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En la NBA de hoy, menos es más

Kawhi Leonard es uno de los símbolos de la NBA en curso de disminución de cargas. Getty Images

Dime cuanto juegas y te diré quien eres. O al menos podré estimar quien serás. Ya no vivimos en aquellos tiempos en los que las estrellas debían calzarse la vestimenta de súper héroe todas las noches para el éxtasis de los fanáticos. Primero fue quitarle el balón de las manos a los All-Star para cambiar la forma de ganar partidos, y ahora es reducirle minutos a las estrellas para extender la vida útil de los talentos más codiciados. También, por qué no, para aprovecharlos en el momento que verdaderamente hace falta. Una lógica deportiva pensando en playoffs y también una lógica de negocio: conservar a esta clase de atletas el mayor tiempo posible es rentabilizar mucho más el producto.

Lo cierto es que este cambio de enfoque, en el que Gregg Popovich y sus San Antonio Spurs fueron principales mentores, se debe a una necesidad que luego tomó carácter de escuela. Hay una realidad que es inobjetable: el básquetbol se juega muchísimo más rápido que tiempo atrás y pese al cambio radical -para bien- en la alimentación, la preparación y la recuperación, el físico se resiente tarde o temprano. Por lo tanto, la disminución de cargas es una tarea que ha dejado de ser opcional para transformarse en obligatoria. El camino de una temporada es largo y ya es obsoleto pensar en un único conductor designado.

Un excelente informe del departamento de estadísticas de ESPN defiende esta lógica con números de peso. En esta temporada, el promedio de posesiones en un partido es de 211.1, el máximo desde 1985-86. El número se ha ido incrementando año a año en las últimas cinco ligas disputadas. Veamos: 194.2 en 2014-15, 197.6 en 2015-16, 198.8 en 2016-17, 200.3 en 2017-18 y 206.2 en 2018-19.

De acuerdo a Second Spectrum, además, hoy tenemos 32.1 posesiones por partido en transición, el máximo desde 2013-14, otro número que se ha incrementado año tras año en las últimas tres ligas.

Un ejemplo en la actualidad de disminución de cargas es nada más ni nada menos que Kawhi Leonard. El ex Spurs y Raptors, hoy en los Clippers, ya se perdió dos partidos de televisión nacional de ESPN en esta temporada. El 30/10 no jugó en un ida y vuelta con el Jazz y el 6/11 no participó del célebre choque ante los Bucks de Giannis Antetokounmpo. Un dato interesante: Leonard no ha jugado partidos en noches consecutivas desde el 5 de abril de 2017 contra los Lakers, cuando aún vestía el uniforme monocromático de San Antonio.

El departamento de estadísticas de ESPN pone a los Raptors, últimos campeones de la NBA, como un ejemplo de disminución de cargas. En la temporada pasada, Leonard se perdió 22 partidos y fue 98º en minutos jugados en temporada regular (2.040), pero durante los playoffs, fue quien más minutos tuvo en toda la Liga (939) para coronarse como el MVP de las Finales. En definitiva, un primer plato sobrio y un segundo suculento.

Esto que puede ser positivo para jugadores y franquicias, puede ir en detrimento de la Liga como atracción: ¿qué tan interesante puede ser la temporada regular si se ejercitan estas opciones de manera recurrente? En la NBA, una liga de jugadores, los fanáticos pagan por ver estrellas y si no están, esto podría dejar de ser un detalle para convertirse en un tema de estado. La Liga, advertida por la cantidad de partidos y por el peligro de que esto se haga costumbre en el seno de las franquicias, ha comenzado a tomar decisiones específicas en el calendario. En 2014-15 hubo 70 instancias en la que los equipos jugaron cuatro partidos en cinco días. La NBA eliminó por completo esta situación para 2017-18 y el número de partidos en noches consecutivas, para cada equipo, ha bajado de cinco años a esta parte (19.3 en 2014-15, 17.8 en 2015-16, 16.3 en 2016-17, 14.4 en 2017-18, 13.3 en 2018-19 y 12.4 en la actualidad).

En la última temporada, 21 jugadores participaron de los 82 partidos. En 1999-00, lo hicieron 58. Hay una realidad: las carreras de aquellos que juegan menos, duran más. Por supuesto, hay que considerar una variedad de factores como son los avances en medicina, métodos de recuperación y preparación, pero hay datos que son certeros: muchas estrellas, entre ellas Larry Bird (13 temporadas), por citar solo un ejemplo ilustre, jugaron menos por exceso de minutos y sufrieron lesiones de arrastre como consecuencia.

La disminución de cargas ha hecho que los jugadores estelares, sobre todo los ingresados al Salón de la Fama, tengan mucha más longevidad deportiva que sus predecesores. Las estrellas de estas características que debutaron en los años '40 tuvieron un promedio de 8.9 temporadas disputadas. Los que debutaron en los '50, 9.7, en los '60 11.9, en los '70 11.8, en los '80 14.3 y en los '90 15.2. Y esos números siguen creciendo a pasos agigantados.

En la temporada que pasó, los All-Star jugaron un promedio de 33.1 minutos por juego, nos informa el departamento de estadísticas de ESPN. Esto es el mínimo de la historia de la NBA desde que se empezaron a registrar esta clase de datos en 1951-52. Y si quitamos del medio a Dwyane Wade y Dirk Nowitzki, dos All-Star que jugaron minutos honoríficos la temporada pasada, igual seguiría siendo el número más bajo de todos los tiempos. De los 20 All-Star de la temporada pasada que jugaron múltiples partidos en el año, 12 vieron una caída de su tiempo en cancha. Observen lo que dice la historia en este Top 5 de promedio de minutos por juego de All-Stars: 34.22 en 2017.18, 33.96 en 2015-16, 33.91 en 2014-15, 33.90 en 1955-56 y 33.12 en 2018.19.

Las estadísticas, entonces, sirven para confirmar procedimientos y decisiones. La velocidad, el ritmo y la fluidez con la que se juega hoy requiere distribución de minutos y roles, y obliga a los cuerpos de entrenadores a ejecutar una planificación acorde de cargas. Las estrellas ya no son las de antes: requieren un universo que las acompañe.

En definitiva, en la NBA de hoy, menos es más.

Las pruebas están a la vista.