Cuando el cubano Yasiel Puig debutó con la fuerza de un huracán de categoría 5 en el 2013, se suponía que a estas alturas de su carrera, cuando llegara a la agencia libre, estaría negociando un contrato multianual de más de $200 millones.

Pero el camino se torció y su futuro luce incierto para una de las figuras más polémicas y polarizantes de todo el béisbol en la actualidad.

Con él no hay términos medios: o se le adora o se le odia, pero nadie queda impasible ante el 'Caballo Loco'.

Su talento es tan innegable, como incalculable. Su potencial parece ilimitado, pero...

Él mismo se ha encargado de ponerle límites y no explotarlo a toda su capacidad, con sus extravagancias histriónicas que lo desenfocan en ocasiones, pero al mismo tiempo, lo hacen divertido para el público.

Los Miami Marlins están buscando un bate de poder para sus jardines.

El venezolano Avisail García ya salió del mercado, al firmar con los Milwaukee Brewers, mientras que Nicholas Castellanos está fuera del alcance presupuestario del equipo.

Lo que queda disponible se reduce a tres nombres: Kole Calhoun, Corey Dickerson y Puig.

Calhoun es el más viejo de todos, con 32 años cumplidos, aunque viene de su mejor temporada ofensiva, en la que despachó 33 vuelacercas y remolcó 77 carreras.

Está buscando un pacto que le garantice al menos dos o tres temporadas de trabajo, algo que Miami no parece dispuesto a conceder a un jugador de su edad.

Dickerson tiene 30 y en los últimos años ha tenido marcada tendencia a las lesiones.

En el 2019, que compartió entre los Pittsburgh Pirates y los Philadelphia Phillies, apenas jugó 78 partidos, menos de la mitad del calendario.

Y está Puig, que acaba de cumplir 29 y sería -a no dudarlo- un gancho de atracción para el apático público de Miami.

¿No se la pasan los fanáticos pidiendo todo el tiempo en las redes sociales que el equipo contrate más peloteros cubanos, por lo mayoritario del público en la Capital del Sol?

Pues el Caballo Loco parece ser la figura ideal para convocar una mayor asistencia al siempre vacío Marlins Park.

A pesar de que nunca ha llegado a los números que de él se esperan, los Marlins no tienen ahora mismo en sus filas un mejor bateador que Puig.

Una cosa son los prospectos y otra la realidad. Brian Anderson y Garret Cooper, por ejemplo, podrían llegar a ser, pero todavía no son.

No deja de ser una apuesta arriesgada. Miami tiene demasiadas tentaciones y Puig es una bomba de tiempo.

Está también el tema de su relación con Don Mattingly, quien fue su mánager en sus primeros años en Los Angeles Dodgers y con quien las cosas no terminaron bien.

Pero las circunstancias han cambiado y reunir a Puig con Mattingly sería una buena prueba para ver cuánto ha madurado uno y el profesionalismo del otro.

Al cubano hoy le tocaría un pacto por un año, en el que debe demostrar toda su capacidad de una buena vez y entonces buscar un nuevo acuerdo después del 2020 por dos o tres temporadas.

Si Mike Moustakas, con mejores números en su carrera y una conducta intachable, tuvo que hacerlo por las circunstancias que dicta el mercado, ¿por qué no lo haría Puig?

Pero para eso debería estar dedicado día y noche al gimnasio, a los entrenamientos, en busca de la mejor forma posible, para dejarle saber al mundo del béisbol que está listo para dar ese salto que llevamos esperando tanto tiempo.

¿Y dónde está? De vacaciones por Japón, en una exhibición de lucha sumo.

Ese es Puig siendo Puig. Yo pagaría por verlo todos los días en el Marlins Park. Sacaría al equipo del marasmo de aburrimiento en que lleva sumido desde hace años.

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Los Philadelphia Phillies aterrizaron en sus filas al derecho Zack Wheeler, uno de los abridores más cotizados en el mercado de agentes libres.

El pacto es por cinco años y $118 millones, demasiado sobrevalorado para un lanzador que en sus primeras cinco temporadas con los New York Mets apenas consiguió 44 triunfos con 38 derrotas, efectividad de 3.77 y que jamás superó las 200 entradas en una campaña.

Semejante contrato da una idea de cuánto podrán conseguir entonces en su momento Gerrit Cole y Stephen Strasburg, más allá de los 200 millones cada uno.

Su llegada a Filadelfia refuerza una rotación que cuenta con los diestros Aaron Nola y Jake Arrieta y aumenta la presión sobre un equipo obligado a ganar en una de las divisiones más competitivas de todo el béisbol.

Ni la presencia de los campeones Washington Nationals o de los Atlanta Braves, ganadores de la división en 2018 y 2019, logra quitarle a este equipo la etiqueta de favorito.

Con el experimentado Joe Girardi como nuevo manager, los Phillies no han terminado sus compras y se habla de un marcado interés en el campo corto holandés Didi Gregorius.

Al no ofrecerle arbitraje salarial al venezolano Cesar Hernandez, la eventual llegada de Gregorius permitiría mover a la intermedia al dominicano Jean Segura y traería más poder alrededor del segundo cojín.

