Soy un gran aficionado al Salón de la Fama. Por ello, me encanta ver a seis peloteros quienes oficialmente serán exaltados en Cooperstown este fin de semana. Mejor aún, se trata de seis estrellas relativamente recientes quienes muchos de nosotros disfrutamos ver jugar a través de los años: Jack Morris es el mayor de los seis e inició su carrera en Grandes Ligas en 1977, lanzando hasta la campaña 1994. Créanme, se trata de una camada de miembros del Salón de la Fama mucho más disfrutable que, digamos, la de 2013, cuando los exaltados fueron un umpire fallecido en 1935, un dueño de equipo que ayudó a mantener la barrera racial intacta y un cátcher que jugó hace tanto tiempo que su biografía de la Sociedad para la Investigación del Béisbol Norteamericano (SABR, por sus siglas en inglés) comienza diciendo: “Se contagió de la fiebre del béisbol luego de concluida la Guerra Civil”.
Aún así, quizás usted sea más joven que yo y no vieron jugar a estos peloteros o, por lo menos, se perdieron algunas de las campañas en las cuales jugaron al mayor nivel. Revisemos el por qué cada jugador que será exaltado este fin de semana (la ceremonia de inducción comenzará este domingo a la 1:30 p.m., hora del Este) forma parte del Salón de la Fama.
Jack Morris
Morris es el nuevo miembro del Salón de la Fama más controversial desde Jim Rice o quizás Phil Rizzuto… o quizás sea el más controvertido de todos los tiempos. Contrario al caso de Bert Byleven, quien se convirtió en la causa célebre preferida de los sabermétricos y eventualmente fue exaltado en su decimocuarto año de elegibilidad, Morris fue un caso apasionado para los amantes de las estadísticas que alegaron en su contra, señalando su efectividad de por vida de 3.90 y WAR total de 44.0 en su carrera.
La efectividad de Morris es la más alta de cualquier lanzador en el Salón de la Fama, su promedio de carreras limpias permitidas ajustado es mejor solamente que el de Catfish Hunter y Rube Marquard y su WAR es el menor para cualquier pitcher no relevista desde la elección de Hunter en 1987. El resto de los pitchers abridores elegidos desde 1980 cuenta con un WAR de por vida de por lo menos 60.0 con la excepción de Hunter, Morris y Addie Joss (y éste murió dos años antes de su cumpleaños 31 debido a meningitis derivada de la tuberculosis).
Entonces, ¿por qué Morris fue elegido? Quizás la raíz del argumento radica en esta idea, algo que he llegado a aceptar como punto de discusión válido para el debate sobre los méritos para exaltar a un pelotero al Salón de la Fama: ¿Puedes contar la historia de la era en la cual jugó este pelotero sin que él sea parte fundamental de dicha historia? Tenemos un ejemplo reciente en David Ortiz. Si nos guiamos estrictamente por valor de carrera, los méritos de Ortiz para ingresar al Salón de la Fama son opacos, con un WAR de por vida de apenas 55.3. Sin embargo, obviamente fue una presencia fundamental en el béisbol: no se puede contar la historia de las Grandes Ligas entre 2004 a 2016 sin que Ortiz sea figura central. Se pueden hacer argumentos similares en el caso de Yadier Molina, pelotero cuyos argumentos para ingresar al Salón de la Fama son mejores que solamente sus números.
El alegato a favor de Morris es similar. Lanzó uno de los partidos más famosos de la historia del béisbol. Ganó dos encuentros en la Serie Mundial de 1984 para la causa de los Tigres de Detroit, uno de los mejores y más famosos equipos de los años 80. Fue un caballo de labor en una década en la cual gran parte del resto de los lanzadores de más alto nivel no alcanzaron a mantenerse sanos por suficiente tiempo como para poder consolidar sus méritos para ser considerados a un puesto en el Salón de la Fama. Realmente, no se puede contar la historia de los años 80 y 1991 sin Morris como uno de sus principales personajes. Ahora, la interrogante radica en si él realmente consiguió lo suficiente para que todo lo demás importe. La Asociación de Escritores de Béisbol de Estados Unidos (BBWAA, por sus siglas en inglés) dijo que no; mientras que el Comité de la Era Moderna dijo que sí.
