión en 1954-55. Después del juego del triple-doble, su porcentaje de tiro subió a 29.9%, bajísimo pero al menos, para los optimistas, en alza. Incluso figuró 127 de 128 jugadores en porcentaje detrás del arco, en un mínimo de 50 tiros ejecutados, y último en % de tiros en la pintura, con 34.4%.

Las cifras en el básquetbol explican algunas cosas, pero pueden llevar a conclusiones inexactas. En este caso se trata simplemente de una observación de un comienzo que exhibe grietas y presiona a un jugador que llegó con un cartel demasiado grande para un mercado gigante como el de Los Ángeles, con un padre hilarante que en su afán de defender a su hijo sólo lo ha puesto a caminar rumbo al cadalso. Estamos hablando de la misma persona (LaVar Ball) que dijo que podía ganarle a Michael Jordan en un partido de básquetbol. Hay cosas tan ridículas que no merecerían ni ser discutidas.

Dicho esto, Lonzo tiene mucho camino por delante pero debe saber que no puede ser nadie en este juego si no mejora su llamativa debilidad. Sospecho que si hubiese sido cualquier otro jugador, ya estaría sumergido en lo más profundo de la banca, pero a veces, negocios son negocios. En Los Angeles, la búsqueda desesperada de estrellas permite concesiones de este tipo.

Aún no hay nada definido, pero lo que semanas atrás se veía como oro, hoy se ve desteñido. Sólo el tiempo traerá nuevas respuestas.

Al borde del precipicio, Lonzo Ball debe enfocarse en el problema, esquivar las malas influencias y sólo pensar en crecer.

En definitiva, nunca es demasiado tarde para mejorar.