Otro que está en la mira de Filadelfia es el veterano antesalista Josh Donaldson, luego de que el equipo dejara en libertad al una vez prometedor y al final decepcionante Maikel Franco. Pero los Bravos no se quedan atrás y en su intento por repetir la corona divisional acaban de añadir al veterano zurdo Cole Hamels con un acuerdo de un año.

Hamels, probado en grandes escenarios, es la figura con la experiencia que necesitaba Atlanta para guiar a una rotación joven, pero con un talento enorme.

Además de abridor, el zurdo será el mentor de Mike Soroka, Mike Foltynewicz y Max Fried, a quienes enseñará cómo ganar en octubre, algo que aprendió desde el 2008, cuando resultó el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial, cuando guió a los Filis a la corona ante los Tampa Bay Rays

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Los Miami Marlins hicieron esta semana dos movidas inteligentes dentro de su proceso de reconstrucción, al reclamar de waivers al primera base venezolano Jesus Aguilar y conseguir de los Baltimore Orioles, vía canje, al dominicano Jonathan Villar.

No son las grandes contrataciones que los impacientes fanáticos de los Marlins añoran, pero son dos piezas que encajan muy bien en una franquicia financieramente atada de pies y manos.

Aguilar es un bateador de poder descomunal que en el 2018 conectó 35 jonrones y remolcó 108 carreras, además de asistir a su primer Juego de Estrellas, cuando vestía el uniforme de los Milwaukee Brewers.

El venezolano de 29 años tuvo un retroceso notable en el 2019, que compartió entre los Cerveceros y los Tampa Bay Rays, al despachar solamente 12 bambinazos y empujar 50 carreras en la campaña de la pelota más viva que se recuerde en la historia.

Miami espera recuperar al Aguilar del 2018 con la ayuda de James Rowson, el nuevo entrenador de bateo que viene de hacer que los Minnesota Twins implantaran en el 2019 la marca histórica de 307 cuadrangulares.

Por su parte, Villar, de 28 años, es un versátil jugador de cuadro capaz de desempeñarse en la intermedia y la antesala, que viene de su mejor temporada, en la que disparó 24 vuelacercas y estafó 40 almohadillas.

Ojo. No es lo mismo batear en el Candem Yard de Baltimore, donde la pelota vuela con mayor facilidad, que en el Marlins Park, un paraíso para los lanzadores.

Pero el quisqueyano puede aportar mucho ofensivamente, con algún poder y mucha velocidad en las bases.

Además, la llegada de ambos le da al manager Don Mattingly flexibilidad, para mover a la pradera derecha a Garret Cooper y regresar a Brian Anderson a la antesala, su posición natural.

O colocar a Cooper en el izquierdo, a Anderson en el derecho y a Villar en tercera base, apostándole todo al puertorriqueño Isan Diaz como el intermedista del futuro inmediato.

De cualquier manera, las adiciones deberían significar mejoras ofensivas para un equipo que fue último de todas las Grandes Ligas en jonrones (146), total de bases (2,065), extrabases (429) y slugging (.375).

Miami además ha expresado interés en el agente libre Nicholas Castellanos, un cubanoamericano del sur de la Florida, aunque su precio podría resultar inalcanzable ahora mismo para la franquicia, que espera poder hacer contrataciones de más peso después del 2020, cuando se negocie un nuevo contrato de televisión que le reporte más dinero al equipo.

Los Marlins entran ahora en el último año de su actual pacto con la cadena Fox Sports, que le da al equipo entre 15 y 20 millones de dólares por temporada y es considerado el peor acuerdo entre los 30 equipos de las Mayores.

Entretanto, el sistema de granjas de la organización, uno de los mejores de todo el béisbol, sigue madurando figuras que podrían subir a Grandes Ligas tan pronto como este año, como los dominicanos Jesus Sanchez, Lewin Diaz y Sixto Sanchez, el bahamense Jazz Chisholm, Monte Harrison o J.J. Bleday, primera selección del último draft.

La oficina que encabeza Derek Jeter insiste en la palabra paciencia, pues, a fin de cuentas, Roma no se construyó en un día. Y Miami tampoco.

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Derek Jeter encabeza el grupo que en el 2020 aparecerá por primera vez en la boleta de las votaciones de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA) para el Salón de la Fama de Cooperstown.

En el caso de Jeter, la pregunta no es si va a entrar o no en su primer año de elegibilidad, sino si lo hará de manera unánime, como lo consiguió el año anterior el panameño Mariano Rivera, su compañero de dos décadas en los New York Yankees.

Ya Mariano rompió el hielo en lo que a unanimidad se refiere y nadie en su sano juicio dejaría de marcar el nombre del legendario número 2 de los Yankees.

Pero así mismo pensábamos, por ejemplo, de Ken Griffey Jr. Sin embargo, hubo quien no votó por él. O Babe Ruth, la encarnación suprema del béisbol. O Ted Williams, “el bateador más grande que jamás existió”.

Entonces, el Capitán intentará ser el segundo unánime y posiblemente el único que entre en el grupo de debutantes del 2020.

El venezolano Bobby Abreu, el dominicano Alfonso Soriano, Josh Beckett, Paul Konerko, Jason Giambi y Cliff Lee son los más renombrados que acompañan a Jeter en el primer año, pero ninguno de ellos parece reunir los argumentos suficientes para la inmortalidad.