Alan Trammell
Quien fuera compañero en los Tigres de Morris durante largo tiempo fue mejor pelotero. Con un WAR de por vida de 70.7, incluyendo seis temporadas con cifra de 6.0 o mayor, Trammell debió ser una elección relativamente fácil para la BBWAA. Sin embargo, ni siquiera llegó al 40 por ciento de la votación hasta su último año de elegibilidad. Nunca tuvo sentido que Barry Larkin, con estadísticas de por vida y valor similar, pudo llegar a Cooperstown en su tercer intento; mientras que Trammell, al igual que Morris, debió cruzar la ruta del Comité Especial.
La razón para ello, a mi criterio, es muy clara: Trammell fue prácticamente el segundo campocorto de la Liga Americana detrás de Cal Ripken, Jr, mientras que Larkin básicamente fue sucesor de Ozzie Smith como el campocorto considerado como número 1 en la Liga Nacional. Se trató de un caso en el cual la ocasión imperó sobre las cifras (y tampoco ayudó que el nombre de Trammell llegó a las boletas en 2002, cuando campocortos de la talla de Alex Rodriguez, Nomar Garciaparra y Miguel Tejada sumaban números ofensivos importantes).
Como pelotero, describiría a Trammell como alguien tranquilo y elegante. Contaba con buen rango y brazo de calidad, aunque no creo que alguien lo denominaría como llamativo. Nunca habló mucho, jamás fue controversial, jugó con muchos buenos equipos en Detroit y debió haber ganado el premio al Más Valioso en la Liga Americana en 1987 (terminó en el segundo puesto). Quizás sea similar a Brandon Crawford en algunas formas, excepto que fue mejor bateador para su era (Trammell tuvo OPS+ de por vida de 110, mientras que Crawford suma 99). Trammell tuvo suficiente calidad como para llegar a las Mayores a los 19 años y mantenerse allí hasta cumplir 38, con su mejor producción a la mitad de su carrera.
Vladimir Guerrero
En lo que a cifras respecta, Guerrero no era necesariamente una fija para llegar al Salón de la Fama:
Guerrero: .318, 449 HR, 1496 CI, 1328 CA, 140 OPS+, 59.4 WAR
Larry Walker: .313, 383 HR, 1311 CI, 1355 CA, 141 OPS+, 72.7 WAR
Dwight Evans: .272, 385 HR, 1384 CI, 1470 CA, 127 OPS+, 67.1 WAR
Andruw Jones: .254, 434 HR, 1289 CI, 1204 CA, 111 OPS+, 62.4 WAR
Jim Edmonds: .284, 393 HR, 1199 CI, 1251 CA, 132 OPS+, 60.4 WAR
La defensiva de Guerrero fue más emocionante que efectiva en ciertas ocasiones. Sus rodillas le traicionaron y su última campaña con WAR de por lo menos 5 llegó a sus 30 años. Tuvo que jugar como bateador designado durante sus tres temporadas finales y se retiró a los 36 años. No bateó 500 jonrones en una era en la cual muchos de los mejores sluggers del momento alcanzaron ese umbral.
A pesar de ello, Guerrero fue elegido en su segundo intento, mientras que hay otros jardineros que ni siquiera han podido acercarse al Salón de la Fama. Hay ciertas ocasiones en las cuales hay que ir más allá de los números. Ni siquiera se debe tratar de una camada de peloteros exaltados por cuentas históricas (incluso si el objetivo definitivo es el de elegir los mejores peloteros). Cuando vimos a Vlad jugar con los Expos y su primer par de temporadas con los Angelinos, sabíamos que estábamos en presencia de un pelotero miembro del Salón de la Fama. Sumó cifras monstruosas, bateaba para promedio y poder, aunque nunca se ponchó más de 100 ocasiones y hacía swing a cualquier lanzamiento que sus largos brazos podían alcanzar. Era dinámico, jugaba con osadía y era asombroso, además de único en su especie.
Jim Thome
Su elección en la primera oportunidad ejemplifica al béisbol moderno: Jonrones, boletos y ponches, consiguiendo sumar de forma óptima en las tres categorías con uno de los swings zurdos más poderosos jamás visto. Alcanzó el umbral de los 40 cuadrangulares en seis ocasiones para así sumar 612 bambinazos de por vida y nunca se vio afectado por especulaciones de uso de esteroides (contrario a muchos de los sluggers de su era) haciendo de su selección un tema sencillo. Fue un chico campesino que sabía batear muy fuerte.
