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Con la zalea de España, amenaza Brasil

LOS ÁNGELES -- Una victoria con todas las alhajas. Una victoria con todos los diplomas. Una victoria con todas las amenazas.

La demostración de Brasil ante España fue más apabullante en la cancha que en el marcador (3-0). Y hay una diferencia: la supremacía en el marcador hiere a los aficionados; la supremacía en la cancha duele a los futbolistas.

¿Con todas las alhajas? Sí, el monarca de la Copa Confederaciones, bajo la versión y la visión ecuménicas del futbol de Luiz Felipe Scolari, hizo gala, en ese estricto orden, de disciplina, de concentración, de talento, de gracia y de descaro.

¿Con todos los diplomas? Sí: Brasil vence al reiterado amo y señor de Europa. Lo hace en su terreno: quitándole la pelota y paseándola cuando quiso. Lo hace marcando la diferencia entre quienes saben arropar la pelota y quienes la arrojan desnuda en la túnica de la red.

¿Con todas las amenazas? Sí: Brasil ratificó que su doctrina en la cancha, del menos esfuerzo y la mayor explosividad, la que ya le dio un título con Scolari en el Mundial 2002, volverá a ser la inamovible, rígida compostura, aunque fortalecida, claro está, por todas las facultades y excelencias en el manejo del balón por apego estricto a sus genes, a su ADN.

¿Invencible? No los hay. Brasil lo sabe porque venció al supuestamente invencible España. Lo cierto es que recuperó la gracia individual en el arte de los latigazos despiadados, sin la manifestación colectiva de belleza. Se trata de ganar. Brasil dio jornadas memorables de exquisitez, hoy tienen que ser desfiles victoriosos y no luctuosos.

Italia, por ejemplo, dio una muestra clara de cómo exigir a Brasil sin rococós ni encajes, sino en el terreno de la fuerza y del futbol práctico, y la diferencia la marcaron los errores arbitrales.

Ya durante la Copa Confederaciones se había advertido que Brasil juega de manera burocrática, a destajo, bajo la ley del menor desgaste y el óptimo esfuerzo, es decir, el que reditúa, no el que fatiga necesariamente.

Va a ser interesante, por ejemplo, ver y escuchar la forma de reinventarse de quienes sostuvieron que por momentos, por ejemplo, México, Japón y Uruguay habrían sido mejores que Brasil.

Se dijo en su momento, Brasil responde al grado de exigencia del adversarios. Y juega con él al gato y al ratón. Y si al final el ratón se relame la rebaba y le sabe a queso, el gato está muy por encima de esos prejuicios y complejos. Respeta la felicidad de la víctima in extremis.

¿Y España? Es obvio que sería canallesco, irresponsable y advenedizo de repente que alguien se atreva a oficiar funerales al vigente campeón mundial. Vaya, de hecho no hay que olvidar la maldición que pesa sobre quien gana la Copa Confederaciones con relación a la Copa del Mundo.

España fue dominado, superado, controlado, y sin duda el gol madrugador dictó urgencias en la cancha para uno y una sádica administración de los tiempos para el otro.

¿Habría cambiado el desarrollo y el desenlace si no hubiera caído el 1-0 al minuto 2? Ese terreno movedizo y entrampado de las suposiciones caducas, son espejismos en los que a los necios les gusta montar teatros imaginarios.

Desarrollar elucubraciones y "elubricaciones" mentales equivaldría a sumar en ese protocolo de sofismas qué habría pasado si muestran la roja a Ramos, a Arbeloa y a Iker.

España está lejos de estar y de sentirse aniquilada, desahuciada y decrépita. Por el contrario, es un equipo altamente competitivo por la inteligencia y ls fortaleza pasional de sus jugadores. Una derrota, incluso de estas proporciones, lejos de embalsamarlos los desafía, los ingre, los alerta.

Lo cierto, sin embargo, es que Brasil amenaza con recuperar el trono universal del futbol, ese que cinco veces ha poseído, y como advertencia ondea la zalea de un magnífico adversario, como la selección de España.