Entonces, en mi boleta virtual, en lo que espero cumplir los diez años de membresía en la BBWAA para poder votar oficialmente, incluiría, además de Derek Jeter, a Barry Bonds, Roger Clemens, Sammy Sosa y Curt Schilling, los cuatro en su octavo año, así como al venezolano Omar Vizquel, en su tercero, a Gary Sheffield, en el sexto.

Completaría mis diez selecciones con el canadiense Larry Walker, quien tiene ahora su última oportunidad, además de Andy Pettitte y Todd Helton.

Me inclino a votar por casi todos aquellos sobre los cuales pesa una sombra de sospecha de haber usado esteroides para mejorar su rendimiento.

No fueron los únicos que apelaron a esas sustancias, en una época en que las cosas estaban sin control, pero no todos fueron capaces de poner esos números extraordinarios.

El talento estuvo ahí y si no hay coordinación ojos-brazos, que no la da ninguna medicina, no habrá resultados.

Y siempre que sale el tema pongo el mismo ejemplo sobre cuánto puede o no influir el consumo de esteroides en alguien con o sin la capacidad natural de jugar béisbol: los hermanos Canseco.

José y Ozzie son gemelos idénticos, dos gotas de agua, que usaron los mismos fármacos y métodos similares de entrenamiento.

José Canseco fue en su momento la estrella más rutilante del firmamento de las Grandes Ligas, mientras que Ozzie fue más que mediocre, que de no ser hermano de quien fue, nadie se acordara de su paso fugaz por el béisbol.

Por el único que jamás votaría sería por Manny Ramírez, un reincidente en el consumo de sustancias cuando ya estaban prohibidas por las Grandes Ligas. Incurrir en una falta una vez es humano, pero dos es llevar la estupidez o el descaro al extremo.

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Ya están listos los cinco equipos de la Liga Nacional que irán a la postemporada y parecen casi definidos los clasificados por la Americana a la fiesta de octubre, pero cuando nos encaminamos al último fin de semana del calendario regular, todavía queda tela por donde cortar.

En el viejo circuito, los Atlanta Braves y Los Angeles Dodgers aseguraron hace rato sus respectivos banderines divisionales del Este y el Oeste, mientras que los St. Louis Cardinals, los Washington Nationals y los Milwaukee Brewers ya aseguraron sus boletos a los playoffs.

Sin embargo, los Cardenales, líderes en la división central, todavía no terminan de finiquitar ese asunto y los Cerveceros podrían darle alcance y enviarlos al infartante partido entre comodines ante los Nacionales.

St. Louis (90-69) exhibe una ventaja de juego y medio sobre Milwaukee (88-70), que tiene un partido más por celebrar.

Los Cerveceros son el equipo más caliente de la actualidad en la Nacional, con diez triunfos en sus últimos 11 choques y 13 en 15 desde que perdieron a su estrella Christian Yelich por una lesión el 10 de septiembre en Miami.

Lo interesante de la tropa que comanda Craig Counsell es la manera en que se ha comportado el cuerpo de lanzadores en esta recta final.

En diez de esos últimos 11 partidos, los serpentineros de Milwaukee han tolerado tres o menos carreras, mientras que sus bateadores han producido 56 anotaciones.

A los Cerveceros les resta un partido este jueves en Cincinnati y tres choques en Colorado, mientras que los Cardenales recibirán en casa durante viernes, sábado y domingo a los Chicago Cubs.

Pero suponiendo que St. Louis consiga aguantar la presión y termine coronándose en la división central, a Milwaukee le queda el incentivo de tratar de luchar por el primer comodín que ahora ostenta Washington con un juego de ventaja.

El orden de los wildcards es clave, pues define cuál de los dos juega en su casa el partido de muerte súbita.

El equipo de la capital tendrá un fin de semana complicado, con una serie interligas contra los Cleveland Indians, el único de los 30 equipos que ahora mismo está fuera del cuadro de clasificados, pero que todavía conserva opciones de entrar al baile.

Antes, los Nacionales deberán celebrar un choque este jueves ante los Philadelphia Phillies y ante el sentido de urgencia, el manager Dave Martínez echará mano en tres de esos cuatro desafíos a sus tres caballos de la lomita.

Stephen Strasburg va contra los Filis y Patrick Corbin y Max Scherzer abrirán sábado y domingo, respectivamente, contra la Tribu, con el novato Austin Voth intercalado en el primer juego de la serie el viernes.

El tener que apelar a estos tres astros en esta recta final deja a Martínez con pocas opciones para el juego de comodines del próximo martes: o va con Strasburg con un día menos de descanso o se las juega todas con el veterano venezolano Anibal Sanchez.

Desde que esta franquicia nació en 1969 con el nombre de Expos, en la ciudad canadiense de Montreal, nunca ha podido pasar de la primera ronda en las cinco ocasiones anteriores en que clasificó a la postemporada.

En 1981, los Expos perdieron la serie de campeonato de la Liga Nacional (entonces no había playoffs divisionales) contra los Dodgers.