En otra época, quizás Thome no haya sido igualmente apreciado. Bateó para .276 de por vida. Sin embargo, sus 1.747 boletos (séptima mejor cifra de todos los tiempos) llevó su porcentaje de embasado a .402. No podía correr mucho (si bien tenía suficiente capacidad atlética para desempeñarse como tercera base durante algunos años); a pesar de ello, anotó cerca de 1.500 carreras porque lograba conectar jonrones y se embasaba. A principios de la década del 2000, el inmenso valor producido por esta clase de pelotero fue mejor comprendido (si bien Bill James y otros autores habían escrito al respecto desde los años 80) y para el momento en el cual Thome llegó a la boleta del Salón de la Fama, su estatus como uno de los mejores bateadores de los últimos 25 años ya estaba claro. Más allá de todo lo anterior: 612 cuadrangulares es una cifra inmensa y sumamente importante.
Chipper Jones
Siendo uno de los mejores antesalistas de la historia del béisbol y el pelotero de posición clave de la duradera dinastía de los Bravos de la década de los 90 y principios de los 2000, Jones fue una selección fácil en su primera boleta, sumando 97.2 por ciento de los votos, haciendo que uno se pregunte por qué 12 votantes no le eligieron. Quizás eran aficionados de los Mets.
Jones se convierte así en el segundo primer seleccionado en el draft en alcanzar el Salón de la Fama, igualando la hazaña de Ken Griffey Jr. Bateó para .303/.401/.529 durante su carrera con 468 jonrones, 1.623 carreras impulsadas y 1.619 anotadas. Entre los peloteros que fueron primordialmente antesalistas, sólo Mike Schmidt y Eddie Mathews sumaron mayor cantidad de cuadrangulares (Adrián Beltré tiene uno menos), solo Beltré suma más impulsadas y nadie cuenta con más carreras anotadas. Durante su cúspide entre 1996 y 2003, promedió 32 jonrones y 107 carreras remolcadas (llegando a 100 impulsadas en cada temporada) y WAR de 5.7 por campaña. Logró remontar tras sufrir varias lesiones para sumar dos temporadas con WAR superior a 7 en 2007 y 2008 (ganando un título de bateo en 2008 con promedio de .364). Este hombre, simplemente, descosía la pelota.
Por supuesto, fue una presencia constante en nuestros televisores en el otoño, apareciendo en 12 postemporadas con los Bravos (y bateando para .287 con OBP de .409 y mayor cantidad de boletos que ponches). Los Bravos ganaron la Serie Mundial en sólo una ocasión, a saber, su temporada de novato en 1995, pero no fue culpa de Chipper que nunca lo hicieron otra vez. Ahora, se incorpora al gran trío del pitcheo conformado por Greg Maddux, Tom Glavine y John Smoltz en Cooperstown.
Trevor Hoffman
Los cerradores vienen y van y a menudo, se agotan rápidamente tras algunas temporadas de calidad. Hoffman, quien en una ocasión fuera campocorto en Ligas Menores, registró su primera temporada con 20 rescates en 1994 y la última de ellas en 2009. Su cambio de velocidad fue uno de los mejores en la historia del béisbol, permitiéndole tener éxito más allá de sus 40 años, a pesar de la disminución de velocidad de su recta.
Puedo entender los argumentos hechos contra los cerradores y su pertinencia en Cooperstown: Hoffman, ciertamente, no tuvo el valor en su carrera de un pitcher abridor como lo fueron Mike Mussina o Curt Schilling, dos contemporáneos quienes deben ser elegidos al Salón de la Fama. Sin embargo, Hoffman y Mariano Rivera se encuentran muy por encima del resto en la lista de salvados de todos los tiempos que Hoffman fue finalmente retribuido en su tercera aparición en la boleta. Rivera cuenta con 652 salvados mientras que Hoffman es segundo con 601. Sin embargo, el tercero en la lista es Lee Smith, muy por debajo de estos dos con 478, y apenas otros tres han superado los 400. El mayor salvador entre los peloteros activos es Craig Kimbrel con 322, lo cual significa que apenas ha alcanzado el 53.5 por ciento del camino a igualar a Hoffman. Además, tenía la mejor canción para ingresar al terreno de todos los tiempos, por lo cual espero que algún aficionado de los Padres lleve un reproductor y ponga a sonar “Hells Bells” a medida que Hoffman llega al podio para dar su discurso.