LOS ÁNGELES -- Orbelín Pineda es la nueva víctima. Soñó con Europa. Pisó Vigo y su mejor aventura fue degustar lo mejor de la gastronomía española. El Celta lo recluyó en la indiferencia.
Hoy, con la brújula enloquecida, no por la esperanza, sino por la resignación y la desesperación, El Maguito de Coyuca de Catalán adivina su futuro con una moneda al aire. Una moneda sin cara y sin cruz. ¿Chivas, Toluca? El nuevo rico y la vieja mendicidad.
Quiere seguir en Europa. No entiende que allá sigue siendo un desconocido. ¿Orbelín qué? Al Celta le generó agruras financieras. Su técnico, Chacho Coudet, debe susurrarse burlas con su representante, Christian Bragarnik, quien ordenó la marginación del mexicano. No era su mercancía y ordenó que no saliera de la bodega.
Entiéndase: Orbelín no es tan bueno como para ser indiscutible titular en el Celta, pero tampoco es tan malo como para no ser un revulsivo, un aporte, un extintor medio lleno en caso de incendio. Tiene cualidades de tanto peso, como el peso de su mayor defecto: indolencia.
Él insiste, pues, en el Viejo Continente. La realidad es que Orbelín no circula en la órbita europea más que en sus muy desorbitadas fantasías.
Hoy, naufragando en la desesperación, en la frustración, su representante limosnea albergue en cualquier club. Está dispuesto a bajarse sustanciosamente el salario. Prefiere la caridad en euros que la abundancia en pesos. Cierto, él está protegido: tiene contrato con el Celta de Vigo. Es un desempleado con empleo y con generoso salario: la vida perfecta de cualquier cigarra.
El problema, claro, es que además de Europa hay otra obsesión: Qatar 2022. Pero, si no juega y no se la juega, no jugará con el Tri. Chivas y Toluca pueden redimirlo, pero él, no quiere que lo cite Gardel: “Volver, con la frente marchita”. Sabe que la cubeta de los cangrejos le aguarda con el festejo morboso a ritmo de pasitos guerrerenses.
El ensueño europeo es su gran pesadilla en el destierro. El tiempo agobia. No es de los preferidos de Gerardo Martino, quien guiña más –ya sospechosa y perniciosamente–, el ojo derecho a Rodolfo Pizarro, aún contra las indicaciones de su oftalmólogo. Toluca y Chivas le ofrecen el Purgatorio ante su pecaminoso y lúdico afán europeo, fallido no por él, sino por siniestras elucubraciones de promotores.
Así, Orbelín Pineda es otra víctima que se engulle la ratonera europea. Otro ratoncito verde –en todos sentidos–, que se creyó la fábula de La Cenicienta. Y sí: no ha sido el primero, y no será el último jugador mexicano que, en el espejismo de sus calenturientas fantasías, crea que pueda convertirse en colonizador de los colonizadores.
¿Toluca o Chivas? Deberá decidir pronto. Ambos equipos serán platos de segunda mesa, sin duda, pero, al final, el mismo Orbelín ha pasado a ser plato de segunda mesa en el menú europeo, o, sinceramente, ni siquiera figuró en él.
Esas sirenas europeas. Esas malditas sirenas europeas y sus malditos encaminadores de almas, los promotores. ¿Cuántos ilusos, ilusionados e ilusionantes futbolistas mexicanos más?
Ha habido cuatro niveles de aventureros mexicanos. Los que han conquistado un sitio en las memorias generosas del futbol; los que merecen respeto, al mencionar su nombre; los que cautivaron un año, y los que fueron y volvieron bajo la ignominia y uno que otro gallardete, a veces pegado con el chicle piadoso de la concupiscente condescendencia.
1.- Hugo Sánchez y Rafa Márquez, inalcanzables. Ninguno otro. Javier Hernández se marginó desde su último semestre con el Manchester United. Lo que vino después fueron escarceos entre el chiripazo y fallidos intentos de redimirse.
2.- Este nicho, el de los buenos recuerdos, sí es de Chicharito, y lo acompañan jugadores como Andrés Guardado, Pável Pardo, Carlos Salcido, y benevolentemente y benévolamente, por su persistencia, agreguemos a Luis García, al calvario de Guillermo Ochoa, y cedamos un par de espacios con un asterisco, y con más rezos y veladoras que posibilidades, para un renacimiento de Raúl Jiménez y una consolidación del Chucky Lozano. ¿Ricardo Osorio? En lo suyo, respondió.
3.- Los de momentos, momentitos y momentazos. Esos, los de Héctor Herrera en el Porto, hasta la inconsistencia en el Atlético de Madrid. O el Tecatito Corona del FC Twente y el Porto y espasmos con el Sevilla. O el gitanismo de Héctor Moreno y Miguel Layún. Y ábrase una pausa para observar a Johan Vásquez, Gerardo Arteaga y Érick Gutiérrez. ¿Diego Lainez? Sigue estando donde no debería estar; Qatar 2022 puede ser su parteaguas. ¿Néstor Araujo? Hurgando en sus actuaciones y sus estadísticas, apenas cabe aquí. Y antes que ellos, Carlos Vela y un torneo fantástico con la Real Sociedad.
4.- Aquí hay un pelotón nutrido. Los que fueron, disfrutaron, regresaron y se perdieron. Giovani y Jonathan dos Santos, Jose Juan Macías, Diego Reyes, Marco Fabián de la Mora, Carlos Salcedo, Omar Bravo, Raúl Gudiño, Gullit Peña, Eduardo Herrera, Carlos Ochoa, Javier Aquino, y antes de ellos, Jared Borgetti, Carlos Hermosillo, Luis Flores, Manuel Negrete, Chepo de la Torre, Gerardo Torrado, y una lista interminable.
Aquí, vale la pena hacer dos apartados. Uno, para Antonio de Nigris, la víctima más lamentable y penosa de ese Pacto de Caballeros que según la FMF no existió, no ha existido y no seguirá existiendo. En plenitud de facultades, le bloquearon los accesos a otros clubes mexicanos. Pero, el Tano, valeroso, retomó una segunda cruzada por Europa, en Turquía y Grecia, donde fallece a los 31 años.
Y el otro acápite. ¿Se pregunta Usted por Edson Álvarez? Deberá estar en el segundo grupo. No, no rezongue con la camiseta puesta si no ha visto los juegos del Ajax Amsterdam. Sí, es notable con su equipo. Ahí, juega al futbol, y lo hace muy bien. ¿Con el Tri? Las precariedades, cortesía de El Tata, lo obligan a jugar rugby con México. Pronto será el capitán de su selección.
Seguramente Usted estará en desacuerdo, más por su devoción a un club y su desprecio a otro. Saque sus propias cuentas. Y quite y ponga donde quiera, total...
Pero, sin duda, las fauces voraces e impunes de los promotores y de la ratonera europea, siguen abiertas, a la espera de nuevos ratoncitos verdes –en todos sentidos–, como el reciente caso de Orbelín Pineda.