Desde que se mudaron a Washington en el 2005, los Nacionales perdieron las series divisionales del 2012, 2014, 2016 y 2017.

Tres por dos boletos en la Americana

En el joven circuito, los Minnesota Twins recién se coronaron en la división central y todo indica que rivalizarán en la primera ronda ante los New York Yankees, campeones del Este, ya que los Houston Astros, reyes del Oeste, se han despegado en la lucha por el mejor récord de todo el béisbol.

Los Astros (104-54) cierran su calendario con una serie de cuatro encuentros de jueves, viernes, sábado y domingo contra Los Angeles Angels en Anaheim.

Los Yankees (102-57) se van hasta Arlington para sus tres partidos finales ante los Texas Rangers.

Y entonces queda la batalla por los comodines, que ahora mismo tienen en la mano los Oakland Athletics (95-63) y los Tampa Bay Rays (95-64), con apenas media raya de diferencia entre ambos.

A Oakland le faltan cuatro juegos entre jueves y domingo con los Seattle Mariners y a los Rays tres con los Toronto Blue Jays.

Para ambos conjuntos son cruciales estos desafíos no sólo para resistir los embates de los Indios, sino para ver cuál de los dos juega como home club el juego de vida o muerte del próximo miércoles.

Por su parte, Cleveland la tiene muy difícil, aunque no imposible, pero esa diferencia de 1.5 se hace enorme, dado el poco camino que queda por recorrer.

Los Indios recibieron una valiosísima ayuda de último momento con la reincorporación del dominicano José Ramírez, cuando se pensaba que estaría fuera de acción hasta el 2020.

En dos partidos desde que regresó lleva tres jonrones y ocho carreras impulsadas en seis turnos.

Pero la derrota que sufrió Cleveland el miércoles en la noche ante los Chicago White Sox podría haber sido la más costosa de toda la temporada.

A Terry Francona y compañía le falta un último partido contra Chicago el jueves y los tres de la serie interligas ante los Nacionales, que será, sin dudas, la más dramática de todas las del fin de semana.

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Del béisbol que se jugaba hace 20 años apenas queda un recuerdo.

Entonces, los managers tenían más autoridad, aplicaban múltiples estrategias y el juego era tácticamente más rico.

También era la época en que el uso de sustancias para mejorar el rendimiento deportivo era rampante y muchos peloteros parecían más linieros de la NFL que beisbolistas.

Para bien, el tema de los esteroides se atajó con una política cada vez más restrictiva que si bien no logró eliminar el problema por completo, lo limitó a unos pocos que siempre intentarán burlar al sistema.

Pero en las últimas dos décadas —o más específicamente, en los pasados diez años— el béisbol se empobreció en muchos sentidos, tanto desde el punto de vista estratégico, hasta del entendimiento por los fanáticos, confundidos con nuevos análisis estadísticos que buscan —y no siempre encuentran— la excelencia atlética.

Olvidemos por un momento las pelotas adulteradas del 2019, con todo y que el comisionado Rob Manfred insista en negarlo, que han traído como resultado una explosión jonronera inédita, mayor aun que en la era de los esteroides y que ha inflado los números de muchos bateadores que en otros tiempos ni soñaban con disparar tantos bambinazos.

El juego se ha simplificado tanto que ya sólo importa enviar la pelota más allá de las cercas.

Los sencillos, dobletes y triples ya han pasado a un segundo plano y ni hablar de intentar ganar una base extra con un robo o adelantar un corredor con un toque de sacrificio.

Y de igual manera, a la par de los vuelacercas, han subido los abanicados.

Es o todo o nada. O jonrón o ponche.

Pero, aunque parezca una paradoja, este béisbol de ahora es menos ofensivo, a juzgar por las estadísticas, tanto las tradicionales, como las sabermétricas, a pesar de esta hemorragia de cuadrangulares única en la historia.

Si comparamos los promedios por juego de la temporada de 1999 con la que está a punto de concluir, observamos que las únicas cifras que han subido son las de jonrones y los chocolates.

Morir por la vía de los strikes no es un out más, como algunos pretenden hacer ver. Poncharse anula por completo la posibilidad de jugada y le da una bocanada de oxígeno al lanzador.

Hace 20 años, los bateadores se tomaban 6.41 ponches por juego. Ahora lo hacen en 8.77 ocasiones.

Dos décadas atrás, se disparaban 1.14 bambinazos por choque, cifra que se ha elevado a 1.40 en el 2019.

Pero más vuelacercas no necesariamente implican más carreras, sino que es la manera más directa de producir una anotación.

Volvamos dos décadas atrás en el tiempo y observemos los diferentes promedios en otros indicadores y a su lado, entre paréntesis, los indicadores del 2019.

En los partidos se anotaban como media hace 20 años 5.08 carreras, mientras que ahora son solamente 4.84.

En 1999 se bateaban 9.15 imparables por encuentro (8.66 hoy), los dobles eran 1.80 (1.76), triples 0.19 (0.16), bases robadas 0.70 (0.47), los sacrificios de toques 0.33 (0.16). El average promedio de las Grandes Ligas fue de .271, mientras ahora es de .253.

Aunque la sabermetría valora más el porcentaje de embasamiento, hace 20 años la gente llegaba más a las almohadas, con un OBP de .345 por .323 en la actualidad.

