LOS ÁNGELES -- La guillotina sigue derramando “sangre azul”. Segundo técnico llegado de Madrid y segundo técnico con librito europeo que trepa al cadalso el futbol mexicano. Este miércoles, Santiago Solari fue cesado por el América. Ahora, puede compartir vuelo de regreso a España con Javier Aguirre. El Indiecito y El Vasco se fueron aún más ricos entre sus pobres resultados. El crucero del desamor.
Insostenible lo de ambos. No son los principales culpables, pero son brutalmente responsables. Al final, los jugadores son quienes malogran sabotean, traicionan y ejecutan a los propios técnicos. El futbolista tiene esa piel gruesa y abyecta, de paquidermo, del descaro y la desfachatez.
El futbolista en general es un abanderado sinvergüenza de su propio cinismo. Borbotea solidaridad hacia su mentor, pero, en la cancha, donde se desnuda a los traidores, donde cada Judas encuentra su higuera, ahí, perpetra una de las peores felonías del ser humano: la deslealtad.
Al Indiecito Solari lo hunden sus resultados y algo más: su fe institucional o su estulticia al confiar en quienes le arrimaron refuerzos innobles e indignos de siquiera entrar a Coapa. ¿O es él, el culpable de que el dueño le imponga a un cartucho quemado como Jonathan dos Santos? ¿O es el culpable de las sospechosísimas contrataciones hechas por Santiago Baños desde hace años?
Hay algo irrefutable: Solari nunca quiso, nunca supo o nunca pudo entender la colosal exigencia que implicaba dirigir al América. Desde sus primeros escarceos ya irrespetaba al club: un adefesio y soporífero futbol que rescataba entre su bobalicona afición el desplante resignado y autocompasivo del “pero somos líderes”. El enanismo del entrenador era defendido por el enanismo subnormal de algunos de sus seguidores. Un club contrahecho.
Además de jugar feo y aburrido, el América perdió ese protagonismo insolente, arrogante, despreciable que tanto le agrada, ése del #ÓdiameMás. Pero, estaba dicho, la culpa no era sólo de El Indiecito, sino de quien se lo hizo compadre.
En 2021 dejó un registro de puntos –aunque también de bostezos– que será difícil de igualar por quienes vayan llegando a Coapa. Pero toda esa friolera de puntos poco o nada significa si en el camino escabroso de la Liguilla te humillan Pachuca y Pumas, dos rivales fetichistas del América, uno por la rivalidad con el Grupo Pachuca, y otro por el antagonismo propio.
Quede claro que quien llegue deberá entender que le esperan no sólo los vestigios de Solari, sino los vestigios de los vestigios de Miguel Herrera. Diría Jorge Ibargüengoitia: “Estas ruinas que ves”. Ruinas sobre ruinas. Y el demoledor, cómodo en su puesto. ¿O Santiago Baños tendrá un ataque de autocrítica y honestidad y presentará su renuncia?
Seguramente hoy los creadores y criadores del #FueraSolari deberán estar contritos y llorosos de haber sido, antes, los creadores y criadores del #FueraPiojo.
Insisto en el tristón nivel de jugadores que tiene el América, más allá de haber perdido a su eje equidistante: Pedro Aquino, quien, cierto, resultó demasiado frágil para la vorágine del #ÓdiameMás.
¿Quiénes de los titulares en América sería titular en los siete equipos que comandan la Tabla General? “¡No, joven, ahorita, no, gracias!”, dirán ellos si les ofrecen a Mauro Lainez, Luis Fuentes, Miguel Layún, Jonathan dos Santos, Bruno Valdez, Roger Martínez, Federico Viñas, Jordan Silva, Alejandro Zendejas y hasta Henry Martín. Todos ellos, en Puebla, Pachuca, Tigres, Cruz Azul, León, Atlas y Pumas, serían banca... o tribuna. Vamos, en ninguno de ellos sería titular Guillermo Ochoa.
¿Qué necesita hoy, de inmediato, sin demora, el América? Mano dura, dictatorial, inclemente, en los entrenamientos. Jamás creí postular a semejante personaje ciclotímico, con una bipolaridad maquillada deficientemente, pero para la desgracia de equipo que es hoy El Nido, un entrenador propenso a la autodesgracia, como Ricardo La Volpe. Pero sólo por lo que resta del torneo. Él puede rescatar este naufragio del que dicen ya saltó al bote salvavidas del nepotismo oculto, Santiago Baños.
El bigotón argentino, de comportamientos demenciales, pero absoluta lucidez laboral, echará a nadar y a andar a los náufragos de Solari, a los escombros de una gestión que lleva un rumbo errado desde las contrataciones, insisto, sospechosas, de Herrera y Baños. Nadie puede ser tan tonto para contratar a un Sergio Diaz como solución, o a un Leonardo Suarez, a Sebastian Caceres, a Santiago Caseres , o emperrarse con Roger Martínez, Renato Ibarra, Nicolas Benedetti y Nicolas Castillo, por citar algunos.
Por lo pronto, hoy Santos puede echar al América al sótano general, y esa fruta amarga y podrida debe dividirse en tres raciones.
1.- Para Solari y ese espantajo de futbol que llevó al América.
2.- Para Baños, Joaquín Balcárcel y compañía, incluyendo al amigo personal de Yon de Luisa, Nazareno Marcollese, hoy visto por algunos como un quiste en El Nido.
3.- Para los jugadores, indignos ya no sólo de su salario ni de los tratos preferenciales que reciben, sino particularmente indignos de vestir esa camiseta.
¿Puede caer el América más bajo, más profundo que en las alcantarillas hediondas del sótano? Claro, permanecer ahí. Claro, habituarse a seguir ahí, hasta que Emilio Azcárraga Jean se asesore seriamente de alguien que sepa de futbol, y que no le tiemble la mano para tomar decisiones, aun sobre los caprichos del mismo heredero del imperio águila.
Tal vez lo haga, pero antes debe haber 73 novelas, 12 programas de concurso, 13 grupitos musicales desgañitados que necesitan sus supervisión, antes que el América, desde hace años, convertido en plato de segunda mesa, en la mesa del patrón.