Esas diferencias decimales, si bien a simple vista pueden parecer ínfimas, cuando se multiplican por los más de 4.800 juegos que componen el calendario regular hacen números globales muy superiores.

Entonces, esta simplificación del juego, esta apuesta a todo o nada entre el jonrón y el ponche, está alejando al público de los estadios.

En 1999, todavía fresca en la memoria de los fanáticos la huelga de 1994, la asistencia total en temporada regular superó los 70 millones.

A menos de una semana para que concluya la presente contienda, la cifra anda en poco más de 66 millones, la menor desde 1997.

A eso súmenle la pobre promoción que la actual administración de las Grandes Ligas le hace al béisbol.

¿Desde hace cuánto tiempo no vemos a un pelotero protagonizando un anuncio comercial en televisión, como hacen los deportistas de la NFL o la NBA?

Si mi memoria no me falla, el último fue Derek Jeter a principios de los 2000, quien participó en un anuncio de Gillette junto al golfista Tiger Woods y otros atletas de diferentes disciplinas.

No es extraño entonces que los beisbolistas no aparezcan casi nunca en la lista de ESPN de los 100 deportistas más famosos del mundo, a pesar de ser un juego que practican más de 65 millones de personas en 140 países de todo el planeta.

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Cuando se abra el mercado de agentes libres después de la Serie Mundial, el antesalista Anthony Rendón será una de las piezas más cotizadas, pues al parecer, los Washington Nationals no tienen intenciones de retenerlo.

Obviamente, los Nacionales le harán una oferta calificada e incluso le presenten un contrato sobre la mesa, como dicta el protocolo, que quizás Rendón termine aceptando.

Pero no es igual. Si Washington realmente hubiera querido mantener en sus filas a uno de los mejores, pero al mismo tiempo más subvalorados peloteros de los últimos años, habrían negociado una millonaria extensión contractual, con todo y que su agente es Scott Boras, conocido por apostar siempre a la agencia libre.

Pero hasta Boras tiene un precio por el cual abandonaría su rígida postura respecto a las extensiones de contratos.

La cosa es ver si la gerencia del equipo capitalino está dispuesta a pagarlo.

Pero si yo fuera Mike Rizzo, presidente de operaciones de los Nacionales, movería cielo y tierra por quedarme con Rendón.

Obviamente, ya no lo hará antes de que concluya la temporada y mucho menos con el equipo en plena batalla por incluirse en los playoffs.

Pero ya Washington perdió en el invierno pasado a Bryce Harper y no debería darse el lujo de dejar partir a su antesalista, quien ha sido un ejemplo de consistencia y que está teniendo en el 2019 la mejor campaña de su vida.

Rendón encabeza la Liga Nacional en average (.330), dobletes (43) y carreras impulsadas (119). Sus 34 cuadrangulares y 113 anotadas son las mayores cifras de su carrera en ambos departamentos y debe superar también su tope en hits, que es de 176 y lleva 171.

Su OBP es de .414, con slugging de .622 y OPS de 1.036, todos ellos también los más altos de su vida.

José Abreu (Chicago White Sox)

El cubano José Abreu ha sido uno de los mejores bateadores de todas las Grandes Ligas desde su debut en 2014, cuando ganó unánimemente el premio de Novato del Año de la Liga Americana.

Los Chicago White Sox han dicho que quieren conservarlo y Abreu desea quedarse.

El pelotero de 32 años es el líder dentro del clubhouse y más allá de su siempre extraordinaria productividad ofensiva, es un mentor para figuras jóvenes como el también cubano Yoan Moncada o el dominicano Eloy Jimenez, como lo será en un futuro inmediato de su compatriota Luis Robert.

Es tanto el deseo de Abreu de seguir en el equipo, que el gerente podría conseguir descuento de casa y quedarse con él por un precio justo y razonable, sin ser excesivo.

¿80-100 millones por cuatro o cinco temporadas?

Nelson Cruz (Minnesota Twins)

El dominicano Nelson Cruz no da señales de declive y cada día se burla más del almanaque.

Los Minnesota Twins tienen una opción por un año y 12 millones de dólares que deberían ejercer con los ojos cerrados, si es que no deciden ofrecerle un merecido par de campañas más.

No se consiguen bateadores habituales de 30-100 en cualquier parte.

Starlin Castro (Miami Marlins)

El dominicano Starlin Castro ya consiguió en el 2019 una veintena de cuadrangulares y suma 79 remolcadas, ambas cifras las mayores de su carrera en esos departamentos.

Luego de una primera mitad de campaña miserable, Castro ha sido una fuerza ofensiva indetenible después del Juego de las Estrellas: .301 de average, OBP de .335, slugging de .549 y OPS de .884, con 14 bambinazos y 45 empujadas.

Es apenas el segundo bateador de los Miami Marlins con 20 jonrones (el otro, Brian Anderson, hace rato quedó fuera por el resto de la temporada).

Los Marlins tienen una opción sobre Castro de 16 millones para el 2020, lo cual complicaría las cosas, dado el estado de las finanzas de Miami, pero es ahí donde la gerencia debería negociar una extensión por al menos tres temporadas, que le garantice más dinero y empleo a largo plazo, aunque baje el promedio anual.

El dominicano es un veterano joven de apenas 29 años y su movida de la intermedia a la antesala le da flexibilidad al equipo para destinar a Anderson a tiempo completo al jardín derecho y además la opción de regresar a Castro a la intermedia, en caso de que el puertorriqueño Isan Diaz, proyectado para ser el titular de la posición, no consiga su esperado despegue.

Brett Gardner (New York Yankees)

Si hace cinco años alguien hubiera dicho que Brett Gardner iría a ser mejor pelotero que Jacoby Ellsbury lo hubieran tildado de loco.

El tiempo pasó y ahí está Gardy, a punto de completar su duodécima campaña con el uniforme de los New York Yankees, una rareza en estos tiempos y con una carrera tan digna que sin estadísticas de Salón de la Fama, ni mucho menos, pueden apostar que su número 11 será retirado y colocado en el Monument Park.

Con toda la profundidad que tienen los Yankees en los jardines, tenerlo al menos una campaña más es una especie de seguro de vida, sobre todo cuando es incierta la participación de Aaron Hicks en el 2020.

Gardner es un obrero del béisbol, de esos que se levanta cada mañana para ir a trabajar en lo que necesite el equipo, entregado en cuerpo y alma al juego como ejemplo para sus compañeros más jóvenes.

Eso le ha valido ser uno de los peloteros más queridos de la exigente afición en la Gran Manzana en la última década y merecedor de terminar su carrera en el único equipo que ha conocido.

Entretanto, nadie se acuerda de… ¿cómo se llama?... Ah, Jacoby Ellsbury.

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Tres debates han dominado el mundo del deporte en los últimos años.

1.- ¿Quién es mejor futbolista, Messi o Cristiano?

2.- ¿Quién es el mejor de la NBA de la historia, Jordan o Lebron?

3.- ¿Qué significa realmente ser “jugador más valioso”?

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, valioso es sinónimo de apreciado, estimable, preciado, meritorio, admirable, eficaz, útil y provechoso.

Mike Trout, el estelar jardinero de Los Angeles Angels es, a no dudarlo, el mejor pelotero de la actualidad en las Grandes Ligas.

Todo lo hace bien y en grado superlativo. Sus números han sido extraordinarios desde que fue Novato del Año de la Liga Americana en el 2012.

En el 2019, por no variar, sus estadísticas deslumbran y prácticamente desde que se dio la voz de playball a finales de marzo, muchos colegas le endilgaron de oficio el premio de Jugador Más Valioso del joven circuito, galardón que ya se ha llevado dos veces en su carrera, en 2014 y 2016, mientras que en cuatro campañas quedó segundo en la votación.

Ya Trout está fuera de acción por lo que resta de temporada, debido a un neuroma en su pie derecho que requiere cirugía y limitó su juego en septiembre a apenas 15 turnos al bate.

Se va entonces con muy buen average de .291 y encabeza la Liga Americana en OBP (.438), slugging (.645) y OPS (1.083).

Terminó con 104 carreras impulsadas y sus 45 jonrones son de momento la mayor cantidad de la Liga Americana, aunque ya el cubano Jorge Soler, de los Kansas City Royals, le dio alcance y debería superarlo. También es puntero en bases por bolas recibidas, con 110, la misma cifra de Alex Bregman, de los Houston Astros.

Detrás de Trout en casi todas las categorías está precisamente Bregman, quien lo supera en average (.296), carreras anotadas (115 por 110), impulsadas (105 por 104), hits (154 por 137) y dobles (35 por 27). Además ha despachado 37 bambinazos.

El OBP del antesalista de Houston es de .420, su slugging es .583 y su OPS es de 1.004. Volvemos a las dos últimas acepciones de la palabra valioso que mencionamos al principio: útil y provechoso.

¿Cuán útiles y provechosos han sido los números de Trout para su equipo, que ya tiene asegurado terminar la temporada con récord negativo (68-83) y va penúltimo en el Oeste de la Liga Americana, a 30.5 juegos de los Astros?

¿Estaría Houston tan cómodamente instalado en la cima divisional sin el aporte de Bregman?

Cuando el equipo ha perdido temporalmente por lesiones al boricua Carlos Correa, a George Springer o al venezolano Jose Altuve, ahí ha estado él, con una salud de hierro, para cargar al resto del conjunto en 146 de los 152 partidos disputados hasta el momento.

Con el guante, ha defendido con igual acierto tanto la antesala, como el campocorto, cuando las circunstancias lo han requerido y su liderazgo es indiscutible dentro del equipo que tiene, junto con los New York Yankees, el mejor récord de todas las Grandes Ligas.

Eso es ser valioso, útil y provechoso. Lo otro es poner mejores cifras individuales para nada, sin tomar en cuenta esos intangibles que hacen en realidad una diferencia.

Y no me vengan a hablar del WAR, porque esa es la estadística más absurda, ilógica e inexacta que se haya inventado, aunque lamentablemente muchos toman como única referencia a la hora de emitir sus votos.

Si no lo creen, que alguien venga y explique por qué el WAR de Mike Minor, de los Texas Rangers, es mejor que el de Justin Verlander, de los Astros, quien lidera el circuito en victorias (19), efectividad (2.50), entradas lanzadas (212) y WHIP (0.79), mientras es segundo en ponches propinados (283) y es tiene prácticamente en el bolsillo el segundo Cy Young de su carrera.

Minor tiene un WAR de 7.9, por 7.8 Verlander, a pesar de tener seis victorias menos y tres derrotas más, una efectividad de 3.33, casi 100 abanicados menos, 22 pasaportes más y un WHIP de 1.21.

¿Es Trout el mejor? No lo duden. ¿Es el más valioso? Respóndanse ustedes mismos.

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Más allá de la hemorragia de jonrones, el 2019 nos ha dejado una rareza histórica: ningún manager de los 30 que iniciaron la temporada ha sido despedido.

Y a menos de dos semanas para que concluya el calendario regular, no tiene mucho sentido echar a alguno antes del final.

Los ajustes de cuenta vendrán después del último out, cuando sólo diez equipos sigan jugando pelota en octubre y los otros 20 comiencen a pasar balance y a lamer las heridas de la eliminación.

¿Quiénes son los dirigentes que podrían no regresar para el 2020?

1.- Alex Cora (Boston Red Sox)

Los campeones del 2018 son, a no dudarlo, la mayor decepción de esta contienda. Los Medias Rojas tienen récord de 79-70 y con tres victorias más asegurarán terminar con balance positivo, pero eso es insuficiente para el monarca defensor, que hace 12 meses atrás tuvo marca de 108-54, la mejor en la historia de la franquicia.

Aquel equipo que en el primer año del puertorriqueño Alex Cora como manager funcionó como un reloj suizo de principio a fin se descompuso prácticamente desde que se dio la voz de playball en marzo pasado.

Después de que fuera despedido el presidente de operaciones del club, Dave Dombrowski, no sería de extrañar que Cora siga sus pasos a la fila de desempleados.

2.- Gabe Kapler (Philadelphia Phillies)

Cuando los Filis firmaron en el invierno a Bryce Harper se convirtieron automáticamente en el gran favorito para ganar la división Este de la Liga Nacional.

Un año antes, en el primero de Kapler al frente de Filadelfia, le pusieron en las manos un equipo competitivo y ni siquiera logró balance ganador (80-82).

Ahora nuevamente quedará fuera de la postemporada y el ambiente que se respira en el clubhouse del equipo es tenso, por las frustraciones de no cumplir con las elevadas expectativas, luego de que la gerencia comprometiera 572 millones de dólares en agentes libres en las dos últimas campañas.

Difícilmente Kapler consiga llevar hasta el final su contrato, que vence en el 2022.

3.- Clint Hurdle (Pittsburgh Pirates)

Nueve años lleva Hurdle al frente del barco pirata, pero ahora mismo enfrenta un motín a bordo.

Al manager se le ha ido de las manos el clubhouse, con constantes disputas que han salido a la luz, lo cual se ha reflejado en el récord de 65-85, el peor desde que tomó las riendas del equipo en el 2011, válido para el último lugar de la división central de la Liga Nacional.

Cuando eso ocurre, es hora de cambiar el rumbo. Si le pasó a Terry Francona en el 2011 con Boston, después de haber roto la maldición del Bambino en el 2004 y ganar también la Serie Mundial del 2007, ¿cómo no le sucederá a Hurdle, que no ha ganado nada?

4.- Don Mattingly (Miami Marlins)

No puede culparse 100 por ciento a Mattingly por el pobre desempeño de estos Marlins del 2019, pues en realidad no tenía mucho de dónde sacar agua del pozo.

Pero en su segundo año del proceso de reconstrucción, Miami ha tenido un retroceso en comparación con el 2018, cuando evitó las 100 derrotas que le pronosticaron los entendidos.

En sus dos primeras temporadas de las cuatro de su contrato tuvo en sus manos equipos mucho mejores, con Giancarlo Stanton, Marcell Ozuna, Christian Yelich, J.T. Realmuto y el difunto José Fernández, entre otras estrellas, pero nunca consiguió terminar con récord ganador.

No hay mucha razón para que le renueven el contrato y los jefes encabezados por Derek Jeter probablemente escogerán a otra persona para que siga adelante el plan de remodelación.

5.- Bruce Bochy (San Francisco Giants)

Este caso es obvio. El veterano Bochy, ganador de tres Series Mundiales con los Gigantes (2010, 2012 y 2014) ya había anunciado su retiro para cuando terminara la temporada.

El único manager nacido en Francia se irá del béisbol después de 25 campañas, 12 al frente de los San Diego Padres y 13 con los Gigantes.

Con los Padres tuvo récord de 951-975, mientras que en San Francisco, hasta los juegos del lunes 16 de septiembre, ha tenido la misma cantidad de victorias, que de derrotas: 1,047.

En la silla caliente: Joe Maddon (Chicago Cubs)

Aunque Joe Maddon logró lo que no pudieron otros 52 managers en 108 años, la paciencia tiene un límite, por muy santificado que esté por la Diosa Victoria.

Después de ganar la Serie Mundial del 2016 y romper la Maldición de la Cabra, los Cachorros perdieron la serie de campeonato de la Liga Nacional ante Los Angeles Dodgers en el 2017 y fueron eliminados en el juego de comodines en el 2018 por los Colorado Rockies.

Excéntrico y polémico, Maddon es un estratega muy cuestionable, que muchas veces va en contra de la lógica más elemental.

Ahora mismo, Chicago tiene el segundo wildcard del viejo circuito, con un juego por delante de los Milwaukee Brewers, pero si no consigue avanzar a la postemporada, podríamos ver a Maddon buscando nuevo trabajo en el invierno, a juzgar por las recientes declaraciones del presidente de la organización, Theo Epstein, quien lamentó la incapacidad del equipo de jugar béisbol ganador de manera consistente.

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MIAMI – Los Philadelphia Phillies y los Miami Marlins saltaron hoy al terreno con unos uniformes horribles y apodos en sus espaldas, en el inicio del llamado Fin de Semana de los Jugadores, una iniciativa que comenzó hace dos años, vaya usted a saber con qué objetivo.

En el 2017 y 2018, los diseños de los uniformes sólo variaban en los colores, pero parecían esos trajes baratos de las ligas infantiles de barrios, como si hubieran echado mano a la única tela que apareció, para resolver, porque, a fin de cuentas, los niños no se quejan mucho.

Este año, parece que hubo mayor escasez textil, pues los equipos de casa vistieron todos de blanco, como en el caso de los Marlins, imposible de definirse las letras.

Los visitantes lucían de negro, números y letras incluidos, también poco visibles.

Podría decirse que era un duelo entre funerarios y enfermeros, pues eso parecían, más que peloteros.

Y los apodos, nombretes o motes en sus espaldas son tan ridículos, como inexplicables en muchos casos, que ni siquiera reflejan la identidad o personalidad del jugador.

A la memoria vinieron aquellos niños que jugábamos juntos en un placer habanero, algunos con sobrenombres como 'Luisito Falso Techo', que le endilgaron a un pequeño que por alguna razón que nunca supimos perdió el cabello y usaba un peluquín.

No faltaba 'Manolo el Conejo', con dientes más salientes que Freddie Mercury, 'Robertico Cabeza de Bote' (obvio) o 'Yoyo Maraca', tan flaquito y cabezón que su cuerpo parecía precisamente ese instrumento musical de percusión tan típico en los ritmos caribeños.

También tuvimos en el barrio un 'Caballo Loco', antes de que lo fuera Yasiel Puig.

Más o menos así transcurrió la noche entre los 'Miami Nursing' y los 'Philadelphia Funerals' en uno de los partidos más locos de la temporada.

Los Enfermeros terminaron sepultando por 19-11 a los Funerarios.

'Terrible' abrió en la lomita por Miami y se metió rápidamente en problemas, cuando 'Cesita' dio hit en toque de bola, 'Big Fella' fue golpeado por lanzamiento y 'The Real' remolcó una con doblete.

'CD' regaló el primer out en elevado de foul a las manos de 'Walk' en tercera base y 'El Mambo' cedió el segundo en línea a primera base que fildeó 'Coopaloop'.

Pero 'J. Wendermere' recibió pasaporte para llenar las bases, que se encargó de limpiar 'JetPax' con triple, para completar un racimo inicial de cuatro carreras.

La fiesta siguió con dos anotaciones más en el segundo y una en el tercero para poner la pizarra 7-0, pero cuando parecía que todo estaba decidido desde temprano, Miami remontó de manera épica ante 'V2', abridor de Filadelfia, al marcarle siete veces en el cierre de ese episodio.

Con bases llenas, 'Andy' recibió bolazo que forzó la primera de los Marlins. 'Coopaloop' remolcó la segunda con sencillo al medio y 'Pri' trajo dos más con imparable al izquierdo.

El puertorriqueño Isán Díaz, único de los pocos peces que lució su apellido en la espalda, empató las acciones con su segundo cuadrangular de la campaña, que encontró dos hombres en circulación, poniendo fin a la faena del abridor.

Filadelfia retomó el mando con dos en el cuarto ante el relevista 'Weigh-In', pero Miami, en un aborto de la Naturaleza, empezó a batear con desafuero ante cuanto relevista usó el manager 'Kap'.

Por el montículo del Marlins Park desfilaron 'El Arenoso', 'Piv', Ranger Suárez (otro sin apodo), y 'Ostrich', ante quienes los Marlins completaron una cosecha de 19 carreras e igual cantidad de hits, entre ellos, dos bambinazos de 'All-Starlin' y uno de 'Birdman', además del de Isán Díaz ante 'V2'.

'TK', tercer pitcher utilizado por el manager 'Matt', se apuntó la victoria, mientras que 'Piv' cargó con el revés.

Los Filis intentaron una rebelión en el noveno, cuando perdían por diez, pero 'El Elefante' se encargó de sacar el último out del juego.

¿Entendieron? Así de ridículo como se lee, lo vieron los 9,065 fanáticos que asistieron al juego en el Marlins Park.

¿Quiénes son todos esos mencionados en esta crónica absurda?

Hay cosas que se aprenden a lo largo de la vida, para todo lo demás está Google. Se los dejo de tarea.

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